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ECONOMIA

27 de noviembre de 2025

Martín Redrado: “Argentina no debe quedarse sólo con el acuerdo con EE.UU.”

El expresidente del BCRA y actual titular de Fundación Capital dijo a Cadena 3 que el Gobierno debe vincularse con otros “países complementarios”. Propuso ampliar la agenda de reformas estructurales y acelerar el bimonetarismo.

Empezaste un trabajo conjunto con el IERAL, el instituto de investigaciones de la Fundación Mediterránea. ¿En qué consiste esta nueva colaboración? 

Hemos unido esfuerzos y capacidades, tanto las de Fundación Mediterránea, con más de 40 años de trayectoria, como las nuestras, con más de 30 años en la economía argentina, para intercambiar trabajos sobre la coyuntura y, sobre todo, la agenda que Argentina necesita hacia adelante. Queremos ser propositivos sobre cómo lograr un desarrollo integral del país. Nos enfocaremos en trabajos de investigación aplicada que sirvan para la toma de decisiones tanto del sector público como del sector privado. El objetivo es generar más desarrollo, empleo y producción para los argentinos.

Existen discusiones sobre reformas estructurales clave en Argentina: laboral, impositiva y previsional. ¿Planean realizar propuestas conjuntas sobre estos temas? 

Sí, las propuestas seguramente serán conjuntas. En el tema tributario, laboral y previsional, hay mucha experiencia en el equipo. En Fundación Capital tenemos trabajo avanzado en la parte monetaria. De hecho, la semana próxima, junto al presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde, profundizaremos sobre el bimonetarismo que existe en Perú y su aplicabilidad en Argentina. El bimonetarismo es una realidad en Argentina, dado que los ciudadanos ahorramos y comerciamos en dos monedas, y buscamos transparentar este sistema. Además de las tres reformas que mencionaste, agregamos la reforma monetaria, enfocada en tener un sistema financiero que pueda financiar a las PyMEs, trabajando en las políticas de encajes. También sumamos: la revolución exportadora (integración productiva y reducción de aranceles en otros países para bajar costos de exportación); la revolución de la logística (más infraestructura, puertos, rutas, trenes y transporte multimodal para reducir costos de producción y transporte); y la revolución federal (implementar corresponsabilidad fiscal con las provincias y eliminar asignaciones específicas que detraen recursos de la coparticipación). Nuestro objetivo es una agenda más amplia que evite que solo funcionen los cinco sectores que operan actualmente.

¿Si nos detenemos en la economía bimonetaria, que es una realidad fáctica en Argentina, cómo se puede lograr que este esquema se estructure y funcione, para que el dólar no sea visto como un delito o el peso como un problema? 

La manera más simple es a través de una ley que le dé curso legal al dólar. Esto implica que el dólar y el peso deben estar a la misma paridad, permitiendo que cualquier persona que posea dólares pueda usarlos para comprar en el supermercado, una farmacia, o adquirir cualquier bien, como ya sucede en lugares como Uruguay o Perú. Es fundamental que se permita utilizar los ingresos declarados. Vamos a profundizar los estudios con el IERAL que demuestran que Argentina tiene un 50% de informalidad. La clave es que los argentinos puedan usar los dólares en la vida diaria, permitiendo que las monedas convivan. El peso debe mantenerse con un Banco Central autónomo que no financie al sector público, evitando la degradación de la moneda, como ocurrió cuando el Banco Central fue usado como una escribanía o chequera del sector público.

Si bien el Gobierno afirma ir en esa dirección, ¿considera que está dando los pasos correctos para llegar al esquema bimonetario que usted propone? 

Creo que, así como se ha actuado con mucha firmeza en materia fiscal, se debería ser más audaz en materia monetaria. A mi juicio, se está avanzando de manera demasiado lenta. Hemos tenido un blanqueo y ahora se propone una ley para exteriorizar activos, pero es necesario ser más explícito y concreto: hay que permitir que el dólar y el peso tengan la misma paridad y que los argentinos elijan libremente en qué moneda comerciar, comprar o vender.

