OPINIÓN
4 de abril de 2025
Trump encendió la mecha: comenzó la nueva guerra comercial

Donald Trump inicia una ofensiva arancelaria. Las reacciones globales y el eco de la historia sugieren un futuro incierto para la economía mundial.
Donald Trump lo volvió a hacer. En un acto cargado de retórica nacionalista, lanzó la mayor ofensiva arancelaria de los últimos 90 años. Un arancel universal del 10 % para todas las importaciones a Estados Unidos —con excepción de Canadá y México por el T-MEC—, y castigos adicionales de hasta el 49% para casi 60 países. "Durante años, los ciudadanos estadounidenses trabajadores se vieron obligados a mantenerse al margen mientras otras naciones se enriquecían y se volvían poderosas, en gran parte a costa nuestra. Pero ahora nos toca prosperar a nosotros", dijo el mandatario, iniciando una escalada que remite, inevitablemente, a las políticas más peligrosas del siglo XX.
Los blancos no dejan dudas. China, su enemigo comercial predilecto, enfrenta un arancel del 34 %. La Unión Europea, acusada de prácticas "injustas", pagará un 20 %. Japón, Corea del Sur, India, Israel, Suiza: todos con tarifas específicas. Incluso países pobres del sudeste asiático —Vietnam, Camboya, Sri Lanka— fueron golpeados con tasas de casi la mitad del valor de sus exportaciones. En cambio, el Reino Unido fue tratado con guante de seda: solo el mínimo del 10 %.
La Casa Blanca habla de "reciprocidad", aunque muchos lo ven como proteccionismo a secas. Brasil, por ejemplo, protestó por recibir sanciones pese a haber tenido superávit a favor de EE.UU.
Las reacciones fueron inmediatas. Bruselas advirtió sobre una "espiral económica descendente para Estados Unidos y el mundo en su conjunto", Japón y Corea del Sur expresaron su preocupación y China respondió con represalias del 10 % al 15 % a productos agrícolas.
Las bolsas se resintieron, temiendo que la inflación retorne por la puerta grande. Porque al gravar las importaciones, muchos productos podrían encarecerse para el consumidor estadounidense. Incluso asesores cercanos a Trump admiten que el costo será trasladado a precios. Lo irónico es que el presidente prometió "barrer con la inflación" que heredó de Biden. Puede que la esté reactivando.
Este giro arancelario tiene ecos potentes en la historia. En 1930, EE.UU. aprobó la Ley Smoot-Hawley, subiendo aranceles a más de 20.000 productos para "proteger al trabajador estadounidense" en plena Gran Depresión. La respuesta global fue una ola de represalias: el comercio mundial colapsó, agravando la crisis.
Diversos historiadores consideran que esa serie de medidas proteccionistas empeoró la crisis económica e hizo que la Gran Depresión se profundizara y alargara, con las consecuencias políticas catastróficas a las que contribuyó, incluyendo el fascismo y la Segunda Guerra Mundial. La lección fue clara: el nacionalismo económico, en tiempos de fragilidad, puede encender incendios incontrolables.
En los años 80, Washington aplicó otra estrategia de presión. Japón, entonces potencia emergente en autos y electrónica, fue blanco de cuotas, aranceles del 100 % y presiones diplomáticas. El resultado fue mixto: Japón aceptó limitar exportaciones, trasladó fábricas a EE.UU. y cedió en semiconductores. Pero la relación se tensó durante años. Una vez más, el remedio generó efectos colaterales.
Argentina también sabe lo que es recibir el garrote comercial. En 2010, el entonces gobierno de Cristina Fernández aplicó medidas antidumping a productos chinos. Pekín respondió suspendiendo compras de aceite de soja, producto clave para el agro argentino.
La represalia duró meses, y sólo se destrabó tras costosas negociaciones. Otra lección: en guerras comerciales, los países medianos suelen salir perdiendo.
Hoy, la afinidad ideológica entre Trump y Javier Milei parece haber protegido a Argentina. El país quedó en el grupo de los que "sólo" pagarán el 10 %. Milei celebró con una publicación en X al ritmo de Friends Will Be Friends.
Pero detrás de ese festejo excéntrico, hay costos: los limones, vinos, frutas, maní y el litio argentino se encarecen en el mercado estadounidense. El impacto no será devastador, pero llega en un momento en que el país necesita exportar más, no menos.
Trump juega una partida geopolítica mayor. Intenta cercar a China como lo hizo con su primera guerra comercial en 2018, reordenar alianzas y redefinir el rol de EE.UU. en el mundo. Pero lo hace castigando a amigos y rivales por igual. En lugar de construir un frente común con Europa y Asia, los empuja hacia la desconfianza.
El riesgo no es sólo económico: es estratégico. Una guerra comercial abierta puede debilitar la cohesión occidental, acelerar la alianza entre China y Rusia y dejar a muchos países —como Argentina— atrapados entre fuegos cruzados. El proteccionismo puede sonar bien en campaña, pero en la historia, levantar muros casi siempre termina saliendo caro.
Fuente: Cadena 3

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