OPINIÓN
8 de octubre de 2025
Milei en campaña, cancelado

Milei en campaña, cancelado
En el fragor de la campaña electoral, los actos políticos suelen ser un escenario donde se mezclan estrategias, mensajes y, a veces, excentricidades. El acto de Javier Milei, donde cantó y se mostró fiel a su estilo histriónico, desató una ola de críticas y comentarios, especialmente desde sectores que lo acusaron de estar “fuera de la realidad”.
Axel Kicillof, por ejemplo, no dudó en tildar el evento de “locura”. ¿Es esto algo nuevo en la política argentina? ¿O es solo un capítulo más en nuestra larga tradición de shows políticos que, en el fondo, buscan captar la atención y desviar el foco?
No es la primera vez que un político argentino sube al escenario para cantar, bailar o hacer algo que rompa con la solemnidad esperada. Recordemos a Carlos Menem bailando con odaliscas, a José Manuel de la Sota sacando un disco con su "Apareciste tú", o a Mauricio Macri imitando a Freddie Mercury. Incluso Alberto Fernández, en sus momentos más distendidos, tocaba la guitarra en la Casa Rosada mientras el país debatía otras cuestiones.
Y qué decir de Cristina Kirchner, que en 2013, en pleno Día de la Democracia, bailaba con murgas junto a Moria Casán y Sofía Gala, mientras en Córdoba y Tucumán los saqueos dejaban un saldo de muertos. Ese mismo año, Kicillof, entonces ministro de Economía, participaba de esos festejos, aparentemente ajeno a la tragedia. ¿Era eso estar "en la realidad"?
La memoria selectiva de nuestra clase política y de algunos analistas es sorprendente. Cuando un caso es grave, como el "caso Espert", los periodistas evitamos desviar la atención con antecedentes, porque licuar la gravedad de un hecho no es justo. Pero en este caso, el acto de Milei no parece encajar en esa categoría. Fue un evento de campaña, un intento de recuperar el estilo que lo llevó a la presidencia, en un contexto donde su gobierno enfrenta desafíos y necesita reposicionarse.
Cantar seis canciones con Lilia Lemoine y Patricia Bullrich puede no ser del gusto de todos, pero no es un delito ni un escándalo. Es, simplemente, Milei siendo Milei.
Criticar el acto como un desvarío implica olvidar que la política argentina siempre tuvo un componente teatral. Desde murgas en actos oficiales hasta canciones que rozan la apología del delito. ¿Dónde estaba entonces la indignación por estar “fuera de la realidad”? La vara parece cambiar según quién esté en el escenario.
Milei, con su performance, logró lo que buscaba: correr el foco. Hoy, mientras algunos siguen hablando de su show, otros temas quedaron en segundo plano. No es una estrategia nueva, pero es efectiva. Y si bien el acto pudo ser cuestionable en gusto o timing, no es más que un reflejo de nuestra política, donde el espectáculo y la polémica son moneda corriente.
Fuente: Cadena 3

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