Recientemente, tuvimos una crisis cambiaria (no financiera, ya que los depósitos en dólares se quedaron en los bancos, alcanzando un máximo histórico de 35.000 millones de dólares). En ese período preelectoral, el 40% del M2 privado (billetes en circulación más depósitos a la vista del sector privado) se transformó de pesos a dólares, algo inédito. 

¿Esta conducta se atribuye únicamente al temor por el posible regreso del populismo o hubo otros errores técnicos de política económica? 

Fue una conjunción de factores, incluyendo los problemas políticos. Secuencialmente, en primer lugar, hubo un error de política económica en abril. Cuando se hizo el acuerdo con el FMI, se fijó un límite inferior de 1.000 y superior de 1.400 para el tipo de cambio, que estaba en 1.150. Ni el Banco Central ni el Tesoro compraron dólares durante el momento de mayor liquidación de la cosecha (abril, mayo, junio y julio), cuando el campo liquidó 10.850 millones de dólares. Al no acumular reservas, no se mostró fortaleza antes del período preelectoral. En segundo lugar, a partir de julio hubo una suba muy violenta de las tasas de interés, producto del desarme de las LEFIs (letras que tenían los bancos). Esto disparó las tasas de interés y generó una competencia del dólar contra las tasas, lo que paralizó los sectores productivos y el crédito. El factor político, el miedo a la vuelta al pasado, llegó al final y fue contundente, ya que la mayoría de los argentinos no quiere volver al pasado.

Usted promueve varias "revoluciones" enfocadas en la economía real. Actualmente, la actividad muestra mucha heterogeneidad. ¿Cómo cree que se proyectará esta economía real a futuro? 

Si no se toman medidas, se consolidarán solo cinco sectores: agro, energía, minería, servicios del conocimiento e intermediación financiera o crédito. El desafío es ampliar esta base productiva para integrar al resto de los sectores. El problema es que estos cinco sectores consolidados no son intensivos en la generación de empleo. Si bien se han recuperado niveles de actividad (con heterogeneidad), se han perdido 140.000 puestos de trabajo y no hay señales de recuperación. El desafío crucial para los próximos años será la generación de empleo, por lo que es vital consolidar la macroeconomía y generar una agenda productiva para aumentar la competitividad y el empleo.

¿Dónde observa oportunidades para generar empleo intensivo en mano de obra, considerando el serio problema de competitividad que tiene la industria? 

Planteamos la necesidad de reducir impuestos y los costos de transporte a través de infraestructura. Para el financiamiento de infraestructura, en lugar de la discusión entre nación o provincia, se debe recurrir a organismos multilaterales de crédito. Esto no solo baja los costos de transporte, sino que también genera empleo, incluso para sectores de menor calificación. También es crucial proyectar una Argentina productiva, lo que implica profundizar vínculos con América Latina (México, Colombia, Perú), donde las PyMEs pueden ingresar más fácilmente si se negocian bilateralmente la baja de aranceles y barreras arancelarias.

¿Cómo se vincula esta agenda de integración que usted propone con el inminente acuerdo comercial que Argentina firmará con el gobierno de Donald Trump? ¿Qué impactos, positivos o negativos, se pueden esperar de este tipo de integración? 

Veo ese acuerdo desbalanceado. Desde un punto de vista gestual, el comunicado de prensa salió solo del gobierno de Estados Unidos, cuando debería haber sido conjunto y coordinado. En cuanto a los hechos, la mayoría de los párrafos (12) detallan compromisos de Argentina: bajar aranceles en vehículos y ganado en pie, y adoptar estándares técnicos de Estados Unidos. No hay reciprocidad. Por ejemplo, se reconoce el organismo sanitario de Estados Unidos, permitiendo que productos autorizados allí se vendan directamente en Argentina, pero no se reconoce a nuestro SENASA para vender en Estados Unidos. Argentina asume una gran cantidad de compromisos, mientras que Estados Unidos solo asume cuatro. Solo la exportación de carnes tiene una proyección real, pero esto es impulsado por la necesidad de EE. UU.. El presidente Trump ha perdido popularidad debido al precio de los alimentos y necesita importar para bajar los precios. Esto se confirmó cuando Trump dictó una orden ejecutiva bajando aranceles para la importación de alimentos de otros países un día después del acuerdo.

