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OPINIÓN

15 de diciembre de 2020

El futuro de la Argentina

El país tiene posibilidades de volver a épocas de crecimiento y desarrollo, pero también puede seguir profundizando su declive. Cómo nos ven desde el exterior.

Los científicos estiman que el coronavirus, aunque haya venido para quedarse, finalmente será controlado con las distintas vacunas, algunas de las cuales ya comenzaron a aplicarse. Siendo optimistas, para el próximo invierno es esperable que la pandemia haya cedido considerablemente. ¿Volverá entonces todo a la normalidad?

En el mundo están sucediendo algunos fenómenos que, pese a ser lejanos aparentemente para la Argentina, tienen un efecto inmediato en la sociedad y en la economía.

El triunfo de Joe Biden en las elecciones les da a las relaciones internacionales un grado de mayor previsibilidad que su antecesor Donald Trump, una mancha en la historia de las democracias. Eso no significa que tras la pandemia terminará la lucha por el liderazgo mundial a través de guerras comerciales, como entre China y Estados Unidos que mantienen, con altibajos, enfrentamientos desde hace tiempo. Es probable que el gigante asiático supere en las próximas décadas a los norteamericanos como primera potencia planetaria. Eso no quiere decir tampoco que Estados Unidos salga del primer escenario mundial, lo mantendrá pero deberá compartir su hegemonía.

Ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial justamente cuando Estados Unidos se convirtió en primera potencia de Occidente y relegó a Gran Bretaña y otros países europeos que, pese a ello, continuaron siendo factores decisivos en la Guerra Fría y el desarrollo económico. Habrá que ver hasta dónde el ya bautizado “nuevo zar de todas las Rusias”, Vladimir Putin, conduce al país a su renovada aura imperial. O si la India termina de despegar pese a las terribles desigualdades sociales entre su población.

¿Cómo impactará en países emergentes como el nuestro ese cambio en el liderazgo económico mundial que se proyecta para las próximas décadas?

La Argentina integra el G-20, grupo que congrega a países que suman el 75% de la población mundial y el 85% de la producción de las riquezas del planeta. Se recordará que en 2018 la reunión anual se hizo en Buenos Aires. Este año las deliberaciones se desarrollaron, hace unas pocas semanas, en Riad, Arabia Saudita, pero en forma virtual. Las conclusiones del G-20, que no son vinculantes para los países que lo integran, tienen sin embargo la importancia de poder analizar cómo los líderes de esas naciones perfilan el futuro, especialmente tras este año pandémico. Los miembros de ese club selecto son 19 más la Unión Europea como bloque: Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, China, Francia, Canadá, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, Arabia Saudita, Rusia, Turquía, Corea del Sur, Sudáfrica, México, Brasil y la Argentina. Es indudable que en este foro de los 20 más grandes hay diferencias notables entre los países y sólo un puñado de ellos son los que marcan las directivas.

La Argentina seguramente es uno de los integrantes del grupo que demande mayor complejidad para el análisis. Con un 41% de pobreza, una economía en recesión (al igual que la de los otros países del G-20, salvo China) y un interminable enfrentamiento político interno que viene desde la independencia nacional, mantiene las dudas de siempre sobre su futuro.

Cuando el Banco Mundial se refiere al caso argentino, lo presenta así: “Con un Producto Interno Bruto (PBI) de aproximadamente 450 mil millones de dólares, Argentina es una de las economías más grandes de América Latina. Cuenta con abundantes recursos naturales en energía y agricultura. En su territorio de 2,8 millones de kilómetros cuadrados, el país tiene tierras agrícolas extraordinariamente fértiles, reservas de gas y litio y un enorme potencial en energías renovables. Argentina, que ha tenido históricamente una fuerte clase media, es un país líder en producción de alimentos, con industrias de gran escala en los sectores de agricultura y ganadería vacuna. Sin embargo, la volatilidad histórica del crecimiento económico y la acumulación de obstáculos institucionales han impedido el desarrollo del país. El desempeño económico de Argentina a largo plazo ha sido decepcionante, afectando la capacidad del país para reducir la pobreza y aumentar los ingresos de sus ciudadanos”.

Además, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tiene esta mirada: “Argentina es un país con tres premios Nobel de ciencias y dos de la paz; renombradas figuras de la cultura y el deporte; una combinación de culturas y religiones, estructuras agroindustriales, industriales y de servicios diversificadas y una sociedad civil que durante gran parte del siglo XX se destacó por ser en la región la sociedad más igualitaria y con más movilidad social, lo que la transformó en destino para inmigrantes. En América Latina fue reconocida por la calidad de sus sistemas de salud y educativo, y su PBI per cápita era el más alto de la región”.

Sin embargo, este organismo de la ONU advierte lo siguiente: “Existe otra Argentina que se manifiesta en niveles decrecientes de desigualdad en la distribución del ingreso y circuitos educativos y de salud de diferente calidad. En las últimas décadas su desempeño promedio no estuvo a la altura de las potencialidades del país. Aun así, las proyecciones indican que el ingreso per cápita de Argentina podría aumentar significativamente”.

Esas son algunas de las miradas internacionales sobre la Argentina. El mundo pospandemia podría hacernos regresar a algunos de esos mejores momentos, pero también a profundizar las dificultades. El único instrumento conocido para retomar un círculo virtuoso es la política y la toma de conciencia de que los enfrentamientos internos, y no siempre la situación global, son los que nos han sumido en años de decadencia, pero aún posibles de revertir.

Fuente:La Capital

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