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27 de mayo de 2017

De Cromañón al recital del Indio: cuando la culpa siempre la tienen la víctimas

Esta semana se confirmó que los dos muertos en Olavarría sufrieron asfixia. La pericia oficial versus la versión instalada.

En agosto de 2009 tuve, junto a otros colegas, la triste tarea de entrar al boliche Cromañón. Era la primera vez que se abrían las puertas a la prensa después de la tragedia. Para mí -y para muchos-, fue la oportunidad de cerrar el oscuro círculo que se había abierto en diciembre de 2004. Fui uno de los periodistas que trabajó la noche del incendio, fui uno de los que siguió todas las instancias del primer juicio, y poner los pies dentro del local me ayudó para comprender muchas de las cosas que había escuchado, pero que no había podido ver.

Esa mañana es una de las más angustiantes que me haya tocado vivir como cronista. Todavía cierro los ojos y puedo recrear muchas de las cosas que vi. Cada vez que lo hago - ahora para escribir esta columna por ejemplo-, vuelve a hacerme sentir ese puño que cierra la garganta, que oprime el pecho.

Siempre voy a recordar que ese mediodía, cuando las puertas se habían vuelto a cerrar detrás nuestro, un colega me preguntó: “¿Viste la guardería en el baño?”. Cinco años después la mentira seguía viva. La pregunta me tomó por sorpresa. No era una persona cualquiera la que preguntaba, era un periodista como yo, alguien que tendría que haber sabido. En mi cabeza era un hecho saldado. Yo creía ciegamente que todo el mundo tenía que saber que esa era una de las tantas cosas que se habían inventado para ensuciar a las víctimas, para hacerlos parecer inhumanos, salvajes. No había sido un mito urbano. Había formado parte de un plan sistemático en el que, además, los que murieron habían muerto por alcohólicos y drogadictos.

Para el momento de la inspección de Cromañon, ya todos sabíamos de las puertas de emergencia atadas con alambre y cerradas con candado, del desborde en la cantidad de gente que hubo esa noche, de la ausencia de controles que habían permitido el ingreso de las bengalas. Sin embargo aquella espantosa mentira primitiva de la guardería en el baño del primer piso seguía viva años después.

Esta semana tuve una sensación similar. Hace algunas horas se conoció el informe de la pericia forense sobre las muertes de Javier León y Juan Francisco Bulacio. Son las víctimas del recital del Indio Solari en Olavarría. La conclusión de la perito Mirta Mollo es contundente: murieron por asfixia. Pero no se detiene ahí. Los cuerpos presentaban golpes y moretones, signos inequívocos de aplastamiento. La pericia detalla también que habían consumido alcohol y drogas, pero no le atribuye a eso las muertes. Murieron porque les falto oxígeno por un tiempo prolongado.

El resultado llega dos meses después del recital, pero eso no es lo peor. Llega dos meses después de que alguien dejara trascender que los dos habían consumido drogas y alcohol, y que además tenían enfermedades preexistentes. Esto coincide casualmente con la estrategia de la defensa de la productora del recital, que firmó el informe forense en disidencia con ese argumento.

El trabajo estaba hecho. A una velocidad asombrosa el caso estaba cerrado. Nadie tiene la culpa más que los que murieron. Punto. Fin de la historia. Basta con volver a leer todas las notas en los diarios y los portales para ver hasta donde llegó el convencimiento de gran parte de la gente de que los que murieron en Olavarría, murieron “por drogones”. No importa que esté probado que la cantidad de entradas que se vendieron para el show superaba ampliamente las permitidas, y que llegado un punto eso ya no tenía ninguna importancia. Todos los que quisieron entraron, con ticket o sin él.

No importa tampoco que Solari tuviera que detener el recital para pedir que dejaran de empujarse. Tampoco tiene ningún sentido que hubiera una sola salida del predio para esa marea humana. Murieron porque “se pasaron de mambo”. Y esa certeza que exonera de culpa y cargo a cualquiera que tuviera que ver con la organización del show -a cualquiera, no sólo al exlíder de los Redondos- y que vuelve a las víctimas sus propios asesinos -escondiendo lo colectivo en la responsabilidad individual- seguirá latiendo en la cabeza de muchos. Aún con la pericia en la mano.

Esto no es algo que pueda resolver la ciencia. Este es el terreno del discurso. Y en esa arena la noción de que nada salió mal con la organización ya fue puesta a funcionar hace meses, y el que se oponga a esa idea lo hace porque tiene intereses oscuros, mediáticos, políticos, antipopulares. Igual que con la guardería inventada en el baño en Cromañón, seguirá funcionando dentro de mucho tiempo, mientras existan aquellos que cierren los ojos y se murmuren al oído la historia que los deje dormir tranquilos.

 

FUENTE: TN

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