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24 de mayo de 2020

El clima tiene la última palabra sobre el nivel de la hidrovía

La apertura temporaria de Itaipú lleva un poco de alivio a la navegación, pero la normalización vendrá por las lluvias en el tramo medio.

Sábado 23 de Mayo de 2020

Más allá de las buenas relaciones diplomáticas con Brasil y Paraguay, y de la apertura temporaria de las compuertas de Itaipú que brindarán cierto alivio, sólo el factor climático será el que determine la duración de la bajante del río Paraná, que genera un serio impacto social y económico en la región. Todo indica que las condiciones de seca y por lo tanto, de estiaje, persistan en el mediano plazo.

Esta fue la conclusión de dos especialistas del Instituto Nacional del Agua (INA), que días atrás disertaron en una charla virtual de la Bolsa de Comercio de Rosario, en la que también se analizaron los impactos económico del fenónemo.

En primer lugar, el ingeniero Carlos Paoli, actual investigador asociado del INA y hasta hace unos meses director del Centro Regional Litoral del instituto, analizó la problemática de la bajante, cuáles han sido las causas y los antecedentes del fenómeno, incluyendo tres temas principales: el funcionamiento hidrológico de la cuenca de aportes; la evolución histórica de los caudales de aporte en el Paraná medio y de los niveles mínimos en el puerto de Rosario y la probabilidad de recurrencia de niveles mínimos como los actuales.

“La variabilidad y cambio climático dan lugar a las variaciones a veces no esperadas del caudal de los ríos”, explicó Paoli y marcó que el aporte de caudal en nuestra zona se origina en el tramo medio, ubicado a partir de Resistencia (Corrientes), donde se juntan el Paraná Superior y el río Paraguay. En total, es una superficie de unos dos millones de kilómetros cuadrados entre ambas cuencas de aporte, y todos los excesos de lluvias que allí se producen, conforman el caudal que ingresa a lo que se define como el tramo medio y el inferior, este último, desde Rosario hacia aguas abajo.

El especialista observó una tendencia de aumento de caudales desde la década del 70. “Es un cambio significativo de los aportes debido a la variabilidad o cambio climático y también a cambios en las condiciones de escurrimiento, que tienen que ver con la deforestación y el uso del suelo, que en conjunto se conocen como cambios globales”, explicó Paoli.

En ese sentido, detalló que el análisis estadístico indica que entre 1904 y 2018 hubo una recurrencia del orden de los 50 a 100 años para los períodos secos de 10.900 a 10.300 metros cúbicos por segundo. Pero el análisis para la serie 1971 a 2018 para esos valores de recurrencia corresponderían caudales superiores a los 14.000 metros cúbicos por segundo y prácticamente la probabilidad de años con caudales medios de menos de 13.000 metros cúbicos es muy baja. Y alertó que, en la actual situación de bajante de unos 9.600 metros cúbicos por segundo, es posible que descienda aún más, si no se recupera el régimen de lluvias.

Otra observación es que en “los extremos máximos y los extremos mínimos, según los años, vemos que en general no se dan en forma aislada, sino uno, dos o tres años en los cuales la situación es importante, ya sea por crecida o por bajante”.

Sobre la repercusión de los caudales en los niveles del río, los mayores mínimos anuales en el hidrómetro del puerto de Rosario entre 1884 y 2020 se produjeron en 1916, 1944 y entre 1968 y 1970, el nivel llegó a -0,82. Desde entonces, no se registraron valores por debajo de 0 y el aumento de los mínimos anuales que se fueron incrementando, se debieron fundamentalmente a la presencia de una serie de años húmedos y al efecto de regulación de las represas que se desarrollaron a partir de esa década.

En resumen, la variabilidad y cambio climático, cambio de uso del suelo, construcción de presas y otros cambios globales, “en lo que hace a los estiajes del río Paraná es indudable han dado como resultado un aumento de los mínimos anuales a partir de los ‘70 y como consecuencia la actual bajante es extraordinaria, considerando estos últimos 50 años. Estas bajantes son esperables y sólo predecibles a mediano plazo, como escenarios hidrológicos posibles que dependen de las lluvias que se esperan se producirían en la cuenca de aportes en los meses venideros”, auguró Paoli.

Pero “sin dudas es posible que la actual bajante se pueda profundizar si no se recupera el régimen de lluvias en la cuenca de aportes y si disminuye el caudal de ingreso al tramo medio del río Paraná, lo cual la historia ha demostrado que es probable”.

Por su parte, el ingeniero Juan Agustín Borus, actual subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del INA, evaluó la situación actual de toda la cuenca del río Paraguay, Paraná e Iguazú; el origen de las lluvias ocurridas en la cuenca de aportes, los pronósticos y escenarios hídricos. También abordó el proceso de actualización permanente y la evolución esperada en el corto y mediano plazo, además del tema de las presas de embalse.

El especialista hizo hincapié en los cambios en el uso de los suelos que se hicieron notar muy significativamente a partir de los 70. A modo de ejemplo, mencionó que el río Uruguay en el año ‘62 era cristalino. “Otra área la de la cuenca no regulada del Paraná tuvo un cambio de suelo tremendo en 2012, cuando no quedó ni el 1% de los pastos que existían en 1900. Hubo un corrimiento de la frontera agrícola de este a oeste muy significativo”.

