OPINIÓN
22 de mayo de 2025
La doble vara de Milei para la libertad de expresión

Si el Presidente fuera coherente, su defensa de la libertad de expresión sería admirable. Pero basta rascar un poco para encontrar las inconsistencias.
La noche del sábado previo a las elecciones en Buenos Aires, un video falso, manipulado con inteligencia artificial, mostró a Mauricio Macri anunciando la baja de la candidatura de Silvia Lospennato.
El contenido, difundido por cuentas vinculadas a La Libertad Avanza, fue denunciado por el PRO como un intento de interferir en el proceso electoral. Una "trampa madre", como se conoce en la jerga política, pero potenciada por herramientas tecnológicas que pueden confundir a miles.
La respuesta de Javier Milei, sin embargo, no solo evade la gravedad del asunto, sino que expone una contradicción flagrante en su discurso sobre la libertad de expresión.
Milei salió a defender el video con un argumento que, a primera vista, suena seductor: "La libertad de expresión está por encima de todo". Cuestionó cualquier intento de regular las redes sociales, argumentando que perseguir a usuarios anónimos es cercenar un derecho fundamental. "¿Por tres tipos que hacen tonterías van a regular a todos?", dijo, ridiculizando a los "ñoños republicanos" que, según él, piden identificar a cada usuario.
El problema es que el PRO nunca pidió regular las redes ni prohibir el anonimato. La denuncia apuntaba a un acto concreto de desinformación electoral, no a una cruzada contra la libertad digital.
Si Milei fuera coherente, su defensa de la libertad de expresión sería admirable. Pero basta rascar un poco para encontrar las inconsistencias.
Hace apenas diez días, el presidente presentó tres denuncias penales contra los periodistas Carlos Pagni, Viviana Canosa y Ari Lijalad por supuestas "calumnias e injurias". ¿El motivo? Opiniones que comparaban el contexto argentino con procesos históricos que, según ellos, podrían derivar en regímenes autoritarios. Opiniones discutibles, sí, pero comunes, viejas y, sobre todo, legítimas.
Los fiscales desestimaron las denuncias porque no se configuran los delitos de calumnia (acusar falsamente de un delito) ni injuria (deshonrar intencionalmente). Milei, sin embargo, acusó a los periodistas de "banalizar el Holocausto" y compararlo con Hitler, una interpretación forzada que no resiste análisis.
Entonces, ¿en qué quedamos, Presidente? Si la libertad de expresión es un valor absoluto, ¿por qué vale para los trolls anónimos que difunden videos falsos, pero no para periodistas que emiten opiniones? ¿Por qué un deepfake burdo es una "tontería" protegida, pero una columna crítica es un delito?
La contradicción es aún más evidente si recordamos el caso $Libra, cuando Milei justificó sus propios tuits como "expresiones personales" en su cuenta privada. Parece que la libertad de expresión es un escudo que el Presidente usa cuando le conviene, pero una espada cuando se siente cuestionado.
Milei debería optar por la coherencia: si defiende la libertad de expresión, que lo haga sin doble vara. La desinformación electoral no es un chiste, pero tampoco lo es perseguir opiniones incómodas.
Fuente: Cadena 3

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