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OPINIÓN

7 de noviembre de 2025

Aquí, gratis, el secreto que los kirchneristas no logran develar

Aquí, gratis, el secreto que los kirchneristas no logran develar

Han pasado 10 días ya de la elección en la que el mileísmo le arrojó un baldazo de agua fría al kirchnerismo. He mirado horas de streammings K, escuchado tardes enteras de Tenembaums, Navarros, Mengolinis y Tognettis, leído columnas y cartas de cristinas, alvarezagises, fellettises, demendigurences, artemios, gustavoscordobas, morenos y muchos más, pero no: aunque con los días se han ido acercando, ninguno ha logrado encontrar el santo grial de la explicación de la derrota K.

La que empezó, lejos muy lejos de la explicación, fue la expresidenta: la derrota fue porque “ah Kicillof el desdoblador”, porque “el cuco Trump”, porque “barones del conurbano malos” y porque “el gen de no dividirse de la derecha”. Todo mal. Todos los demás fueron por detrás agregando variaciones.

Entre otras hipótesis fueron sumando que el peronismo “no tuvo un proyecto que mostrar” (sí: hay gente que cree que lo que faltó fue encuestar a militantes o acantonarlos en un hotel sindical de La Falda a debatir propuestas, al estilo de los ochentistas congresos de profesionales justicialistas cuyos borradores eran siempre tirados a la basura); que el peronismo no tiene economistas confiables para mostrar a “los mercados” tipo el uruguayo frenteamplista Danilo Astori; que el kirchnerismo se conurbanizó; que carecieron de consignas que ofrezcan una “vida mejor“ onda “sí, hay que reformar las leyes laborales pero para acortar la jornada, no para alargarla”; que el internismo dejó con menos de un cuarto de mística en el tanque a una militancia que ya no “baja al territorio”; que la falta de elecciones internas impidió dirimir el liderazgo entre Kicillof y Cristina; que, ante esa falta de democracia interna, Kicillof no se anima a violar de una buena vez el tabú decreciente que le impide ignorar a su mamá política; que Cristina no sabe conducir el PJ nacional; que hay que retomar un diálogo con el campo, con Córdoba, con Santa Fe, etc; y muchas cosas más que ya no recuerdo.

Todos perdidísimos.

Simplones, cínicos, mala gente y buenos

Sospecho que los autores de esta enciclopedia de excusas no son todos iguales. Hay cuatro tipologías:

1- Están los populistas simplones que efectivamente creen en lo que dicen. Son los contagiados terminales del propio relato sentimental, a los que fue mucho más fácil engañar que hacerles aceptar ahora que fueron engañados.

2- Los cínicos que saben la verdad pero que jamás la van a decir porque piensan que, si lo hacen, tendrían que cerrar el kiosco y pedirle una ficha de afiliación a Karina Milei.

3- Los mala gente que saben la posta pero prefieren especular con que todo estalle para que ellos puedan escenificar otro “volveremos” con el trabajo sucio del ajuste ya hecho, como hizo Néstor.

4- Y finalmente están los de buena voluntad que tratan de expresar el nudo de la cuestión pero se abstienen porque si no tendrían que reconvertir al Partido del Estado y su legión de demagogos, ñoquis, acomodados, subsidiados, sindicalizados y proteccionados en partidos progres más o menos razonables, como los que lideran brasileños, chilenos o uruguayos. Y no están preparados para eso. No lo estuvieron ni cuando les llovía maná del cielo; ahora, a la intemperie, menos.

Atenti que aquí va

Como contribución para acelerar los tiempos -porque todo país democrático necesita un partido de izquierda razonable- les ofrecemos acá la explicación, que es muy sencilla. De hecho, consta de una sola palabra: “Inflación”.

Si quiere sobrevivir y seguir controlando al “movimiento”, el kirchnerismo tiene que explicar una sola cosa: cómo piensa hacer, si alguna vez vuelve al poder, para gobernar sin inflación. Eso es todo. Porque el 26 la gente votó con miedo, sí, pero no a Trump, sino a tener que volver a correr al súper a quemar el sueldo en aceite y fideos mientras camporistas con pecheritas simulan controlar precios. Un caos de remarcaciones paralelo al caos de las calles tomadas por piqueteros. Esa es la gran verdad que tantos “cuadros”, “funcionarios experimentados” y “militantes que conocen los barrios” no se animan a afrontar.

Es todo lo que se necesita. El resto de los melones se acomodan solos. Tanto para ganar elecciones como para gobernar, por una vez, sin hipotecar el futuro. Entiendo que no sea fácil: tendrían que cambiar el manual y abandonar todas las frases hechas con las que formatearon el analfabetismo financiero de sus propios adherentes:

1- Tienen que dejar de decir que la inflación argentina es “multicausal”, como si esto fuera una Suecia de 2% anual y no nos hubiéramos pasado las últimas siete décadas imprimiendo billetes como unos dementes.

