SANTA FE
6 de octubre de 2024
Cuando el hambre no espera: aumenta la demanda, las raciones se achican y no alcanzan
En barrio Pompeya, la organización Los Sin Techo lucha cada día por alimentar a cientos de niños y familias. Con recursos cada vez más escasos y esfuerzo entregan casi 200 raciones de alimentos diarios.
Las estadísticas son solo fríos números que están lejos de reflejar una realidad social. Con un 60% de los santafesinos pobres, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), las carencias se hacen palpables en los sectores más vulnerables de la ciudad de Santa Fe.
En barrio Pompeya, el Movimiento Los Sin Techo hace malabares para cubrir la demanda que a diario se les presenta. En la vereda norte de Matheu y San Juan se ubica uno de los 18 jardines de infantes que la organización lleva adelante. De lunes a viernes 12 chicos de 3 a 5 años almuerzan en la sede "Nuestra Señora de Los Sin Techo".
Desde el año pasado el menú cambió porque “no alcanza”, a pesar de que los valores de las partidas nacionales se actualizan, y se hacen malabares para elaborar 1.300 raciones diarias.
“Para hacer una comida como antes se trata de variar. En la parte nutritiva se trata de cubrir todas las necesidades”, explica Silvana Mana, docente y directora de los jardines de Los Sin Techo.
Antes se podía elaborar un plato de pollo al horno con papas, calabaza y un poco de arroz. Hoy esta variedad es imposible, pero se trabaja para solventarlo y cubrir todos los nutrientes.
En muchos casos, las raciones que se comen en el jardín es la única comida nutritiva a la que pueden acceder en el día.
Son los mismos vecinos los que describen la situación como “triste”. Cuando los chicos ingresan al jardín, los padres caminan unos diez metros para dirigirse al Centro Comunitario en donde funciona la copa de leche. En donde desde temprano se puede ver la fila de personas que llegan con bolsas y envases. Algunos están solos, otros con los chicos en brazos o en parejas.
Las puertas se abren y todos ingresan de a poco, pero en el orden que respetaron durante la espera. Las cocineras y voluntarias comienzan a repartir las porciones en los termos y botellas. Un chico que no alcanza la mesada se estira de puntas de pies para pedir la leche. Una vez que tiene el envase lleno, se va.
Desde hace tres meses Ricardo llega todas las mañanas a buscar una ración. No tiene trabajo y asegura que lo “ayuda mucho” porque no tiene de dónde sacar.
La situación que atraviesa Ricardo es la de muchos en el barrio que antes se la rebuscaban como changarines o albañiles. “Por lo menos la peleó, y esto me ayuda mucho”, afirma el vecino que busca el alimento para sus cuatro nietas. "Si sobra un poquito, lo picoteo yo", sostiene.
Una mujer con una criatura en brazos está a punto de cruzar la puerta. Carolina buscó la leche para sus cinco hijos y seis sobrinos. Lo que lleva se guarda por la mañana para que cuando vuelvan de la escuela la puedan tomar. “La situación hoy en el laburo está para atrás. No sale nada”, afirma Carolina, que es vendedora ambulante.
En una de las puntas del mostrador, una mujer empuña una lapicera y un cuaderno. Su cabeza se mueve al ritmo de las entregas. Su nombre es Elba y desde hace cinco años colabora con Los Sin Techo. Hoy es la responsable de tomar los datos de las personas que llegan a buscar alimento. Este espacio reparte en promedio entre 170 a 200 raciones.
“Falta comida”, asegura la mujer que contabiliza y registra a todos los que atraviesan el umbral de la puerta.
Hace siete años que Aurora integra el movimiento Los Sin Techo, hoy no encuentra las palabras para describir la falta de alimentos que viven las familias y las dificultades que atraviesan para alimentar a los más chicos.
El aumento de la demanda obliga a repartir las raciones de lunes a jueves porque no llegan a los viernes. En ocasiones se tuvieron que adelantar las porciones por la cantidad de gente que llega al espacio a pedir comida.
“Se está viendo cada vez más difícil. Las raciones son menos y viene cada vez más gente”, describe la mujer.
El pan solo se reparte lunes y miércoles, es martes y en el mostrador se ve una bandeja con masitas de agua que las voluntarias reparten a los vecinos con delicadeza junto con un pedazo de dulce de membrillo.
“Los chicos de 5 o 6 años vienen solos porque los padres los mandan solos a buscar la leche, eso me genera tristeza”, relata Macarena una vez que la cola se agotó.
Esta voluntaria cuenta que desde hace un tiempo el menú cambió rotundamente, cuando antes se daban huevos, fruta, cerebral y queso. Hoy se pasó a repartir pan, masita y dulce
“El pan es lo que la gente más necesita hoy en día y a veces hay gente que solo viene por eso, es muy triste”, recalca.
Las estadísticas siguen para guiar, pero el pulso lo marca la realidad de las personas que no tienen un plato de comida. Hoy muchos de los chicos que viven en Pompeya comen de lunes a jueves. No se sabe qué pasa el resto de los días.
Fuente: aire digital
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