NOTA DE OPINION
20 de junio de 2025
Siendo CEO, se quedó sin empleo en 2001 y fundó una empresa en plena crisis

En plena crisis del 2001, Alfonso Bonfiglio fundó Anclaflex con dos socios y sin mucho capital. Hoy de la empresa dependen 150 familias y exporta a varios países.
En plena crisis del 2001, cuando el país se venía abajo y miles de argentinos quedaban sin empleo, Alfonso Bonfiglio, entonces de 55 años, pasó de ser CEO en Argentina de una multinacional belga a quedarse literalmente en la calle. Había sido elegido el mejor gerente general del grupo a nivel internacional apenas un año antes. Pero como tantas veces ocurre en la historia argentina, un cambio en la casa matriz, la salida del país de algunas filiales y el derrumbe económico lo dejaron sin trabajo y sin un horizonte claro.
“No estábamos preparados. Yo no estaba preparado”, recuerda hoy con serenidad en diálogo con Cadena 3. “Primero fui a golpear puertas, a llevar mi currículum. Pero todos me decían: ‘Mirá, con esta crisis no tenés chance de reinsertarte’. Entonces dije: tengo que empezar”, relata.
Sin capital, sin oficina y con el peso de sostener a su familia, Alfonso se unió a dos amigos que también habían perdido sus empleos, Ricardo Flores y Pedro Guida. No tenían una idea millonaria ni un plan perfecto. “Muchos creen que uno emprende porque se le prende la lamparita. Pero la verdad es que nosotros empezamos por necesidad. Teníamos que generar ingresos para vivir” confesó.
Así nació Anclaflex, una empresa que hoy exporta a varios países de la región, da trabajo a 150 personas y continúa en expansión. Pero sus orígenes fueron humildes: una ex carnicería como taller, una amasadora de pan como primera herramienta y la experiencia acumulada en el mundo corporativo como única ventaja.
El producto era modesto, pero con potencial: masilla para juntas de placas de yeso. Alfonso sabía que Durlock tenía un proyecto de inversión de muchísimos millones de dólares. "Nosotros no podíamos fabricar las placas, pero sí la masilla para unirlas", explicó.
“Muchos creen que se emprende por pasión o por una idea genial. Nosotros empezamos por necesidad”, recuerda Alfonso. Con menos de 50 mil pesos entre los tres socios, alquilaron un pequeño local, apelaron a sus viejos contactos con proveedores, fabricaron una primera fórmula de masilla y salieron a vender, apelando a la confianza y a la insistencia. “Les decía a los clientes: comprame 20, dejate de jorobar…”.
Alfonso Bonfiglio y Emiliano su hijo y actual CEO de Anclaflex
La clave estuvo en aplicar el “cerebro de multinacional” que traían de su paso por grandes compañías: presupuesto desde el primer día, análisis de costos, punto de equilibrio y un plan a largo plazo. “Llamábamos a los proveedores y les decíamos: ‘Me tenés que vender al mejor precio, porque soy el mejor y voy a ser el número uno’”, ante esta situación asegura que algunos se reían y otros confiaban.
“Yo siempre digo que hay que hacerse 100 preguntas antes de emprender. Cuando vas por la 20 si tenés respuestas, seguí. No importa si es crisis o no. Si no es ahora, ¿cuándo?”, sostiene con convicción.
Durante los primeros años, todo fue esfuerzo: “Venían los proveedores y no teníamos ni sillas. Nos sentábamos en latas vacías. Pero teníamos un objetivo claro: vender lo justo para poder repartirnos algo entre los tres y seguir adelante”.
El crecimiento fue lento pero sostenido. “Durante diez años crecimos de a poco. Cada vez que el galpón nos quedaba chico, alquilábamos uno más grande. Una vez por año nos mudábamos. Hasta que en 2017 lanzamos Ancla 2020, el plan para tener nuestra propia planta”, explicó. Así llegaron a General Rodríguez, donde hoy tienen 9.000 metros cuadrados cubiertos y están ampliando con otros 4.500.
La emoción lo desborda cuando habla de sus primeros empleados: “Siempre que cuento la historia de nuestros dos primeros colaboradores me emociono. Porque en los inicios, la gente que te rodea es clave. Son esas personas que te dicen ‘vamos’ cuando todos te dicen ‘esperá’”.
Hoy, Anclaflex exporta a Uruguay, Bolivia y Paraguay. Y acaba de abrir un centro de distribución en Córdoba. Pero Alfonso no olvida de dónde viene. “Esto lo logramos con pasión, actitud y una convicción enorme. Vos podés tener estudio, experiencia, todo eso suma. Pero si no tenés actitud, no alcanza. Esa es la clave para cualquier proyecto en la vida”, analiza.
Entre sus reflexiones, Alfonso destaca que "no se trata de putear en el medio de la calle cuando te cambian las reglas", sino que "hay que sentarse, ver para dónde va el juego ahora, y acomodarse". "A veces cuesta más, pero si no hacés nada, seguro te va peor", asegura.
Además, reconoce otro elemento esencial: el respaldo afectivo: “Sin el aguante de la familia estás en el horno. Nuestras tres familias entendieron que esto iba a ser difícil. Además, desde el inicio escribimos un protocolo familiar. No queríamos que el crecimiento fuera un caos. Mi hijo fue el primero en incorporarse, y hoy es el gerente general. Durante la pandemia, él y su equipo joven salieron a la cancha mientras nosotros, los mayores, nos cuidábamos. Gracias a esa transición planificada, Anclaflex pudo seguir creciendo incluso en esos momentos”.
Sobre el cierre, Alfonso resume: “Me encanta la Argentina posible. He viajado mucho, conozco otras realidades. Pero Argentina es única. Dejémonos de joder y pensemos cómo hacer para crecer acá. Este país es increíblemente poderoso”.
Fuente: Cadena 3

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