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OPINIÓN

18 de octubre de 2021

El riesgo de perderlo todo

Claves. El futuro electoral del gobierno nacional dependerá del precio de las cosas, tal como le ocurrió a Macri. En Rosario rige una preocupante naturalización de la violencia y la inseguridad

Cuando perder el poder está cerca, el kirchnerismo siempre se reivindica como “peronista”. “Fuimos y seremos peronistas”, bramó ayer Cristina. No es casual que diga eso; el piso se mueve a sus pies.

  Se puede ganar poniendo a los medios en contra, se puede ganar teniendo al campo en contra, se puede ganar teniendo a la Justicia en contra. Pero no se puede ganar teniendo a los precios en contra. Se escribió en esta columna varias veces durante el gobierno de Macri: su futuro dependerá del precio de las cosas. Y así le fue al gobierno de Cambiemos.

  El gobierno del Frente de Todos vuelve a los viejos usos y costumbres, como si nada hubiera pasado. Intentar controlar los precios en este país es como pretender mantener mariposas en las jaulas. La inflación se come todo, incluso a los gobiernos. Para profundizar en este tema, siempre es bueno leer el último libro de Juan Carlos Torre, donde narra las peripecias del gobierno de Raúl Alfonsín.

  Incomparable frente a este estado de las cosas, el gobierno alfonsinista supo hacer un culto de la hiperinflación, y esa devastación fue la que terminó con esa gestión. La estabilidad en los precios de las cosas durante los dos períodos de Carlos Menem y los números controlados con Néstor Kirchner, hicieron que una nueva generación de argentinos no supiera del infierno inflacionario. Ahora, nadie sale vivo de aquí.

Lo “nuestro” es carísimo

Es la economía del metro cuadrado la que está poniendo en aprietos al campeón del metro cuadrado, redundancia mediante: el peronismo. En el medio, aparece el intento adolescente de algunos viejos dirigentes de querer volver a Gelbard, a Aldo Ferrer. A vivir con lo nuestro. “Lo nuestro”, además, también está carísimo.

  Ahora bien, hay que derribar mitos opositores, tan poco serios como ingenuos. En medio de la avanzada inflacionaria se quejan de que la Casa Rosada intente bosquejar un esquema de controles. Como si se tratara la historia de un dejar hacer, dejar pasar. Como si no gobernase el peronismo. Porque, se repite lo del inicio de la columna, Cristina ha hecho una nueva media Verónica hacia las verdades del general. No sirve para ganar las elecciones el progrefreapsismo kirchnerista. Aunque Alberto Fernández, enredado en las alturas —como canta Serrat— no se haya dado cuenta.

  Hay que compadecerse del Frente de Todos. Tiene un presidente que no lidera, cuando faltan dos años para el fin de su mandato. Los gobernadores se le acercan como tanteando la nada. Y Cristina intenta rescatar el barco, pero dependiendo de un resultado: el de provincia de Buenos Aires.

  Como se equivocó con Aníbal Fernández en 2015, al designarlo candidato a gobernador, erró con Alberto Fernández. Por eso, se convirtió al pragmatismo y cerró acuerdos extraños para ella en los últimos meses. Por ejemplo, con Omar Perotti, quien bajó a darle sustento en la Cámara de Senadores al pedido de la Justicia y la oposición para que se allane la vivienda de la hoy vicepresidenta. Ahí, CFK supo perdonar. En favor de Perotti, Cristina lo bajó al camporista Marcos Cleri, en 2019 y a Agustín Rossi, en 2021.

  Ayer, en su discurso, Cristina fue más allá y abrazó al peronismo. Ya no hay tiempo para florituras progres con Juan Manzur en la primera línea. Por eso, hay quienes dicen que si Perotti logra dar vuelta el resultado de las Paso en Santa Fe podría tener destino nacional. Pero, para eso, debe hacer algo para evitar que se siga regodeando la inseguridad y la violencia en Rosario.

  Tiene a su favor Perotti la inercia de los rosarinos, la naturalización de las muertes, las balaceras, el sicariato. Tal vez porque la inseguridad viene desde hace muchos años, y porque las marchas multitudinarias a favor de la paz y la seguridad en Rosario no tuvieron respuestas, el rosarino contempla la escalada de muertes como si se tratara, apenas, de un dato contable.

  Para colmo, empezó la campaña para las generales y toda la clase política está pensando en cómo ganar las elecciones y no en frenar esta seguidilla de crímenes. Nadie parece tener muchas respuestas, sería injusto reclamarle todo a la Casa Gris.

 En la campaña, a nadie se le cae una idea fuerza que cambie el destino de los hechos. Ni en Rosario ni en las candidaturas a diputado nacional y senador nacional. A veces parece que tenemos candidatos para estamentos suecos, no para la ciudad que tiene el mayor nivel de violencia del país. Los precios de las cosas y la inseguridad han logrado dejar a un costado los efectos sanitarios de la pandemia. Todos actúan como si se hubiese terminado.

  Como se preveía, la campaña tiene tres temas de los que no se puede salir, y eso es el desafío mayor para toda la clase política. Por eso Cristina, vuelve a reivindicarse peronista. No es momento para hablar de la ley de medios ni de las necesidades estéticas del progresismo.

 La continuidad en el tiempo del gobierno que vino a salvar al país de la recesión macrista, depende del precio de las cosas. Que están más caros que durante el macrismo. Por eso corre el riesgo de perderlo todo.

Fuente:La Capital

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