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ROSARIO

22 de abril de 2021

Tres historias sobre cómo siguen en pie los agentes de salud pese al estrés, la angustia y los ingresos magros

El cable a tierra de una médica de terapia es el triatlón. El de una psicóloga, escuchar música mientras maneja de su casa al trabajo. Y el de una enfermera de Pami, bailar pole dance

Médicos, enfermeros, camilleros, psicólogos y tantos otros agentes de salud están desde el primer día asistiendo enfermos de Covid y enfrentando la pandemia. Y siguen de pie a más de un año de crisis sanitaria y atravesando la segunda ola. Estresados, vacunados, con una paga escasa y decepcionados por el poco cuidado al contagio de mucha gente, cuentan a La Capital cómo evitan estar todo el tiempo en modo Covid: qué hacen al salir del hospital y cómo tramitan su cansancio, miedos y angustias.

La médica de terapia intensiva María Jaquelina Consiglio y la psicóloga Cintia Gambutti, del Hospital Provincial, y la enfermera en terapia intensiva, Claudia Godoy, del Pami, son solo tres voces, casualmente de mujeres de la salud pública de Rosario, con la cabeza en alto a pesar de todo.

En febrero de este año, los agentes de salud nucleados en el Sindicato de Profesionales Universitarios de la Salud (Siprus) exigieron en paritarias un salario mínimo de 95 mil pesos. El monto de la recomposición salarial para 24 horas de trabajo semanales por cargo testigo en la provincia había sido estimado en base al cálculo que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Sin embargo eso no se logró y la realidad muestra otra cara.

Consiglio, de pechera naranja, vestida de pies a cabeza como médica terapista. Un médico asistente la ayuda a cubrirse tal como indica el protocolo sanitario.

Consiglio, de pechera naranja, vestida de pies a cabeza como médica terapista. Un médico asistente la ayuda a cubrirse tal como indica el protocolo sanitario.

Foto: Virginia Benedetto

"Recién en septiembre cobrarán 76 mil pesos. Profesionales como los especialistas que trabajan en sala con internación Covid, hacen 24 horas semanales pero no tienen antigüedad y no hacen guardias", ejemplifica la secretaria general de Siprus María Fernanda Boriotti.

Al panorama desolador se le suma una apenas buena: el presidente Alberto Fernández otorgó esta semana un bono a todos los trabajadores de salud del país (740 mil profesionales de los sectores privado y público), al igual que el año pasado. Con la diferencia que aquella vez fue de 5 mi pesos y esta vez será de 6.500.

"Cobramos mal y trabajamos mucho", sintetiza Consiglio, de 44 años, médica desde hace 20 y con 13 años en terapia intensiva, quien por restricciones protocolares atiende a este diario en la puerta del hospital.

Con ambo celeste, aros y anillo al tono, y zapatillas color naranja furioso de corredora, muestra una pizca de otra faceta de su vida: es triatlonista.

Con ambo de la UTI y zapatillas naranjas furiosas, del tipo que usa para correr y andar en bici al salir del hospital.

Con ambo de la UTI y zapatillas naranjas furiosas, del tipo que usa para correr y andar en bici al salir del hospital.

Foto: Virginia Benedetto

"Hoy entré a las 8 y salgo mañana a esa hora o a más tardar a las 9. Lo primero que hago es ir a nadar, correr y andar en bicicleta, también medito y hago terapia con una psicóloga", dice esta mujer separada, madre de dos hijos de 6 y 10 años, que percibió en enero y febrero por 24 horas de trabajo semanales en terapia (donde se cobra adicional por intensivismo y guardia activa) solo 60 mil pesos. Claro que engrosa su salario trabajando en otros efectores.

"El sueldo no me alcanza y eso da bronca, porque además pago ganancias. Antes, mi abuela me cuidaba los chicos, tiene 80 años y ahora no puede hacerlo más, entonces le pago como niñera a una paciente, Viviana, quien por suerte accedió a hacer el trabajo. Si no, no podría trabajar. Una no solo está con los pacientes, al límite, exigida, sino que sigue estudiando todo el tiempo y esa formación y actualización, si bien son parte del cansancio, son lo que nos da seguridad y nos hace perder el miedo al Covid", asegura.

Claro que en su trabajo tiene recompensas.

"La gente al salir de terapia nos manda fotos, nos saluda en los pasillos del hospital y nos regala cosas". También dice que la emocionan cuando se los aplaude. Pero no se deja caer en el sentimentalismo: "Lamentablemente a fin de mes no como con aplausos", dice.

