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POLITICA

23 de septiembre de 2020

Dólar y cepo: ¿Y si esto no funciona?

Sin cepo, la gente se lleva los dólares de a montones. Con un cepo moderado, también. Con súper cepo, peor. Si se cierra la canilla de los dólares, presionan para retirar los depósitos que están a la vista

“El dólar ya no es sólo un refugio para el ahorro, sino que se constituyó en un índice interno de confianza política, una especie de riesgo país interno basado en el humor social y cuestiones más duras, como el déficit fiscal y la calidad institucional”. Esto dice Gustavo, un productor rural cordobés. El precio del tipo de cambio moldea el pulso de la ciudadanía más que cualquier otra variable económica, política o sanitaria. Cuando ahí hay ruido, la zozobra gana la calle.

La presión sobre el dólar ocurre en el peor de los momentos. Los 12 mil casos diarios promedio de Covid-19, una curva de muertos en ascenso y un parque de camas de terapia al borde del colapso jaquean la credibilidad de quienes impusieron una cuarentena tan temprana, argumentando que era el único camino para evitar, justamente, el colapso.

La convivencia política entre Gobierno y oposición, en paréntesis por la pandemia, explotó por los aires y ahora todo se trata de hacerle imposible la vida política al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, el líder que se encamina a ser “la” figura en el PRO.

El presidente Alberto Fernández aparece ahora más jaqueado por la tropa propia que por los amarillos. Todo empezó cuando intentó expropiar Vicentin. Entonces se corrió de la avenida del medio, en la que parecía que construiría su poder, y nada de lo que siguió después pudo tildarse de moderado: una reforma judicial para garantizar la impunidad de los investigados por corrupción; el arrebato de un punto de la coparticipación a Caba para dársela a Buenos Aires; el DNU que declara servicios esenciales a la telefonía e Internet, y la versión de que creará una empresa de telefonía móvil estatal y virtual para competirle a las que ya existen. Mientras tanto, promete una “marcha de los argentinos de bien”. Se radicaliza cada vez más.

Pero hay algo que puede salir mal. El kirchnerismo puede ser muy astuto para manejar los tiempos, construir los relatos y hasta disfrazar de épica ciertos barquinazos. Hay una sola excepción: los dólares. No alcanzan los que generamos, no se pueden imprimir y la gente los demanda, con gobierno K o con MM. No hay discurso capaz de anular esa demanda.

Sin cepo, se los llevan de a montones. Con un cepo moderado, también. Con súper cepo, peor. Si se cierra la canilla de los dólares, presionan para retirar los depósitos que están a la vista. Hay 19 mil millones de dólares en los bancos y se calcula que unos 170 mil millones afuera, drenados en la última década. Los que se fueron, no volvieron más. Ni a los bancos ni a la rueda de la producción. Están ahí, cuatro veces las reservas del Central, guardados. Desconfianza en estado puro.

Si no hay acceso siquiera a los 200 dólares al mes, la gente demandará bienes cuasi dolarizados: autos, computadoras, motos. Por lo tanto, el problema seguirá estando.

La gran pregunta es qué pasará si esto no funciona. Si con súper cepo el Central sigue perdiendo reservas, ¿qué sigue? 

Algunos señalan que puede haber todavía más restricciones: cero dólar para todos y cuotas muy restringidas para quienes tienen que importar. Así, todos los Falabella y similares, a llorar al campito. Pero allá van también los ensambladores de celulares, de motos, de autos, todos: no hay industria que no necesite algún insumo importado. Eso complica el famoso rebote con el que sueña el ministro Matías Kulfas.

La otra es blanquear un desdoblamiento cambiario: que quede un dólar oficial para exportar e importar, y quienes quieren ahorrar (o viajar, cuando se pueda) que paguen lo que valga. Eso incentiva las importaciones y desalienta a quien exporta. Ergo, tendremos menos entrada genuina de dólares, que se irán para pagar las importaciones.

La tercera opción, que nadie se anima a decir en voz alta pero que presumen todos quienes vienen comprando de a 200, es devaluar. 

El Central financió con emisión el 65% del déficit del Tesoro de 2020 y tiene previsto que así seguirá. El presupuesto de 2021 determina que no habrá pandemia, que no habrá IFE ni ATP, pero que igual el déficit será del 4,5% del PIB. 

El horizonte es más pesos. Eso implicará que estallen la pobreza y la inflación a niveles casi inmanejables. Es lo que nadie quiere, pero basta repasar la historia reciente para comprobar que siempre la película ha terminado así.

Fuente:La Voz

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