 

“Ante un escenario de lluvias, es mayor el excedente que va hacia los grandes ríos y mucho más rápido, con lo cual la cuenca se acelera, pierde memoria, tiene mucho menos inercia y la reacción es más rápida. Zonas como la naciente del Paraguay, que tenía ganadería exclusiva, ahora tiene soja intensiva. La depresión natural del pantanal reacciona mucho más rápido ahora en la época estacional de las lluvias, crece mucho más rápido y eso se nota”, remarcó Borus.

Entonces “así como crece, el río también baja más rápido con lo cual el Paraguay ha perdido de alguna manera esa característica que lo diferenciaba y era muy útil para la salida del arco portuario de Santa Fe, en San Pedro, porque precisamente las crecidas estacionales del Paraguay se desfasan históricamente con las del alto Paraná. Y eso permitía que en la época otoñal tuviéramos un período de niveles de la vía fluvial sumamente generoso como para poder calar los barcos”.

A ello se suma que el Chaco paraguayo “ha cambiado, y cuando llueve ahí, se nota en seguida. La cuenca misionera paraguaya prácticamente duplica a la que se observaba hace unos 15 años. Las Islas del Ibicuy tienen un cambio significativo de la mano del hombre, con terraplenes, y ha modificado el escurrimiento natural del suelo, lo mismo que el efecto urbano en Buenos Aires”, detalló el ingeniero, y mencionó asimismo la afectación de la bajante en las tomas de agua.

A nivel regional “estaba claro que esta situación ameritaba un análisis conjunto, conversaciones a nivel técnico y diplomático con los brasileños y paraguayos. Esas reuniones siempre se vieron muy facilitadas porque tenemos un entendimiento de muchos años. El programa marco de la Cuenca del Plata que se desarrolló en el ámbito del comité intergubernamental de los países miembros de la Cuenca del Plata, que sirvió para que esa relación estrecha se estrechara aún más y que dentro de la escasez enorme que tenemos de agua, poder aliviar localmente algunas situaciones como esas”.

Borus remarcó la gravedad que denotan las imágenes satelitales de la sequía en las Islas frente a Rosario y alrededores, que han reducido su espejo con un marcado decrecimiento. “El delta en su capacidad como esponja está como nunca lo había visto, y es suficientemente elocuente para hablar de que estamos en un escenario extremadamente seco a nivel regional”.

Presas

Sobre las presas de embalse, Borus aclaró que “no crean agua, ni la fabrican, ni se la amarretea porque no lo pueden hacer. Hay 72 embalses construidos sobre la Alta Cuenca del Paraná de Brasil, sobre las nacientes del río. Toda esa zona tiene muy escasa regulación, pero sí tiene el efecto del cambio del uso de suelo mucho más que la mitad Superior”.

Si no existieran los embalses “hubiésemos obtenido picos y valles más marcados. Es decir, la regulación de las presas de embalse lo que hacen es reducir el rango esperable de fluctuación de los caudales entrantes al tramo Argentina. Ese es un concepto general que vale tanto como aquel de que las presas de embalse no generan fabrican ni se quedan con toda el agua. Hay que entenderlo así para poder imaginarse el resto”.

Teniendo en cuenta que se estima que esta bajante no va a ceder en el corto plazo, “las conversaciones con otros países van a ser permanentes. Se están dando, así que en la medida que se pueda, uno va buscando compartir escasez por decirlo de alguna manera”, concluyó Borus.

El reciente acuerdo alcanzado con Brasil significó un aumento de las descargas del embalse de Itaipú por un período acotado. Se convino en un aumento de caudal entre el 18 de abril y el primero de mayo del orden de 1.400 metros cúbicos por segundo hacia el tramo argentino-paraguayo del río. Posteriormente, continuarán las conversaciones a nivel técnico. Este aumento de caudal aliviaría la situación de la ribera misionera, pero su efecto se irá amortiguando hacia aguas abajo.

En cuanto a las expectativas climáticas en el corto plazo, Borus señaló que por estos días habría un predominio de tiempo estable en toda la región y caudales entrantes al tramo argentino sin tendencia, niveles en la vía fluvial en el piso actual del estiaje. En el mediano plazo, al 31 de julio no hay señal climática claro, con incertidumbre sobre lluvias, y en largo plazo, al 31 de octubre de este año, habría posibles pulsos de repunte en la cuenca del Iguazú y cuenca no regulada del Paraná en Brasil.

De cara al 2021-2022, Borus consideró que “si uno analiza el seguimiento del clima y sus consecuencias hidrológicas, en los últimos 12 a 15 meses se observa que la capacidad de prospección es muy limitada, sobre todo en este momento en el que no tenemos una señal bien definida en la región y hay una variabilidad”.

Agregó que “más bien lo que se espera es que las condiciones de seca persistan y por lo tanto de bajante de los cursos fluviales, pero es muy difícil irse más allá de fines del invierno, por ejemplo. Si yo tuviera que definir cuál es la probabilidad de salir de esta situación y llegar a valores normales, creo que nos va a llevar todo el resto del año, con la esperanza de que con las lluvias de primavera bien entradas podamos ver la salida del túnel”, auguró.

L.D.

 

fuente: la capital

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