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OPINIÓN

5 de noviembre de 2025

El inevitable parricidio político de Milei

El inevitable parricidio político de Milei

En política, los padres suelen tener un destino ingrato: ser devorados por sus hijos. Maquiavelo, que algo sabía de eso, aconsejaba a los príncipes deshacerse de su padrino político lo antes posible. En la Argentina, esa lección se cumple con puntualidad casi italiana. Néstor Kirchner lo hizo con Duhalde. Y, en versión siglo XXI, Javier Milei parece encaminado a replicar el modelo con Mauricio Macri.

No es que Macri haya sido su mentor formal, pero Milei mismo ha reconocido que proviene de ese tronco político: el de Cambiemos, después Juntos por el Cambio, que representó -según él- un primer intento, fallido, de abandonar el populismo. Un ensayo general que terminó con el regreso del kirchnerismo. El libertario aprendió la lección y, desde el poder, busca marcar distancias. En el manual del líder, no hay lugar para sombras tutelares. 

Mientras tanto, Macri sigue moviéndose en el tablero internacional. Esta semana encabezó en Puerto Madero una cumbre de expresidentes de centroderecha -AznarFreiCalderón-, en la que se lo notó, digamos, con cierta pesadumbre. No debe haber milanesas que le hayan caído más pesadas que las del viernes pasado, cuando entre plato y plato se enteró de la renuncia de Guillermo Francos y el nombramiento de Adorni.

Desde entonces, el expresidente parece debatirse entre el deseo de apoyar y la sensación de estar siendo maltratado. En su discurso habló de “liderazgos narcisistas” que no escuchan a nadie, una frase que sonó más terapéutica que política. Del otro lado, Adorni no dejó pasar la oportunidad de recordarle que él también sostuvo a su jefe de Gabinete, Marcos Peña, contra viento y marea. Ironías de la historia reciente.

Macri, que quiso ser el arquitecto de una gran familia de centroderecha, ahora observa cómo el hijo díscolo que ayudó a legitimar le marca la cancha y le da la espalda. Milei, a su manera, está construyendo un espacio propio donde no caben tutores. Lo que para Macri es deslealtad, para Milei es independencia. 

El resultado es un vínculo ambiguo, tironeado entre la necesidad mutua y el fastidio. Macri sabe que la ola libertaria le devolvió un lugar en la conversación pública. Milei sabe que parte de su legitimidad proviene del derrumbe del proyecto macrista. Pero la convivencia se vuelve cada vez más incómoda.

En la política argentina, los ciclos se repiten con la precisión de un reloj suizo descompuesto: siempre da la hora equivocada, pero dos veces por día acierta. Milei, el antisistema, repite el ritual más antiguo del sistema. Como todo príncipe nuevo, no puede evitar el parricidio.

Fuente: Cadena 3

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