2- Tienen que dejar de decir que el déficit no importa porque los países desarrollados tienen déficits desde siempre, ocultando que el riesgo país de esos estados es 0 y les permite hipotecarse a futuro pateando para adelante las consecuencias devastadoras que algún día sentirán.

3- Tienen que dejar de repetir el mantra de la “restricción externa” que nos lleva -¡siempre!- a una misteriosa “falta de dólares”, que, curiosamente, no sufre ninguno de nuestros vecinos. Asumir que este país en realidad tiene 300 mil millones de dólares escondidos en los colchones por pánico a confiscadores como ellos. Y reconocer que la verdad es que siempre nos han sobrado pesos que nos brotan hasta de las orejas porque populistas como ellos los imprimen sin cesar para regalar derechos ante cualquiera que se inventa una necesidad con tal de eternizarse en el poder. Y de paso quedarse con una comisión que puede asumir formas diversas que van desde coimas hasta 3.000 sueldos al cuete pagados en Aerolíneas o en cualquier otra oficina estatal o paraestatal.

4- Tienen que dejar de decir -siempre y en toda circunstancia- que la deuda no se “puede pagar” porque eso lo único que hace es seguir desapareciendo dólares en el colchón o en paraísos fiscales y porque cualquiera que aspira a gobernar sin dañar a sus ciudadanos más humildes no se lo dice ni a su almohada (googleen “default Lula”).

Néstor no se murió

No es fácil. Tienen que desmontar hasta las partes más convenientes del santoral. Ejemplo: puestos contra las cuerdas, los pocos que se animaron a decir en estos días que el kirchnerismo tiene que dejar de ser un fabricante serial de déficit e inflación intentaron dar vuelta la media: “No hay que asustarse por defender el equilibrio fiscal, ¡si nosotros fuimos los inventores del equilibrio fiscal!”.

La opereta consiste en poner de ejemplo a Néstor, porque en los años de su gestión mantuvo cuentas balanceadas. Falso. Néstor Kirchner fue un ejemplo de falta de escrúpulos -no sólo por diseñar las redes de robo para la corona por las que hoy está presa su viuda- que aprovechó el ajuste por las malas que piloteó el duhaldismo tras la caída de la convertibilidad. Néstor recibió un gasto público licuado por el fogonazo inflacionario de 2002 y apagado con tasas de interés draconianas del 120 por ciento anual, no tenía que pagar los intereses de una deuda en default, ordeñó una infraestructura de servicios públicos flamante (lo que le permitió regalar a los votantes luz, nafta, gas y agua con tarifas congeladas porque total la descapitalización de todo eso iba a demorar años en verse) y recibió de arriba una lluvia torrencial de dólares por los precios históricos máximos de los granos cuya exportación Argentina justo estaba duplicando por la Hidrovía, la soja RR y la siembra directa que construyó, autorizó y estimuló Domingo Cavallo desde la Cancillería y desde Economía en los años previos, con políticas que el kirchnerismo jamás hubiera concretado porque su demagogia le hubiera impedido confrontar las críticas pseudonacionalistas y pseudoambientalistas que tantas veces lo acobardaron en sus dos décadas de poder. Así cualquiera tiene equilibrio fiscal y no tiene que emitir.

“Volvieron” y volvió la inflación

Una vez gastadas todas esas herencias Néstor y Cristina volvieron al alegre rojo fiscal y resucitaron la inflación con políticas que fueron una peor que la otra. Eso: ellos trajeron de vuelta la inflación a un país que no la tenían y terminaron mintiendo los números del Indec y dejando de medir la línea de pobreza porque daba risa.

Y no hay diferencia, por ahora, que se zanje con una interna entre Cristina y Kicillof: él era el ministro de ella cuando esto sucedía y, como ella, jamás se anima a mencionar la palabra “inflación”. Los más hipócritas han dicho en estos días: “En 2015 Cristina tenía menos inflación que Milei”. Sí, pero la de ella venía en subida porque gastaba como si no hubiera mañana para pagar a sus aplaudidores del Patio de las Palmeras, llevarse puesta a la Justicia e “ir por todo”, mientras que Milei y la sociedad argentina son los que ponen el hombro desde hace dos años para bajarla de las nubes y, ojalá, eliminarla.

Esa es la explicación. Si Milei no fracasa y ellos no asumen esta sencilla explicación de su derrota podrán aspirar, con suerte, a mantener el 25% del voto, que es comparable a lo que pesa el Estado en la economía argentina. Porque eso son: el Partido del Estado, el de los consumidores de impuestos, el de la antiproducción, el destrabajo y el antiinterior. Ojalá lo asuman: este país necesita un progresismo en serio y civilizado, que por una vez deje de hacer muy mal el bien y muy bien el mal.

Fuente: Cadena 3

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