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OPINIÓN

22 de mayo de 2025

El dilema de los menores que delinquen: un llamado a la acción urgente

El dilema de los menores que delinquen: un llamado a la acción urgente

Esta mañana nos levantamos con la noticia de un menor de 13 años que robó un auto que funcionaba como Uber. Lo hizo junto a otros cuatro menores, que atacaron a un conductor de 42 años en Barrio Marqués Anexo. Finalmente la policía logró recuperar el vehículo y detener a un menor de 13 años. Los otros cuatro se dieron a la fuga.

Lo atacaron al chofer, aunque no sufrió heridas de consideración. Lo golpearon y despojaron del vehículo y de otras pertenencias. 

Tras la detención, la policía hace el procedimiento correspondiente ante la unidad judicial. Consulta con la SENAF. Tras la consulta, la SENAF dispone la restitución del menor a sus padres. Dice que después de haber robado junto a otros un auto, golpeado a un conductor, volvió a su casa como si no hubiese pasado nada.

Nuevamente, menores involucrados y puestos a disposición de sus padres. 

Este hecho no es un caso aislado. Esto que ya viene pasando en Córdoba y en otros lugares de Argentina, donde hay menores de 13, de 14, de 10, de 11, participando en delitos. Por eso el Congreso hace rato que está demorando alguna ley para bajar la edad de imputabilidad de los menores. Y el debate sigue pendiente.

Mucha gente pregunta por qué este menor que robó el auto no terminó detenido. Bueno, porque la ley no lo permite, porque la imputabilidad arranca a los 16. Y otros preguntan por qué está bien que no vaya a la cárcel, ¿por qué no fue al Complejo Esperanza? Porque hay una resolución judicial del Tribunal Superior de Justicia que le ordena a los jueces penales, juveniles y a los fiscales, que con esa edad, 13 años, no se los puede trasladar al Complejo Esperanza.

¿Y entonces qué hacemos? O mejor dicho, ¿qué es lo que deberíamos hacer? Lo peor es no hacer nada. No hacer nada da como resultado que todo siga, ese chico el de anoche y muchos otros sigan delinquiendo. Y cuando planteo hacer algo, es hacer algo distinto de lo que se viene haciendo para que el resultado no siga siendo el mismo.

No sé si la respuesta, la solución, entre comillas, es la baja de la edad de la imputabilidad. Hoy ese menor de 13 tiene una mala vida, una pésima vida, salir con 13 a robar, en lugar de ir a jugar, o de estar estudiando. Y debe creer que esa es la vida, una vida que lo puede llevar a la muerte.

Lo que sí habría que hacer es algo que lo saque a ese menor del delito, de la calle, del robo, y que lo reencauce, para que pueda tener otra vida, una vida mejor. Repito, no sé cuál es el camino. Lo que sí me parece es que el Estado no debería mirar para otro lado, haciendo como que acá no pasó nada.

Como si anoche el menor no hubiese salido a robar, a asaltar, como para que después tenga la noche en su casa con sus padres. Pasó, pasa y seguirá pasando. Lo vemos y lo contamos, casi a diario. Sin embargo, es como si nos tapáramos los ojos y los oídos. Hacer como que no vemos y no escuchamos nada, nos deja tranquilos.

Y cierro con una metáfora. Hubo una vez en el fútbol argentino un árbitro que no sacaba una tarjeta roja casi nunca, que no cobraba las infracciones, que no cobraba las faltas. Francisco Lamolina se llama. Quedó en la historia por una frase. Ante una falta, ¿él qué decía? "Siga, siga". Y acá me parece que también: siga, siga.

Fuente: Cadena 3

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