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5 de abril de 2021

La política, con poco margen ante la segunda ola y una sociedad agotada

Analistas sostienen que hoy son inviables las medidas más restrictivas. La autoridad del gobierno, dañada. Las elecciones, un obstáculo a la cooperación

La llegada a la Argentina de la temida segunda ola de Covid-19 enfrenta a las autoridades de todos los niveles de gobierno con una paradoja: el empinamiento de la curva demanda medidas más estrictas que tendrían mayor aceptación social después, y no antes, del desborde sanitario que se busca evitar.

La crisis toca nervios sensibles de la política: su capacidad para leer el contexto, tomar decisiones obligatorias y a la vez legítimas para la sociedad, y proveer bienes públicos en un contexto de recursos escasos.

En este sentido, toda administración debería incorporar a sus cálculos de política pública algunos datos: las fragilidades de la economía —aún en recuperación—, la relajación social y la erosión de la autoridad de los gobernantes.

De acuerdo al último informe del Observatorio de Psicología Social Aplicada (Opsa), perteneciente a la Facultad de Psicología de la UBA, el balance social del 2020 está marcado por palabras negativas como incertidumbre, tristeza, angustia, miedo, soledad, desastre y pérdida.

Se trata de un estudio que usó encuestas online geolocalizadas, que tuvo una muestra de 3.078 casos (305 de la provincia de Santa Fe) y que se realizó entre el 3 y el 10 de marzo.   

Consultadas las personas sobre las palabras que mejor definen su estado de ánimo actual, encabeza incertidumbre, y le siguen cansancio, reflexión y agotamiento.

En este marco, cientistas sociales coinciden en que el margen para medidas más estrictas es bajo.

El sociólogo Federico Zinni considera que es probable que haya un incremento de las restricciones después de Semana Santa y siguen creciendo los contagios, pero cree que se tratará probablemente de medidas limitadas, “casi testimoniales”. “La única forma de que haya condiciones para medidas de confinamiento es a partir de una situación crítica y no como forma de prevenirla —señala—. Pero dudo mucho que lleguemos a ese punto”.

El politólogo Mario Riorda observa la misma paradoja y advierte que se trata de un problema político y social serio. “Mucho razonamiento social funciona así: como sé que se vienen restricciones, aprovecho y salgo antes que me lo prohíban. O al revés, como el caso chileno que no controló el exitismo del proceso de vacunación y posibilitó un agravamiento y nuevos confinamientos”, indica el presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (Alice).

Riorda agrega otro factor: la situación de riesgo súbito, aquella en que un riesgo agarra por sorpresa a instituciones y sociedades, ya se evaporó. Sin embargo, analiza, las autoridades gestionan con el mismo chip y pretenden decidir “por todo y por todos a cada rato”. “Los límites sociales a las decisiones incómodas están cerquita”, evalúa.

Por su lado, el politólogo Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, remarca que las decisiones políticas requieren legitimidad —esto es, que la opinión pública las perciba como justas y razonables— y ese apoyo depende en buena medida de la autoridad de quien toma decisiones. “La autoridad del gobierno para liderar la crisis está lesionada —alerta el consultor—. El gobierno le propuso a la sociedad hacer un esfuerzo enorme en términos económicos y psicológicos y los resultados no fueron buenos. Además, está lesionada la posibilidad de lograr acuerdos políticos que traspasen las fronteras de la coalición de gobierno y episodios como el vacunatorio VIP minaron la autoridad moral del oficialismo para proponerle a la gente decisiones tan drásticas como el confinamiento. Esto hace que el gobierno dependa de que el propio virus genere temor en la población para que la propia sociedad se autorregule y autoconfine”.

Expectativas

Parece haber un terreno fértil para ese escenario. De acuerdo al informe del Opsa, al 73 por ciento de las personas le asusta contagiarse de coronavirus, y el 82 por ciento percibe el Covid-19 como una amenaza alta.  

Si el radio en que pueden moverse los gobiernos es limitado, y el control de la circulación del virus depende de las fibras emocionales que se activan en la sociedad, la comunicación podría tener un lugar clave.

Para el politólogo y consultor Lucio Guberman los gobiernos deberían ser cuidadosos con los anuncios y buscar un enfoque positivo. “Se debería generar expectativa a las personas de que falta poco para la vacuna y llamar a la responsabilidad social e individual —sugiere el también docente de la UNR—. Los gobiernos tendrían que informar bien sobre las campañas de vacunación —los avances, cuántas dosis llegan y en qué fecha— para que la gente espere su turno en lugar de salir a buscar el contagio”.

Romero subraya que los tres pilares de la comunicación en contextos de crisis son educar, informar y, sobre todo, empatizar. “No hay lugar para comunicaciones descontracturadas, el humor y la chicana política, y en este último punto la comunicación gubernamental ha venido fallando”, cuestiona.

En cambio, para la doctora en ciencias sociales Ana Natalucci el problema no es la comunicación, sino que el gobierno no tiene política para esta época. “No se ve estrategia de los gobiernos para ordenar algunas cuestiones, como el transporte, que sigue con las mismas frecuencias que en marzo del año pasado —apunta la investigadora del Conicet—. También se observa mucha descoordinación: Carla Vizzotti dice algunas cosas, la salen a desmentir y después se hace lo que ella dijo que había que hacer, como dar una sola aplicación de la vacuna para tener mayor cobertura”.

Lógicas contradictorias

Para agregar complejidad al asunto, la segunda ola llega en la previa de unas elecciones en las que oficialistas y opositores se juegan más que los porotos en el Congreso.

Chocan dos lógicas: por un lado, la electoral, que implica diferenciación y competencia; por el otro, la sanitaria, que requiere cooperación entre los gobiernos. De esta forma, parece difícil que se repitan fotos como las que protagonizaron el año pasado Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.

“El esquema cooperativo inicial se apoyaba, entre otras cosas, en un Ejecutivo muy dispuesto a jugar capital político y recursos en la conducción de la crisis y hoy es bastante más reluctante a hacerlo, en principio porque tiene menos de ambos”, sostiene Zinni.

Natalucci subraya las tensiones que enfrenta, por ejemplo, el jefe de gobierno porteño. “Larreta necesita diferenciarse del gobierno porque lo piden sus bases —afirma—. El 24 de marzo publicó un tuit sobre la dictadura y muchos sectores del PRO lo salieron a cruzar; si él quiere tener algunas chances de que lo elijan en 2023 necesita un apoyo que hoy no está teniendo”.

Guberman cree que entre los gobernantes predominará la idea de pasar la segunda ola de la forma más coordinada posible y después sí entrar de lleno en la carrera electoral. “La falta de cooperación puede ser un riesgo para todos”, anticipa el consultor.

Fuente:La Capital

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