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OPINIÓN

8 de julio de 2025

La violencia verbal de Milei: un reflejo peligroso de las redes sociales

La violencia verbal de Milei: un reflejo peligroso de las redes sociales

En los últimos días, el estilo comunicacional del presidente Javier Milei volvió a ser tema de debate, no por su novedad, sino por su intensidad. Desde sus días como panelista de televisión hasta su rol como jefe de Estado, Milei hizo de los excesos verbales su sello distintivo. Insultos como "kukas", "zurdos", "ensobrados" o "ratas", junto con expresiones más subidas de tono, se convirtieron en moneda corriente en sus discursos, posteos y entrevistas.

Según la web Chequeado, que se dedica a verificar información, los agravios del presidente se cuentan por miles, una cifra que no solo asombra, sino que plantea preguntas profundas sobre el impacto de este lenguaje en la sociedad argentina.

No es un fenómeno aislado. El estilo de Milei responde a una lógica que trasciende nuestras fronteras: la del algoritmo de las redes sociales. En el mundo digital, la violencia verbal genera más réplicas, más "likes", más atención. Es como romper una vidriera en la calle: el estruendo atrae miradas. Pero, ¿qué pasa cuando el que rompe las vidrieras es el presidente de una nación tan presidencialista como la Argentina? El impacto es exponencial. El lenguaje del primer mandatario no solo marca la agenda, sino que contagia, para bien o para mal, a sus seguidores, a la oposición e incluso al periodismo.

El caso de Cristina Kirchner es ilustrativo. Conocida por un discurso público cuidado, aunque no exento de críticas, hoy compite en agresividad verbal con Milei. Este fenómeno de "contagio" no se limita a la clase política. Figuras como José Luis Espert, con ataques verbales intolerables contra personas como Florencia Kirchner, desataron respuestas que escalan al terreno físico, como el estiércol arrojado en su casa o incidentes relacionados con la expresidenta. Del insulto virtual al agravio material hay un paso peligrosamente corto.

El uso reiterado de la mala palabra no solo ensucia el discurso, sino que pierde su excepcionalidad y, con ello, su contundencia. Peor aún, encubre la falta de argumentos. 

Cuando un presidente recurre sistemáticamente a los exabruptos, la discusión política se reduce a un "chapoteo en barros pestilentes", dejando de lado los debates técnicos, económicos y sociales que el país necesita. Pero el riesgo más grave es otro: la violencia verbal es un empujón virtual que, con el tiempo, puede transformarse en violencia física. Los demonios, una vez desatados, son difíciles de contener.

Fuente: Cadena 3

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