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OPINIÓN

11 de octubre de 2024

Milei y el peligro del perder el control de sus insultos

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La violencia verbal y física se está convirtiendo en un tema central. Ayer se saldó el tema del recorte del presupuesto universitario, un hecho que ya hemos informado ampliamente. Los incidentes menores que se registraron en el Congreso son preocupantes y, aunque no sean de gran magnitud, la normalización de la violencia en nuestra sociedad resulta alarmante.

Lo que más inquieta es la tendencia a justificar estos actos de violencia. Es innegable que algunos se apoyan en el discurso agresivo del Presidente de la Nación para legitimar sus propias acciones violentas. Las palabras nunca son inocentes; generan hechos y pueden tener consecuencias impredecibles.

No se trata de culpar al Presidente de la violencia, pero sí de señalar que sus palabras pueden ser corresponsables de lo que ocurre. Es fundamental que un líder critique y se posicione de manera firme ante los problemas que enfrenta el país, pero también debe ser consciente del impacto que sus declaraciones pueden tener en la sociedad. Un insulto, por ejemplo, puede provocar reacciones que van desde el silencio por miedo hasta una respuesta violenta.

Cuando el Presidente se refiere a los rectores y decanos del sistema universitario nacional como "delincuentes", realiza una generalización que es injusta y alejada de la realidad. Si existen irregularidades, lo correcto es denunciarlas con nombre y apellido, no lanzar acusaciones infundadas que deslegitiman a un colectivo entero. Las palabras de quienes están en el poder tienen un peso específico y deben ser utilizadas con responsabilidad.

En nuestra radio hemos apoyado la decisión del Presidente de implementar una política de restricción económica, ya que entendemos que es un paso necesario para enfrentar la inflación. Sin embargo, no es necesario recurrir a la agresión verbal para mantener firmeza en las decisiones. Las medidas, aunque difíciles, pueden comunicarse de manera clara y respetuosa, sin necesidad de insultar.

La violencia verbal puede transformarse en hechos violentos, y esto es algo que debemos evitar a toda costa. La historia reciente nos muestra que el uso irresponsable de las palabras puede tener consecuencias graves. Un ejemplo claro son las acusaciones que el kirchnerismo lanzó contra Ernestina Herrera de Noble, donde se generaron agresiones hacia periodistas basadas en falsedades. Este tipo de situaciones resalta la importancia de ser cuidadosos con lo que se dice desde el poder.

Por lo tanto, es vital que todos los líderes políticos, independientemente de su ideología, actúen con responsabilidad. La firmeza en las decisiones no debe estar reñida con el respeto hacia los demás. La historia nos enseña que las palabras pueden herir y provocar, y es responsabilidad de quienes ocupan posiciones de poder utilizar su voz de manera constructiva y no destructiva.

Fuente: cadena 3

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