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OPINIÓN

3 de diciembre de 2020

La pesadilla de la casa tomada

Claves. La irrupción de las barras del conurbano al símbolo máximo del poder simboliza debilidades. En Santa Fe, la relación entre el gobierno de Perotti y la oposición es cada vez peor

“El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación”.

   Tal vez, Alberto Fernández no leyó Casa Tomada, uno de los relatos impecables de Julio Cortázar. O sí. Pero, seguramente, experimentó esa sensación, el miércoles, cuando las barras del conurbano hicieron lo que no hizo nadie en la historia de Balcarce 50: tomar la Casa Rosada.

No le sale una bien al gobierno, se advierte la falta de espesor y se hace notar la falta de affectio societatis entre los diferentes sectores en los que está loteado el Ejecutivo. Fernández necesita de manera urgente convertirse en el líder del Frente de Todos, aunque la debilidad de la oposición le permita ganar al oficialismo en octubre de 2021.

   La Rosada convertida en casa tomada fue algo que hasta el menos analítico de los periodistas pudo prever antes del mediodía del miércoles. Todo el contexto, la previa y el final tuvieron un savoir faire bien argentino, bien maradoneano. Si Diego tuvo un velorio acorde a su vida transgresora, también el evento se pareció al desorden del gobierno. Pero no hay que ser injustos y reducirlo al gobierno: se pareció al desorden del país.

Teorías en pugna

El intento de utilización de los grandes ídolos siempre termina irremediablemente mal, no fue lo de Diego una excepción. Fernández queda un poco más limado que antes, pero tal vez lo suyo sea esto. Un presidente con liderazgo módico que evita que lo próximo sea peor. Por caso: la vicepresidenta es la persona, junto a Mauricio Macri, con peor imagen positiva en la Argentina.

   Cuesta creer que en medio del bochornoso escenario, el ministro del Interior, Wado de Pedro, haya salido a culpar por los incidentes al jefe de Gobierno porteño. Si eso hizo el cuadro del kirchnerismo, lo que podría haber hecho la galería.

   Ahora ya sabe Rodríguez Larreta que lo culparán hasta de la muerte del Tamborcito de Tacuarí. De ahora en más, todo es política electoral. Y la política es mucho más importante que Patricia Bullrich haciendo abuso del zoom. Bueno, eso es lo que vendrá. Así como el presidente usó la pandemia para crecer en las encuestas (como lo hicieron todos los gobernantes, nacional, provinciales y municipales), ahora el negocio es decir que la cuarentena terminó.

   Deberían recordar el presidente, el gobernador y el intendente una cita impecable: toda cuestión no saldada prepara su propia venganza. Regístrese.

   Así como el gobierno nacional experimentó la peor sensación, la que presenta la Casa Rosada tomada por un grupo de barras del conurbano, en Santa Fe oficialistas y opositores siguen en una pelea encarnizada que nadie sabe cómo va a terminar.

   El covid sacó de la cancha por unos días al personaje más irritante del gobierno (Marcelo Sain), justo en el momento en que la cifra de homicidios en Rosario se acerca al umbral de los 200. Al fin, ayer el ex gobernador Miguel Lifschitz describió al personaje: “Se encargó de estigmatizar a casi todos los sectores de la vida social y política de Santa Fe, es parte de su personalidad. Todavía no sabemos cuál es su plan de Seguridad, no lo conoce nadie ni los resultados que pregona sobre una realidad que ha empeorado”.

   Traducido, que el gobierno de Perotti se olvide de la aprobación del proyecto de ley policial que presentó Sain. La Casa Gris tendrá antes de fin de año aprobado el presupuesto en diputados, pero el resto de las iniciativas va camino al archivo o al rechazo.

   El año que se acerca es electoral, con lo que nadie debería pensar en políticas de consenso. No la tuvieron en la transición, el día de asunción de Perotti y mucho menos durante el año de gestión peronista. Le espera a la provincia un tiempo político de tensión y acusaciones. La oposición aduce que nunca en la provincia de Santa Fe existió un clima de carpetazos y cuestiones por el estilo. Sería gravísimo.

   El clima beligerante obligó a cambiar los actores de negociación adentro del peronismo. Fue el ministro de Economía, Walter Agosto, quien acordó con Armando Traferri la ley de leyes. “Es verdad, está todo podrido. Solo Agosto podía llevar adelante esto”, refirió a La Capital una fuente oficial.

   Cuando los peronistas se pelean, el intendente de Rosario, Pablo Javkin se restrega las manos. El peronismo rosarino está a la deriva, pese a que en las últimas elecciones quedó muy cerca de ganar. Javkin construyó una alianza que le sirve para gobernar, y que habla de un movimiento de cintura aceptable. El intendente saca ordenanzas con el voto de Roy López Molina, la concejala de la Cámpora, Marina Magnani, Ciudad Futura. Quién lo hubiera pensado.

   Frente a ese escenario, el peronismo rosarino lejos estuvo de entender todo este tiempo las lecciones de los comicios de 2019, esa cercanía que tuvo de ganar. En vez de dedicarse a mantener el rol que le dio la sociedad rosarina, se ausentó. En la encuesta de Inmediata Argentina, Javkin tiene 75% de imagen positiva. Tiene mucho que ver el contraste con el resto de las fuerzas.

   Todo tránsito tiene su mojón. En la política santafesina se sabrá si será en las primarias de agosto o en las generales de octubre. Esa definición deberá llegar en las próximas semanas.

   Todos los escenarios están abiertos. Como la Casa Rosada, tomada durante el velorio de Diego, el último superhéroe que nos quedaba.

Fuente:La Capital

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