Cara a cara con el Covid

Consiglio trabaja en una terapia de 18 camas, donde 15 están destinadas a enfermos de Covid. En el día de esta entrevista, cinco de esas camas están ocupadas por pacientes suyos.

"Trabajé todo el año en sala Covid, me hice el test de anticuerpos y comprobé que nunca me contagié", dice la médica que se vacunó el 10 de febrero pasado y estuvo "mal, con dolores en el cuerpo", durante todo un día.

Para ella la pandemia fue como volver a clases. "Tuvimos que aprender a vestirnos especialmente y trabajar incómodos, ponerles detergente a los lentes para que no se empañen: en la terapia te movés mucho, tanta ropa da calor, llegué a deshidratarme", cuenta antes de aconsejar que a pesar de esta segunda ola, si te protegés no te contagiás".

Todo al tono, para Jacquelina que se ríe al darse cuenta de la coincidencia. Aros, ambo y barbijo celestes.

Todo al tono, para Jacquelina que se ríe al darse cuenta de la coincidencia. Aros, ambo y barbijo celestes.

Foto: Virginia Benedetto

Dice que vio morir a más de un paciente al que sus familiares no pudieron velar, y que estuvo cerca de muchos a los que se les agravaron los cuadros hasta no poder oxigenar y llegar a la neumonía bilateral.

Evalúa que últimamente los enfermos graves son más jóvenes que el año pasado: de tener los más críticos, entre 50 y 60 años, pasaron a tener entre 30 y 45 años.

"Esta enfermedad es muy sintomática: cefaleas, fiebre, diarreas, mialgias (dolor en el cuerpo), la clásica pérdida de olfato o gusto, pero lo grave de todo eso es no poder respirar", explica y respecto a los duelos de los familiares de los pacientes cuenta la salida que encontraron los médicos junto al equipo de psiquiatría y psicología del hospital. Lo llamaron Protocolo en Situación de los Ultimos Días.

"Se permitió, con riguroso protocolo, una visita de despedida para hijos, parejas, sobrinos que no hubieran estado en contacto directo con el paciente para poder duelar de algún modo la pérdida", comenta y dice que esas muertes la conmueven pero no le dejan tristeza porque sabe que hicieron con el equipo de profesionales todo lo posible y a su alcance.

Sobrepasada

"En un año de pandemia solo paré diez días, y no continuos. Trabajamos permanentemente con la angustia ajena y también propia, pero además mi hijo que cursó primer grado se alfabetizó conmigo, me hago cargo de mi casa, vengo desde Funes todos los días en auto: me siento oscura, una está en contacto con la muerte, yo antes del Covid no era así", dice la psicóloga Cintia Gambutti, de 47 años y 19 de profesión, una mujer separada y con dos hijos, de 11 y 7 años. Una analista que por supuesto se analiza.

"Si no, sería imposible para mí transitar esta pandemia, no logro concentración ni para terminar de leer una novela", dice, lloriquea, pide disculpas y sigue.

"Estoy sobrepasada", confiesa la mujer que se despierta a las 6 y reconoce que a la noche se duerme en la mesa. "Antes al menos bailaba bachata y salsa, ahora no me da el cuerpo. Solo escucho radio y música mientras manejo de casa al trabajo: eso es un alivio".

Gambutti también trabaja 24 horas semanales en el área de Covid del Hospital Provincial, donde comenzó su carrera profesional apenas salió de la facultad y aún estaba en trámite su matrícula profesional.

Primero fue concurrente, luego trabajó ad honorem; más tarde, contratada y finalmente ingresó a la planta en 2011: año en que recién se le considera la antigüedad salarial. Hasta febrero cobró 60 mil pesos, y al igual que sus compañeros no pudo hacer uso de los seis días de imprevistos al año que les corresponden a los trabajadores de la salud de la provincia.

La psicóloga del hospital Provincial Cintia Gambutti, de 47 años y 19 de profesión, en un año de pandemia sólo descansó diez días y de manera discontínua.

La psicóloga del hospital Provincial Cintia Gambutti, de 47 años y 19 de profesión, en un año de pandemia sólo descansó diez días y de manera discontínua.

Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital

Cuando se le pregunta en qué cambió su trabajo durante la pandemia, no lo piensa demasiado y responde: "En todo".

"Antes, en el consultorio externo atendíamos a pacientes internados por una patología orgánica como un traumatismo o que habían tenido una cirugía, u oncológicos o con cuadros de consumo o abstinencia y desde la ley de salud mental, incluso nosotros pedimos internación de personas melancólicas o con un cuadro de psicosis. Ahora todo es angustia y trastornos de ansiedad: agotamiento, incluso entre los trabajadores y residentes de este hospital", comenta Gambutti.