El lado B de este acuerdo es que brindó una ayuda de 20.000 millones de dólares que permitió calmar el mercado cambiario y hacer frente a otros compromisos. ¿Considera que esta ayuda justifica el desbalance del acuerdo? 

Exactamente, esa fue la ayuda. Pero Argentina no debe limitarse al acuerdo con Estados Unidos, sino que debe buscar otros países complementarios. Mencioné América Latina, pero también Medio Oriente, específicamente Arabia Saudita, que importa todo lo que Argentina produce. Otros países importantes son India, Vietnam, Indonesia (la cuarta economía mundial), y el Norte de África. Debemos diversificarnos e insertarnos productivamente. Actualmente, el mundo busca proveedores confiables, no solo los más baratos, debido a la hipótesis de conflicto (Ucrania, tensiones con Rusia) que puede cortar las cadenas de suministro. Argentina y América Latina tienen la posibilidad de posicionarse como proveedores confiables en sectores manufacturados e industriales donde somos competitivos.

Dada la posible ideología o vocación del actual gobierno, ¿cree que el sector privado argentino tendrá que aprender a gestionar estas oportunidades por sí mismo? 

Lo ideal es que el sector público y el sector privado trabajen en conjunto. El gobierno no debe ser intervencionista, sino inteligente. Ser inteligente implica identificar oportunidades, como reducir aranceles en México para la industria vitivinícola, lo cual no es intervencionismo, sino negociación de contrapartes. Los países inteligentes aplican la "política del cuarto de al lado" (next door policy), donde el sector privado negocia junto al negociador público. Parte de la tarea de Fundación Mediterránea y Fundación Capital es concientizar a la clase dirigente argentina sobre la necesidad de este esfuerzo mancomunado. Si este esfuerzo conjunto no existe, el sector privado tendrá que duplicar sus esfuerzos para insertarse en los mercados internacionales.

Si las reformas estructurales se votan durante el verano, ¿cuándo y a qué velocidad cree que comenzarán a tener un impacto real en la economía (en el trabajador y el empresario)? 

La clave está en la profundidad de las reformas, ya que serán producto de la negociación. Con Fundación Mediterránea trabajamos en un ideal de cronograma de eliminación de retenciones en cuatro años, incentivando la formalización. El impacto depende de cuánto se reduzca el costo tributario a los sectores productivos. Si logramos reducir en un 30% el costo impositivo (retenciones, impuesto al cheque, Ingresos Brutos), el impacto se vería en la segunda parte del año en la economía real. Priorizo la baja de costos tributarios, ya que esto permite más inversión, crecimiento y, por ende, tomar más trabajadores. Si las leyes son efectivas, el efecto podría verse en el segundo semestre.

Para concluir, ¿qué libro recomendaría a los oyentes de la radio para la biblioteca virtual? 

Recomiendo dos libros. El primero es "Destinados a la guerra", de Graham Allison, cuyo subtítulo es: "¿Pueden los Estados Unidos y China escapar de la trampa de Tucídides?". Allison analiza cómo 12 de 16 casos históricos de potencias consolidadas y emergentes terminaron en conflicto militar, mostrando el panorama que maneja la dirigencia mundial. El segundo libro, que estoy leyendo, es "La hora de los depredadores", de Giuliano da Empoli. La frase central es: "El caos ya no es el arma de los insurgentes, sino el sello del poder". Este libro ayuda a entender el mundo caótico, lleno de incertidumbres, donde se mezclan lo financiero, lo político y la fragmentación.

Entrevista de Sergio Suppo.

Fuente: Cadena 3

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