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5 de enero de 2023

El gran reto de Lula (y de América Latina)

El año político inició temprano con la toma de posesión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva el 1 de enero, un evento que tiene repercusiones no solo en América Latina, sino en la geopolítica.

La llegada de Lula al gobierno, en medio del auge del segundo ciclo progresista, enfrenta un gran desafío para la región: reacomodarse ante los cambios comerciales que ha traído el desarrollo geopolítico. La finalidad es poder apalancar políticas internas que favorezcan a las grandes mayorías, azotadas por los problemas estructurales que apenas estaban amainando cuando llegó el ciclo corto de gobiernos de derechas y luego la pandemia y su influencia nefasta en la economía de todos los países.

La desalineación comercial de América Latina con EE.UU., sumada a la coyuntura geopolítica, le permite hallar nuevos mercados e inversionistas. Quien logre un mejor posicionamiento en los vaivenes comerciales tendrá mayores posibilidades de sacar provecho a la compleja situación mundial.

Con el creciente intercambio comercial con China, por parte de todos los países de la región (independientemente del signo político de sus gobiernos), ya los interesados en entablar serias negociaciones con el país asiático no son solo los líderes izquierdistas, sino también las burguesías, los aparatos estatales y los grupos de poder.

Es decir, el nuevo ciclo progresista ya no necesita producir giros diametrales en las relaciones diplomáticas, sino más bien profundizar los intercambios y acuerdos comerciales con países que han venido aumentando la pugnacidad con Washington. No solo China, sino también India, Rusia y otros.

Así que Lula llega en un momento en el que, por un lado, la disputa por América Latina se pone más interesante debido a sus nuevas  relaciones comerciales. Por otro lado, Brasil, y su lugar en los BRICS, se convierte en un puente desde América Latina hacia el "Oriente" del mundo, un puente cuyas bases sobrevivieron al gobierno de ultraderecha del expresidente Jair Bolsonaro, lo que significa que posee una probada solidez.

Junto a Lula, un grupo de figuras de la progresía regional viene a profundizar las relaciones comerciales con aliados estratégicos cuando en paralelo se edifica un "muro comercial" en Europa contra todo lo que no es Occidente y en el que la pugnacidad de Washington ya no es contra "terceros", como lo fueron Irak o Afganistán,  sino contra aliados comerciales de América Latina.

Estos líderes tendrán que guiar a sus países no solo en la esfera política, sino también en la esfera comercial, que sufre los rigores de la transformación del sistema que transita de la unipolaridad a la multipolaridad emergente.

En paralelo, tanto Lula como el resto de líderes deberán utilizar los acuerdos comerciales como trampolín para la atención de las poblaciones empobrecidas en sus países, garantizando que el bienestar producido no se quede en círculos económicos y políticos, lo que sería un fracaso para los gobiernos izquierdistas.

Así comienza el 2023, apuntando a los grandes retos del nuevo ciclo que apenas comienza.

Lula asume la presidencia

La toma de posesión de Lula dice mucho de lo que debería estar por venir.

Bolsonaro mantuvo una postura independiente con relación al conflicto en Ucrania, pero era una actor internacionalmente impresentable con tendencia hacia el aislamiento. Lula viene a abrir nuevamente a Brasil, la principal economía de América Latina, y eso va a tener un peso político regional inocultable.

La cantidad de líderes mundiales de diversas ideologías y posturas que se hicieron presentes, así como las temáticas que se abren (Amazonía, moneda única, el rescate de la Celac, Unasur y Mercosur, el fortalecimiento de los BRICS), visualizan al Brasil de Lula como la bujía que va a movilizar recursos y políticas con un sentido regional. Se espera una combinación efectiva de pragmatismo con el suficiente calibre ideológico como para articular los antagónicos mundos de la izquierda y la derecha, no solo de la región, también del mundo.

La presencia en la toma de posesión de la secretaria de Interior de EE.UU., la primera mujer indígena en un gabinete de ese país, Deb Haaland, crítica de Bolsonaro, trata de mostrar que Washington ha entendido la nueva situación, que también tiene mano zurda y que no solo manda garrotazos.

La especial sensibilidad por el tema de la desigualdad social, exhibida con llanto por Lula en su discurso de asunción, devela que el principal propósito, más allá de la integración regional, es el de atender a las grandes mayorías que vivieron en carne propia el ciclo de derechas pero que no están dando un "cheque en blanco" a la izquierda.

Así las cosas, América Latina y el mundo miran a Lula y al resto de líderes latinoamericanos con la esperanza que en medio de la conflictividad geopolítica en ascenso se abran espacios de encuentro y entendimiento.

Por ahora, así ha sido la toma de posesión. Falta por ver cómo será la gestión del nuevo presidente de Brasil (y del resto de mandatarios del ciclo progresista) los próximos cuatro años.

Fuente:Diario Panorama

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