OPINIÓN
14 de julio de 2025
Las falencias en la comunicación del Gobierno

Las falencias en la comunicación del Gobierno
La sesión del Senado, marcada por su carácter autoconvocado y las irregularidades señaladas por expertos constitucionalistas, desató una tormenta política que pone en el centro del debate la estrategia del gobierno de Javier Milei.
La sanción de una ley de jubilaciones, que el Ejecutivo ya anunció que vetará, no solo expone las tensiones entre el oficialismo y la oposición, sino también las falencias en la comunicación y la negociación política de un gobierno que parece apostar todo a su diferenciación ideológica y a un horizonte electoral más favorable.
El punto de inflexión en esta crisis tuvo un origen inesperado: un fallido comunicacional. Un off the record entre el periodista Alejandro Fantino y el ministro de Economía, Luis Caputo, terminó convirtiéndose en un misil autoinfligido.
Fantino, al revelar no solo la fuente sino también al añadir dramatismo al mensaje del ministro, generó un impacto que trascendió el debate político y llegó a los mercados. Las palabras de Caputo, que advertían sobre las graves consecuencias de aprobar la ley en el Senado, encendieron las alarmas económicas, obligando al Gobierno a salir a "rebobinar" su discurso.
Este episodio mostró una debilidad estructural del oficialismo: su manejo de la comunicación, restringido a un grupo reducido de voceros que amplifican el mensaje oficial sin un filtro crítico. En tiempos de redes sociales y alta exposición mediática, un traspié como este puede tener consecuencias desproporcionadas.
El Gobierno, con una representación legislativa limitada –fruto del 30% de los votos obtenidos por La Libertad Avanza en las elecciones de 2023–, enfrenta un Congreso donde es minoría. La renovación parcial del Congreso hace dos años reflejó ese resultado inicial, dejando al oficialismo con poco más de 30 diputados y una representación aún más modesta en el Senado.
En este contexto, la estrategia del veto se convierte en una herramienta clave para bloquear iniciativas opositoras, como la reciente ley de jubilaciones. Sin embargo, el veto no es una solución estructural. Para sostener un veto presidencial, el Congreso necesita una mayoría de dos tercios en al menos una de las cámaras para insistir en la ley, un umbral que el oficialismo espera neutralizar en las próximas elecciones.
La mirada del Gobierno está puesta en el 11 de diciembre de 2025, cuando asumirán los nuevos legisladores tras las elecciones de medio término. Milei, confiado en que La Libertad Avanza mejorará su performance electoral –proyectando un hipotético 40% de los votos frente al 30% de 2023–, aspira a incrementar su representación a unos 80 diputados y entre 12 y 15 senadores.
Esto le permitiría consolidar una minoría sólida, capaz de sostener vetos presidenciales y negociar con aliados circunstanciales para bloquear iniciativas opositoras. Sin embargo, este escenario, aunque plausible, no garantiza mayorías propias para impulsar las reformas estructurales que el gobierno promete: laboral, tributaria y previsional, entre otras. Para lograrlas, Milei necesitará algo que hasta ahora ha escaseado: capacidad de negociación con sectores no libertarios, como gobernadores y líderes políticos de otras fuerzas.
Aquí radica el núcleo del problema. La estrategia de Milei, basada en la intransigencia y la diferenciación del resto de la clase política, ha sido un arma formidable para su ascenso al poder. Su discurso disruptivo, que lo catapultó a la presidencia con el 56% de los votos en la segunda vuelta de 2023, sigue siendo su principal capital político.
Sin embargo, esa misma intransigencia se convierte en un obstáculo cuando se trata de construir consensos en un Congreso fragmentado. La falta de diálogo político con gobernadores y líderes opositores, sumada a una campaña electoral que ya está en marcha, dificulta los acuerdos necesarios para avanzar en reformas profundas.
Como se vio en la sesión del Senado, la oposición supo capitalizar su mayoría circunstancial, generando un dolor de cabeza que, con un poco más de negociación, podría haberse evitado.
El gobierno enfrenta, entonces, un doble desafío. Por un lado, debe mejorar su comunicación para evitar fallidos como el de Caputo y Fantino, que no solo afectan la confianza de los mercados, sino que exponen las internas y limitaciones del oficialismo. Por otro, necesita desarrollar una habilidad que hasta ahora no ha demostrado: la de tender puentes con sectores no alineados ideológicamente, pero dispuestos a negociar reformas estructurales.
Fuente: Cadena 3

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