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OPINIÓN

16 de octubre de 2025

La invisibilidad, la gran discriminación que sufren los ancianos

La invisibilidad, la gran discriminación que sufren los ancianos

El vertiginoso avance del mundo nos presenta paradojas difíciles de digerir. Mientras la tecnología nos ofrece soluciones futuristas, como los robots humanoides que ya se venden en supermercados como compañía y apoyo doméstico –reflejo de una creciente soledad autoimpuesta o forzada–, la realidad social nos da un cachetazo de cruda humanidad. 

El caso de Antonio, el vecino de Valencia cuyo cuerpo fue hallado después de quince años de fallecido sin que nadie lo notara, es un eco macabro de un problema mucho más profundo: la invisibilidad.

Este caso extremo, lejos de ser una anécdota, funciona como un brutal recordatorio del "edaísmo", la discriminación por edad que castiga principalmente a las personas mayores. 

En ese marco, el congreso sobre este tema que se celebra en Barcelona, señala con precisión la raíz del problema: sociedades que han perdido la capacidad de vincularse con aquellos con quienes no comparten lazos sanguíneos o intereses directos. Los jóvenes, se subraya, rara vez interactúan con personas de otras edades que no sean sus abuelos o tíos, cimentando una desconexión intergeneracional peligrosa.

Este individualismo rampante –el "hacer la nuestra" con desinterés por lo que sucede al lado– es el caldo de cultivo para tragedias silenciosas como la de Antonio. La soledad, amplificada por una esperanza de vida cada vez mayor, se convierte en la sombra que acecha a una porción creciente de la población. La dificultad de que un vecino "se involucre" en la vida de otro, escudada en el respeto a la privacidad, es en realidad la excusa perfecta para la indiferencia.

Las propuestas que surgen desde Europa –políticas comunitarias que estimulen las relaciones intergeneracionales– deben dejar de ser vistas como iniciativas del "primer mundo" inalcanzables para nuestros contextos. 

La esperanza de vida es una realidad global y, con ella, la presencia de personas mayores activas, con un capital de talento, experiencia y humanidad invaluable. Permitir que esa riqueza se pierda en la invisibilidad de sus hogares es una negligencia social y económica imperdonable.

La pregunta que debe resonar en cada casa y en cada barrio es urgente: ¿Sabemos realmente cómo está nuestro vecino? La respuesta a esa simple interpelación define la salud de nuestra cohesión social.

Fuente: Cadena 3

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