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OPINIÓN

20 de noviembre de 2025

La condena que no termina de cumplir Cristina

La condena que no termina de cumplir Cristina

La discusión sobre la condena a Cristina Kirchner vuelve a exponer una tensión conocida pero pocas veces abordada con honestidad política: la distancia entre lo que la Constitución y las leyes prevén para una persona condenada y lo que efectivamente ocurre cuando esa persona es una figura central del poder. 

¿Por qué quienes enfrentan condenas firmes por corrupción no transitan el mismo régimen de cumplimiento que cualquier otro condenado en la Argentina?

La legislación es clara. Una sentencia firme implica una restricción efectiva de la libertad y un proceso de reeducación orientado a que el condenado comprenda la gravedad de los hechos que motivaron la condena. 

Sin embargo, nada en la vida pública de Cristina Kirchner sugiere que esté atravesando ese proceso. Continúa interviniendo políticamente, opinando, convocando y marcando estrategias dentro de un sector relevante del sistema político. Es decir, ejerce un rol activo como líder de la oposición, mientras su situación judicial avanza hacia nuevas etapas.

La decisión del tribunal de ejecutar e incautar sus bienes y ponerlos bajo custodia de la Corte Suprema abre otra dimensión del debate. Cuando se conoció la noticia, quedó expuesta nuevamente la magnitud del patrimonio acumulado por Cristina Kirchner y por Néstor Kirchner durante décadas dedicadas exclusivamente a la política. 

La pregunta sobre cómo se construyó semejante fortuna “en blanco”, sin contar lo asociado a supuestos testaferros investigados en múltiples causas, vuelve a imponerse por su propia lógica. Los casos vinculados a Daniel Muñoz, exsecretario privado del matrimonio, y sus propiedades millonarias en el exterior refuerzan esa inquietud.

Esa riqueza declarada, que ya fue distribuida entre sus hijos, funciona como una condena adicional en el plano político y moral. Revela una dimensión que los discursos de defensa no logran neutralizar: la del contraste entre una trayectoria dedicada a la función pública y un patrimonio más propio de grandes fortunas privadas. Y ese contraste cobra más peso cuando se lo enmarca en el sistema de recaudación ilegal que describen los cuadernos de las coimas y en las causas que aún esperan juicio, como Hotesur-Los Sauces.

En paralelo, Cristina mantiene intacto su liderazgo sobre una porción significativa del electorado. La paradoja es evidente: mientras la Justicia profundiza el proceso de ejecución de la condena, una parte del país la sigue reconociendo como su principal referente política. Esta convivencia entre condena judicial y centralidad política es uno de los rasgos más singulares del escenario argentino, y plantea interrogantes sobre la igualdad en la aplicación de la ley.

La incautación de bienes es, sin duda, un paso relevante. Pero resta definir cómo se adecuará su situación personal al régimen que corresponde a cualquier condenado. No se trata de pedir castigos extraordinarios, sino de exigir el cumplimiento de las reglas vigentes: las mismas que alcanzan a quienes no tienen poder ni representación política. Si la Justicia ya advirtió sobre las obligaciones que implica una condena firme, queda por verse si ese aviso tendrá efectos concretos.

La cuestión no pasa por restringir derechos que ya están jurídicamente limitados. Pasa por aplicar las normas en toda su extensión. ¿Cuándo comenzará a cumplirse la condena de Cristina Kirchner del mismo modo en que se cumple para el resto de los ciudadanos condenados en la Argentina?

Fuente: Cadena 3

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