Sábado 21 de Diciembre de 2024

Hoy es Sábado 21 de Diciembre de 2024 y son las 13:12 -

OPINIÓN

13 de diciembre de 2024

Reflexiones sobre el liberalismo

Análisis especializado.

Es un tópico asumido -con orgullo o disgusto, según la posición ideológica de cada cual- que la República Argentina tiene una Constitución "liberal" y que esta tradición pertenece genuinamente a nuestra historia política. A la luz del proceso iniciado hace ya un año con la asunción de un nuevo gobierno en nuestro país, me pregunto en qué ha devenido dicha tradición. ¿Hasta dónde el liberalismo continúa siendo -como efectivamente lo fue alguna vez- un movimiento emancipador y qué debería hacerse para que efectivamente lo sea? ¿Qué significa hoy ser "liberal"? Aquí intento aclararme a mí mismo esta cuestión. Se trata de un simple borrador discutido en otros ámbitos con amigos y colegas, que me atrevo a publicar, esperando ayude a expandir el debate.

Características

Filosóficamente, el punto de apoyo del liberalismo es la Ilustración. Ser "liberal" es asumir el paradigma de la Ilustración (la contraria no es necesariamente verdadera: hay proyectos ilustrados que no son liberales). Como se sabe, en este movimiento confluyen el racionalismo iniciado con René Descartes, el empirismo anglosajón de Francis Bacon, John Locke y George Berkeley, y el escepticismo de David Hume. La Ilustración encuentra en Immanuel Kant su exponente paradigmático, y su bandera es el "sapere aude": atrévete a saber, a pensar por ti mismo, sin la tutela de una dirección ajena.

Kant dedica un pequeño escrito a este tema, donde define a la Ilustración como la salida del hombre de su minoría de edad, señalando que él mismo es culpable de esta minoría, por cobardía o pereza. Efectivamente, es más cómodo seguir el pensamiento de otro y no utilizar por sí mismo la razón. En ese breve escrito dedica mucho espacio a la cuestión religiosa porque, afirma, en este ámbito es donde la falta de pensamiento propio es más frecuente y más perjudicial, por el envilecimiento espiritual que produce renunciar a la razón (Kant no está en contra de la religión, está en contra de la falta de pensamiento propio dentro la misma; dos siglos después de su muerte, dos compatriotas suyos dirán cosas semejantes en una interesantísima conversación) (**).

De lo dicho se sigue que la principal característica de la ilustración fue la autonomía, que tuvo repercusiones concretas en la ética y en la política, sustituyendo el paradigma heterónomo, es decir la obediencia a una ley exterior e impuesta, sea religiosa o política. Esto no significa ausencia de ley o de autoridad, sólo que ahora el criterio de aceptación es la racionalidad y el origen humano y terreno de la misma, no celestial o divino. Otra consecuencia de este proyecto fue la laicidad: la esfera religiosa no es negada, pero se separa claramente de la esfera temporal, que adquiere una mayor importancia, y que no requiere de la trascendencia (el "más allá") para su justificación. Hay que decir que la misma Iglesia Católica ha asumido -no sin tensiones internas- esta perspectiva a partir del Concilio Vaticano II.

Se entiende, entonces, que el liberalismo haya sido revolucionario. Políticamente el liberalismo se caracterizó por su lucha contra todo poder absoluto. Asumiendo el paradigma contractualista, introdujo nuevas perspectivas acerca de las nociones de soberanía, voluntad popular, democracia. Más allá de las distintas versiones del contractualismo, lo cierto es que el Estado moderno tiene su origen en el pacto de los ciudadanos, que lo crean, lo legitiman y le establecen límites.

Hasta aquí, entonces algunas líneas de lo que sería un proyecto liberal desde lo filosófico, político y existencial: racionalidad, constatación empírica de los enunciados, autonomía, laicismo, y -por qué no- cierto carácter "subversivo", que el liberalismo lleva en sus propios genes.

Preguntas para la actualidad

Como este escrito quiere ser un disparador, y porque no tengo muchas respuestas quisiera terminar planteando algunas preguntas: ¿Cuáles son los absolutismos que un liberal no debería aceptar sumisamente en el siglo XXI? ¿Cuáles son los poderes fácticos a los que un liberal debería poner límites? ¿Cuál es el tipo de Estado que se pretende desde una visión liberal? ¿Puede decirse, sin caer en contradicción con la modernidad, que para un liberal el Estado es siempre el enemigo? ¿Qué se requiere para que un ciudadano de hoy pueda vivir su autonomía? Y por último... ¿Qué ha quedado de "la" revolución liberal de 1789 y de las que le siguieron?

No creo que haya una única respuesta para cada una de estas preguntas, ni que puedan reeditarse las esbozadas en el siglo XIX, por muy importante que haya sido ese período. La herencia del liberalismo es sin duda multifacética y no haría justicia a esta rica tradición política quien pretendiera sintetizarla en fórmulas simplistas. Pero considero que de los muchos aspectos del legado liberal, hay por lo menos dos que resultan prioritarios.

En primer lugar, profundizar el camino de la Ilustración, asumiendo sus contradicciones y corrigiendo sus desvíos. Aunque algunas de las críticas a la racionalidad ilustrada son atendibles, y no deberían desecharse ligeramente -como a veces ocurre en ciertos ambientes racionalistas y cientificistas "duros"- es imposible superar los distintos desafíos actuales -económicos, políticos, sociales, medioambientales- sin la racionalidad moderna. La razón no lo es todo, pero es indispensable. El análisis lógico y la investigación rigurosa sobre los hechos, propios de la ciencia contemporánea y de las instituciones donde ella se desarrolla, son fundamentales para la cultura política liberal. Y en segundo lugar, radicalizar la democracia, militando contra todo lo que la limita.

Más y mejor democracia significa, entre otras cosas: activa participación ciudadana, defensa de los derechos conquistados y sancionados en la Constitución Nacional, respeto por las instituciones, debate público sólido y robusto, acceso a la información y vigilancia sobre la verificabilidad de lo que circula en medios de comunicación y redes sociales. Y, más aún, extender la cultura democrática a otras esferas de la sociedad civil, tales como la familia, las instituciones educativas, recreativas, sindicales, religiosas, en las cuales no siempre se favorece la iniciativa personal y la participación en las decisiones que afectan a todos los involucrados. Como señala Norberto Bobbio, no sólo es importante responder a la pregunta ¿Quién vota?, sino ¿Dónde vota?, dando por supuesto, claro está, que la democracia no se agota en el voto.

(*) Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Lateranense. Docente en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL y en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.

(**) Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger. Sobre los fundamentos pre-políticos del Estado liberal. Academia Católica de Baviera, año 2004.

Fuente:El Litoral

COMPARTIR:

Comentarios

Escribir un comentario »

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!