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OPINIÓN

19 de mayo de 2019

Alberto, el anzuelo y la grieta

Claves. Otra vez, Cristina ensayó un gambito sorprendente. No será candidata a presidenta, en un jugada que deja muchas dudas, pero contiene un mensaje claro: mover al kirchnerismo hacia el centro.

Cristina decidió no ser candidata a presidenta y movió al kirchnerismo hacia el centro político. Esa es la noticia. Después vienen todas las interpretaciones.

Fiel a su estilo, pateó el hormiguero y en pleno tiempo de tensión política y grieta al extremo, ensayó un gambito en el que Alberto Fernández resultó el héroe accidental de la historia, el inesperado chico de la tapa.

El movimiento de la dama llenó de sorpresa a la política y generó todo tipo de posicionamientos, algunos exagerados y poco analíticos. No está de más recordar que el cierre de listas para las elecciones presidenciales opera el 22 de junio. Es la primera vez que Cristina desnuda su estrategia casi 30 días antes de lo necesario.

Con la candidatura de Fernández, quien tuvo su única experiencia electoral compartiendo una lista del partido de Domingo Cavallo cuando amanecía la década del 2000, la ex presidenta parece bajarse del extremo discursivo que lleva adelante un sector del kirchnerismo y tirar un anzuelo hacia el espacio de Alternativa Federal, que parece tener muchos caciques pero muy pocos indios. Pero, fundamentalmente, es a los gobernadores a los que deberá atraer la flamante fórmula.

Fernández ha sido desde siempre un operador político con capacidad de llegada al círculo rojo y, específicamente, a los grandes medios de comunicación. Fue el nexo entre el Grupo Clarín y el gobierno de Néstor Kirchner. Dicen los que saben que, de esa relación, salieron muy buenas relaciones y pingües negocios.

Desde el banquillo

No es un dato menor que el anuncio llegue horas antes de que Cristina tenga que aparecer sentada, por primera vez, en el banquillo de los acusados junto a personajes repudiados del kirchnerismo. "La figura de Alberto aliviana, baja las cargas, transforma las muecas", le dijo, ayer, irónico, un dirigente kirchnerista santafesino a La Capital.

Cristina invierte las cargas: por primera vez en la historia política nacional los votos los tiene un aspirante a la Vicepresidencia de la Nación y no un candidato a jefe del Estado. Cristina lo hizo. Siempre se dijo que, en la presidencia del Senado, a lo máximo que se puede aspirar es a "tocar la campanita". No sería el caso de Cristina, pero primero tiene que firmar la lista el 22 de junio y ganar las elecciones.

Hay quienes sostienen y repiten como un mantra que la decisión de no formar parte del primer lugar de la fórmula presidencial obliga a Mauricio Macri a hacer lo propio. Parece más un deseo de quienes emiten ese mensaje que una verdad de la realidad política. Los problemas de Macri van mucho más allá de Fernández.

Sí es cierto que el hecho de que CFK no sea la candidata a presidenta afloja a uno de los dos lados de la infumable grieta y deja a los haters como a un perro ladrándole a la luna.

Ahora bien, Fernández —quien demuestra que en política no hay muertos, sólo desmayados— no es un traccionador de votos ni una figura popular. ¿No será este otro experimento de laboratorio condenado al fracaso, como fueron otras decisiones de CFK? Cristina erró con Amado Boudou (eterno visitante de los Tribunales), con Aníbal Fernández, como candidato a vicegobernador, y con Eduardo Zannini, puesto como número dos de Daniel Scioli en la fórmula presidencial.

Sea como fuere este experimento político a cielo abierto, bien vale considerar y elogiar la capacidad de liderazgo y secretismo de Cristina. Carlos Menem decía que el éxito en política requería tres condiciones: información, secreto y sorpresa. Cristina tiene las tres: chapeau.

Hoy, en una entrevista con La Capital, Roberto Lavagna confirma el mantenimiento de Alternativa Federal como espacio político y reafirma que la candidatura de Alberto Fernández realimenta la necesidad de tener un espacio "de centro progresista". Lavagna está convencido de que la candidatura de Fernández, está impulsada por Cristina para seducir a los peronistas no kirchneristas.

"En infinidad de oportunidades dije, y hoy lo repito, que no nos vamos a dejar arrastrar por las tentaciones de ninguno de los dos extremos de la grieta", le dijo Lavagna a La Capital, cuando el atardecer del sábado ya se había hecho noche.

¿Ese espacio mantendrá a Sergio Massa en su redil o el tigrense se pasará a las filas del albertismo? Con Massa nunca se sabe. Esa falta de certezas lo convierte en poco confiable para los gobernadores peronistas, especialmente con Juan Schiaretti.

El martes está pactado el encuentro entre el gobernador reelecto de Córdoba y el resto de los cabezones federales. Deberían mostrar algún gesto de poder.

La jugada de Cristina tiene el pretendido objetivo de reposicionar los satélites políticos. Ese llamado a la moderación política, ¿cómo repercutirá en el ánimo de los radicales que están en Cambiemos? De los que están afuera del oficialismo ya se sabe: quieren que ese espacio explote en mil pedazos o se reconfigure plenamente.

Los radicales que hasta ayer abonaron al "sí Mauricio" ahora quieren que el presidente abra de par en par las puertas a otros sectores. Cambiemos llegó al poder para dejar atrás al peronismo y —dicen en el macrismo más profundo— a lo peor del radicalismo.

Abrir esas tranqueras sería la admisión del fracaso para los que prometieron no sólo brotes verdes y lluvias de inversiones, sino también una nueva cultura política. No hicieron ninguna de las tres cosas.

Cristina dio otra muestra de centralidad, en un país ajado políticamente. La noticia, la pulpa, s que no será candidata presidencial. Que entendió las limitaciones de la realidad.

Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Parece un chiste de algún analista trasnochado. Pero es la realidad. Al menos, por ahora. Sinceramente.

 

La Capital

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