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PANDEMIA

14 de agosto de 2021

Libros por vacunas, una propuesta irresistible en el populoso barrio Tablada

La consigna llevó este viernes a muchos jóvenes que decidieron inocularse a la Biblioteca Popular Pocho Lepratti

La convocatoria era irresistible: "Llevate un libro y una vacuna". Y funcionó. A media mañana, la cola frente a la Biblioteca Popular Pocho Lepratti, en el barrio de Tablada, daba vuelta la esquina, engordada en su mayoría por grupos de jóvenes que esperaban su turno para recibir la vacuna contra el covid. Al mediodía ya se habían aplicado más de cien dosis y casi no quedaban novelas para entregar. Cultura y salud, dos derechos que este viernes dijeron presente en ese populoso barrio de la zona sur.

La biblioteca es un lugar de referencia para los vecinos de la zona sur de la ciudad, pero hoy su rutina cambió drásticamente. En la puerta del edificio de dos plantas pintado de colores vivos se instaló el personal del Centro de Salud Luis Pasteur encargado del operativo de vacunación; adentro del salón de lectura enfermeras preparaban viales, jeringas, agujas, algodón y cinta par aplicar las dosis destinadas a la población del barrio, mayor de 18 años que aún no hubiera recibido su primer pinchazo.

"La idea es acercar el acceso a la vacuna", explica Francisco Sueiras, coordinador de Salud del distrito Sur, y señala que esta semana también se realizó un operativo de vacunación en el Punto Cuidar de Grandoli y Olegario Víctor Andrade. Mientras tanto, en el centro de salud se estaban colocando segundas dosis a personas consideradas de riesgo frente a un nuevo brote de la enfermedad.

La actividad forma parte de una estrategia mucho más amplia que desde hace ya dos meses se puso en marcha desde los centros de salud del municipio para promover la inmunización de sectores de la población que no pudieron o no supieron o no llegaron a anotarse para recibir la vacuna contra el coronavirus. Con la idea de que no quede persona sin recibir su dosis, los agentes sanitarios dejaron consultorios y oficinas administrativas para recorrer las calles de los barrios más vulnerables de Rosario. Así, ya llegaron a contactar a más de 7 mil adultos y jóvenes que no fueron vacunados.

   

Sueiras destaca que en esos recorridos encontraron a "gente que no se anotó, o que se anotó pero perdió el turno, o que cuando le tocó recibir su dosis no pudo movilizarse hasta los vacunatorios. Pero también están los que no pensaban vacunarse y se arrepintieron y esta estrategia de estar más cerca les facilita el acceso".

El turno de los pibes

Entre quienes este viernes esperaban su turno para vacunarse, los menores de 30 años llevaban claramente la delantera. Chicas y chicos, con raros peinados nuevos, con acné y cabellos de colores, con gorras y camisetas del club de sus amores. La mayoría en grupos, muchos acompañados también por sus madres. Durante varias semanas se habló de que los jóvenes eran esquivos a vacunarse, la postal desmentía el prejuicio.

Pilar era una de las tantas chicas que estaban frente a la puerta de la biblioteca. Había llegado desde el centro después de que una amiga de su mamá les advirtiera que en su barrio estaban vacunando. Ella se había anotado en el registro ni bien convocaron a inscribirse a personas menores de 30. "No es que los jóvenes no quisiéramos vacunarnos, sino que fuimos respetuosos de las personas que más necesitaban las dosis", señala.

Milagros (21) y su hermana María del Rosario (18) decían lo mismo. La menor, se inscripto para recibir la vacuna ni bien cumplió los años. "Teníamos muchas ganas de vacunarnos, en nuestra familia hay personas de riesgo y, además, es la única salida a todo lo que venimos viviendo desde hace más de un año", reflexionan.

   

Leandro (20) y Tomás (21) confiesan que hace tiempo vienen llevando la cuenta de las edades que convocan a vacunar. "Llegaron hasta los nacidos en el 99 y después se cortó porque se priorizaron las segundas dosis", explican y reconocen que algunos de sus amigos cuestionaban las vacunas "hasta que se empezó a hablar sobre la posibilidad de exigir el carné para ir a la cancha, a los boliches y a los bares". Entonces, apuntan, la militancia antivacuna se desinfló.

Un derecho

La biblioteca de Tablada lleva el nombre de Claudio Pocho Lepratti, el militante social asesinado por la policía de la provincia durante la crisis de diciembre de 2001 en una escuela del barrio Las Flores. Es un complejo donde también funciona un jardín de infantes, un espacio para la capacitación en oficios, un centro de día y una radio (La Hormiga, FM 104.3). Desde abril sumaron también una olla comunitaria que todos los viernes reparte entre los vecinos unas 150 raciones de comida que ayudan a la castigada economía de los vecinos del barrio.

"Frente a la pandemia, la idea es mancomunar esfuerzos entre las organizaciones sociales como la nuestra y el Estado. Nosotros tenemos unos 20 años en el barrio y una relación directa con mucha gente", explica Carlos Núñez, director de "la Pocho", como los vecinos nombran a la biblioteca.

Por eso, la idea de llevar el operativo de vacunación a la biblioteca fue una forma de "articular dos derechos: el derecho a la salud y el derecho a disfrutar de la lectura", señala mientras repasa los títulos de una mesa tendida de libros, novelas y literatura infantil. Al frente están Brenda Hernández y Tati Novillo, ambas bibliotecarias y encargadas de "guiar" a quienes querían elegir un libro para llevarse a a su casa.

   

Núñez destaca la asistencia de jóvenes. "Es el público que más asiste a la biblioteca -comenta-. Las organizaciones que estamos en los barrios tenemos un circuito de comunicación distinto a los que tradicionalmente se utilizan para promocionar las acciones de salud. Y eso es lo que aprovechamos en estas convocatorias".

Selfie para la profe

Tomás (18) llegó hasta la biblioteca con su mamá. Romina celebra la posibilidad de que su hijo se vacune, viven en la misma casa que sus abuelos y varios se contagiaron de covid en octubre pasado. "La pasamos muy mal", recuerda y cuenta que su hijo accedió a vacunarse gracias a la insistencia de una de las profesoras de la escuela República del Líbano que abrió el aula al debate sobre la vacuna.

"Ella fue la que les mandó por WhatsApp la invitación a vacunarse en la biblioteca y acá estamos", resume Romina mientas espera, con la gorra de su hijo en la mano, que el adolescente salga del improvisado vacunatorio.

  Después le saca una foto para mandarle a la profesora, le ayuda a acomodarse la campera y lo acompaña a elegir un libro. Se llevan dos: ella una novela, él uno de Federico Araya con el título de "Todos estamos solos".

Nada eso pasó este martes en la biblioteca Pocho Lepratti.

Fuente:La Capital

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