La psicóloga amplía la postal y dice que la crisis sanitaria "complejizó todo" subjetivamente. "Pacientes, familiares, médicos y enfermeros, todos tienen miedo, pero además en terapia y en unidad coronaria no hay visitas y para el paciente esto esta soledad y aislamiento es terrible", afirma.

Gambutti antes de la pandemia bailaba salsa y bachata, para distraerse y salir del tema duelos, angustia y Covid. Ahora dice que solo escucha música en la radio cuando va a trabajar a Rosario desde su casa de Funes.

Gambutti antes de la pandemia bailaba salsa y bachata, para distraerse y salir del tema duelos, angustia y Covid. Ahora dice que solo escucha música en la radio cuando va a trabajar a Rosario desde su casa de Funes.

Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital

De todos modos, Gambutti rescata algo humano que le dejó esta pandemia.

"Antes con mucha gente del equipo profesional apenas me hablaba, ahora aferrarme al grupo me sostiene, nos sostiene". Y, al igual que su compañera médica, habla del enojo: "Me pone muy mal que se use políticamente la pandemia, no porque las decisiones no sean políticas, sino que se use algo tan grave en favor de o en contra de porque en medio están los pacientes y nosotros. Y lo de la gente que no se cuida ya no me enoja, me ofusca, me da impotencia: creo que no se dan cuenta de la gravedad y tal vez se quejen cuando no se los pueda atender por más esfuerzos que hagamos los profesionales. Y si creen que una buena obra social los protegerá más, se equivocan".

Malabarista

Claudia Godoy hace malabares en su trabajo y cuando hace acrobacias en la barra con la danza conocida como pole dance o baile del caño. Es una malabarista cuando está en la terapia intensiva del Pami I y también cuando hace figuras con equilibrio, flexibilidad y fuerza al ritmo de la música. Es la manera que encontró esta licenciada en enfermería de 34 años y madre soltera de un hijito de 7 años para escapar del "estrés, la angustia, el miedo al contagio, el dolor, el sufrimiento, la radiación, el no poder discernir el día y la noche y la muerte".

Claudia Godoy, licenciada en enfermería de la terapia del Pami I, dice que tras un año está todo el equipo cansado y que encima velaron a tres compañeros.

Claudia Godoy, licenciada en enfermería de la terapia del Pami I, dice que tras un año está todo el equipo cansado y que encima velaron a tres compañeros.

Foto: Francisco Guillén.

No es broma. Todo eso dice que se vive en terapia y todo eso se intensificó aún más en este último año de pandemia en que se murieron tres enfermeros y compañeros de su área: Norberto, José Luis y Osvaldo.

"Falleció mi papá en Formosa y no pude ir a despedirlo, en cambio velé a tres compañeros: todavía no lo puedo creer", dice la mujer conmovida, antes de recordar que juntos a sus compañeros y compañeras aplaudieron a los colegas con aplausos y llantos a manera de duelo.

Godoy se contagió de Covid el año pasado y fue internada en terapia. "Vi todo desde el otro lado: estuve dos días, este bicho de porquería me provocó tres lesiones en el pulmón. Era terrible observar el miedo en la cara de médicos y enfermeras sobre algo que no se sabía qué era. Por suerte salí, fui bien atendida, pero es fuerte: aún me agito y tengo cansancio". Ahora está vacunada.

Godoy, es una malabarista: enfermera en terapia, se ocupa sola de criar a su hijito de 7 años y baila en la barra, su escape a un trabajo arduo.

Godoy, es una malabarista: enfermera en terapia, se ocupa sola de criar a su hijito de 7 años y baila en la barra, su escape a un trabajo arduo.

Foto: Francisco Guillén.

A diferencia de otros agentes de salud, tuvo 15 días de vacaciones. Pero se sonríe al decirlo: "¿Vacaciones? Estuve encerrada en mi departamento haciendo tareas con mi hijo. No fueron vacaciones: todos estamos muy cansados, estamos más preparados que el año pasado, es cierto, estudiamos muchísimo en equipo y como nunca, pero estamos muy cansados", dice la mujer impecable, de ambo azul y naranja como sus aros, zapatillas blancas y hablar pausado que salió de una terapia de Covid de 14 camas casi completa, llevó a su hijito a la escuela, dio esta nota y sigue en marcha. Una malabarista.

Fuente:La Capital

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