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POLITICA

23 de abril de 2017

Balcarce 50 en campaña

Tras la marcha de apoyo del 1º de abril, el gobierno vive un clima de euforia electoral. El rol de Macri en las estrategias electorales y el apoyo a Lilita Carrió

n los pasillos de la Casa rosada el cambio de clima es evidente. La euforia se ha instalado desde hace 20 días. Para ser más precisos, desde la marcha del 1º de abril la administración Macri está presa de un envalentonamiento evidente. "Estamos en condiciones de ganar las elecciones", le dice a este cronista un ministro con despacho muy cercano al presidente. "Si la macro economía llega a la gente en el día a día es indudable. Si no, también", concluye terminante el hombre de poder.

Cambiemos ha decidido dos cosas para este 2017. Que la campaña es "ellos o nosotros" y que los actos proselitistas se van a pasar en "defender los valores del modelo" antes que a los candidatos. Traducido brutalmente: "Es Cristina o Macri, es el pasado o el futuro", se anima uno de los secretarios del ministro consultado que no mide diplomacias ante un periodista. "Salvo", agrega enseguida, "en el caso de Lilita".

Elisa Carrió va conservar el lugar de super estrella electoral (sic). El presidente de la nación está dispuesto a permitirle todos los gestos exagerados en sus declaraciones, vetos en las listas o caprichos en sus posiciones porque sabe que en lo que importa hirió fuertemente a su aliada. Mauricio Macri hace mucha más política de lo que se quiere mostrar. No es un hombre ajeno a las tradiciones de tejes y manejes del lado B de la actividad pública. Acaba de borrar de un plumazo del mapa bonaerense a Carrió a pesar de que ella quería jugar allí. "La golpeó duro en el corazón del territorio electoral. Ahora la mima con adornos en el distrito sencillo de la Capital", grafica el secretario de Estado. Para ello, se le ofreció en bandeja a Martín Lousteau, su eventual oponente, que sigue trastabillando en su angustia post renuncia como embajador.

Lousteau, ya se relató en estas columnas, sorprendió a Macri en una charla en el despacho presidencial al decirle que dejaba la delegación diplomática en Estados Unidos para dedicarse a la campaña porteña. El presidente le había ofrecido volver a Buenos Aires luego de las elecciones de octubre con un posible cargo de ministro del gabinete que le diera alta exposición y así pensar en jugar para 2019. El ex ministro de Economía, un tipo brillante que debe combatir el ego propio y el de los que lo rodean, no quiso esperar. Carrió lo tiene ahora a su merced disputando al mismo electorado, parada en la ola de la popularidad y con la misma virulencia verbal de siempre. ¿Importa si se hace dos años Carrió lo elogiaba al señor de los rulos y fustigaba a su ahora aliado señor pelado? Parece que con la chaqueña eso cuenta poco. Esta "teflonada" a la hora de los archivos de sus dichos y contradichos. Basta solo pensar en sus adjetivos hacia Macri antes y después de su alianza.

Cambiemos no tiene nombres fuertes para mostrar en las boletas electorales. "No importa. Pedimos que voten al proyecto", dice otro ministro con despacho en la planta baja de la Casa de Gobierno. "Como hizo Cristina en su elección intermedia del segundo período", arriesga este cronista. En la provincia de Buenos Aires resurgió el nombre del ministro de Educación Esteban Bullrich acompañado de la interventora del gremio Somu Gladys González o del amigo de Carrió Toti Flores. Nadie mueve el amperímetro de la pasión política. En Santa Fe, ocurre algo similar; Luciano Laspina sería el deseo presidencial pero allí están los radicales disgustados con los socialistas Mario Barletta o Jorge Boasso. De paso: la relación del gobierno nacional con Miguel Lifschitz no pasa el mejor momento aunque con él haya mejor expectativa que con Antonio Bonfatti, que es el más recelado de los hombres del PS. En Córdoba, otro tanto. Diego Mestre podría ser el candidato pero, más allá de su cuestionada gestión como administrador, nadie saldría a la calle para vivar al elegido.

¿Y si se Cristina es candidata en la provincia de Buenos Aires? Aquel envalentonamiento señalado muta a soberbia entre los ministros. "Ojalá", dice uno. "Pierde seguro", agrega. La paradoja del enfrentamiento entre estos sectores llega hasta el extremo de que los más duros del PRO desean ver a la ex presidente de candidata y los talibanes cristinistas la quieren presa para organizar un nuevo 17 de octubre. No hay metáfora en ninguna de las dos descripciones. De locos.

Si a eso se le suma la actual fragmentación del peronismo que no decide si se acompaña a Florencio Randazzo (extremadamente minimizado por el gobierno) o si se espera a la líder K, por un lado, y por el otro a Sergio Massa sumido en un silencio que muchos leen como depresión por el poco avance de la construcción de la ancha avenida del medio, el cuadro oficial es de euforia.

Demasiada alegría para enfrentar una situación socio económica que no mejora. Los propios índices oficiales siguen poniendo en caída la producción industrial y el consumo. El déficit fiscal crece y se mantiene sostenido por los créditos externos que aún se consiguen sin saber hasta cuándo. Los bolsillos siguen flacos y las paritarias apenas intentan zurcir los agujeros provocados por tarifazos y aumentos generalizados. ¿Qué dicen en Balcarce 50 de esto? "El electorado está golpeado pero en las encuestas demuestra que está dispuesto a hacer un sacrificio más. Si ganamos en estas condiciones, como creemos que va a pasar, sería romper una lógica de que sólo se vota con el bolsillo", explica el ministro más encumbrado.

La otra fuente consultada muestra, sin embargo, la disparidad de miradas del propio gabinete. Porque entendámoslo: hay internas allí. Los ojos y oídos del presidente (Peña, Quintana y Lopetegui) recelan de otras extremidades del cuerpo macrista. Esta semana se leyeron versiones que mostraban, por ejemplo, a Rogelio Frigerio fuera del gabinete y a Emilio Monzó en la embajada de París. Eso no luce como posible teniendo en cuenta que el buen ministro de Interior del presidente (el que más escucha, más corrige y más hace política) sigue acumulando secretarías como la de Vivienda y, en las próximas horas, una que pertenece al área del rabino Bergman. Pero en esas disidencias está el nudo del PRO. La convicción de hay que seguir con este rumbo de ajuste porque hay margen para hacerlo y los que dicen que lo hecho ya fue demasiado y se debe pensar con más sensibilidad social.

La campaña está lanzada y no hay otro tema en la política nacional. Al punto que el Congreso permanece virtualmente cerrado salvo un par de sesiones paridas con fórceps para demostrar que 257 diputados y 72 senadores ganan su sueldo haciendo como que trabajan. Rara metáfora esta en donde a los maestros que perciben un poco más de 10 mil pesos para enseñar se le propone aceptar un plus salaria por presentismo y los custodios de la ley se llevan 10 veces más de estipendio con inasistencias perfectas. ¿Les dará apuro a los legisladores cobrar sin ir a trabajar y criticar la protesta docente? El ejemplo, como casi nunca en la Argentina, no viene de arriba hacia abajo.

 

FUENTE: LA CAPITAL

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