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OPINIÓN

10 de julio de 2017

¿Qué se discute en estas elecciones?

CRÓNICA POLÍTICA

En las próximas elecciones se discutirá el pasado. El reciente pasado político se entiende. Imagino a algunos arrugando la frente o la nariz porque se supone que lo correcto es discutir el futuro y no el pasado. Pues bien, en este caso lo que está en el centro del debate será el pasado. ¿Y el futuro? Hay mucho para hablar sobre el tema, pero una posible respuesta a este interrogante sería que el futuro es la consecuencia de una resolución sobre el pasado, resolución que se decide inevitablemente en tiempo presente. Claro que lo que importa es el futuro, pero a ese futuro se lo construye con los diversos y contradictorios elementos que nos brinda un pasado o, para ser más preciso, los diversos pasados que suelen estar en disputa y que nos corresponde a nosotros elegir. De la política práctica Volvamos a las rutinas de la política práctica. Uno de los ejes más fuertes de la campaña de Cambiemos es advertir que una victoria de Cristina en provincia de Buenos Aires significaría el regreso al pasado kirchnerista, un pasado evaluado por un porcentaje importante de argentinos como indeseable y calamitoso. No se vota a Cambiemos solamente para impedir el retorno del kirchnerismo, pero convengamos que esa consideración o acechanza está presente y, en algunos casos, es una presencia mayoritaria. Desde el punto de vista kirchnerista, votar por Cristina es votar por su regreso, el regreso de ella y el regreso de sus políticas. En este caso, la invocación del pasado es mucho más fuerte que en el caso de Cambiemos. Para los kirchneristas el retorno de Cristina tiene el valor de lo absoluto. El “retorno” -se sabe- en el imaginario peronista es un mito fuerte, casi constitutivo de su personalidad. “Cristina vuelve”, por lo tanto, es más que una consigna electoral. O sea que el pasado político, la evaluación que hagamos de la experiencia política kirchnerista estará presente en estos comicios. Y el futuro -o los futuros posibles- dependerá de lo que se decida en las urnas. Curioso. Sobre el mismo pasado las visiones mayoritarias son antagónicas: para unos representa el infierno, para otros, el paraíso; para unos fue una desgracia, para otros una bendición. Se dirá que es un debate instalado sobre ejes falsos, porque ocurra lo que ocurra el pasado no vuelve. Y es verdad. El pasado no vuelve, pero las imágenes, las visiones o los deseos que tenemos de ese pasado intervienen en el presente y de alguna manera modelan el futuro. En el que caso que nos ocupa, el retorno del pasado es un deseo del kirchnerismo, porque para Cambiemos de lo que se trata es de impedir ese regreso. Pero lo que importa es que tanto para unos como para otros el pasado en sus versiones positivas o negativas es lo que intervendrá en el tiempo presente. No todos los dirigentes y votantes consideran que ésta es la opción principal. De hecho Randazzo, Massa y la izquierda no piensan exactamente lo mismo. Convengamos de todos modos que la polarización entre Cristina y Macri o entre kirchneristas y Cambiemos es mayoritaria. Se podrá discutir si Macri acierta o no confrontando con Cristina, pero lo que parece estar fuera de debate es que esa polarización está presente en la sociedad y no es el producto de una acción deliberada de algunos de los protagonistas de la política. En este desafío cuyo eje decisivo -pero no exclusivo- se desarrollará en provincia de Buenos Aires, Cambiemos logró el mejor de los escenarios posibles. Es decir, que el peronismo se fragmente en tres candidaturas. Un escenario favorable es importante, pero habrá que ver si es decisivo. Por lo pronto, Cambiemos está mejor posicionado. Pero nada más. De acá a octubre y con unas Paso de por medio pueden pasar muchas cosas y lo menos aconsejable en estos casos es festejar por anticipado o subestimar al adversario. ¿Aprenderán de una buena vez los dirigentes que en política el exitismo suele ser la antesala del fracaso o la derrota? Pasado y futuro Para el kirchnerismo la victoria de Cambiemos significaría el afianzamiento de un proyecto neoliberal con sus secuelas de ajustes, concentración de la riqueza, sometimiento a los poderes internacionales, caída de los programas sociales y empobrecimiento de los sectores populares. ¿Es así? La identificación de Cambiemos con algunos preceptos liberales es evidente, pero de allí a reducir su proyecto político a lo que el populismo califica como neoliberal, algo así como la encarnación de todos los males de la humanidad, hay una gran distancia. Lo que ningún dirigente de Cambiemos va a desconocer es su identificación con la economía capitalista, la propiedad privada de los medios de producción y la capacidad del orden capitalista para asegurar crecimiento y prosperidad. Nada más y nada menos. ¿Tiene algo que decir el kirchnerismo respecto de la propiedad privada y la creación de riquezas? Supongo que salvo la retórica, una multimillonaria como Cristina no tiene nada que decir. O sea que aquello que diferencia a Cambiemos de las versiones calificadas como neoliberales es no reducir la complejidad de lo social y político a la exclusiva variable económica. Como dijera Compte Superville, el mercado como asignación de recursos parece ser hasta la fecha el sistema más efectivo o menos malo, pero de allí a promocionar una sociedad de mercado hay una larga distancia. A la hora de jugar con el uso de las palabras, podríamos decir que Cambiemos adhiere a las versiones liberales del capitalismo pero no es neoliberal. Las opiniones de los principales intelectuales locales del neoliberalismo, cada vez más crítica contra Cambiemos, son un testimonio de la distancia existente entre Cambiemos y el neoliberalismo. Guste o no a los kirchneristas, Cambiemos no es neoliberal o “liberista”. Tampoco el gobierno de los ricos y los millonarios, una simplificación interesada que no da cuenta de las mediaciones de la política y las nuevas estrategias de las derechas a la hora de asumir las responsabilidades del poder en el siglo XXI. El futuro dirá acerca de esta experiencia política, pero más allá de esas incertidumbres lo que importa tener presente es que Cambiemos no es lo que el kirchnerismo dice. O por lo menos no lo es en los términos catastrofistas que lo plantea. Las impugnaciones de Cambiemos al kirchnerismo también son duras. Por lo pronto, lo que aparece en primer plano es la corrupción, la corrupción ya no como una anécdota o la actividad ilícita de funcionarios menores, sino la corrupción organizada y alentada desde la máxima cumbre del poder. “Cleptocracia” se ha calificado al régimen cuyo fundamento es el robo. ¿El populismo conduce inevitablemente a esta realidad? Hay abierta una discusión al respecto, al punto que se ha llegado a decir que el kirchnerismo sólo ha “tomado” del populismo sus rasgos externos, porque fundamentalmente se trata de un dispositivo de poder cuyo objetivo central fue la acumulación ilegal de riquezas. Visto desde esta perspectiva la variable corrupción para Cambiemos es decisiva. Y además verificable, porque efectivamente la corrupción en los años K fue escandalosa, como lo prueban las diversas evidencias y procesos abiertos contra funcionarios que en más de un caso fueron sorprendidos con las manos en la masa. A modo de síntesis, podría decirse que en las elecciones de octubre no sólo es el pasado lo que se debatirá, sino que ese debate se expresará entre los electores a través de imágenes. El kirchnerismo insistirá en que se debe votar con el bolsillo, especulando con que los apremios económicos, también evidentes arrastrarán a los votantes a apoyar a la candidata que se presenta como al opositora más intransigente. Por su parte Cambiemos insistirá en que el retorno del kirchnerismo significará no sólo el regreso de la corrupción, sino el de un ensayo político y social que más allá de la propaganda populista no resolvió ninguno de los problemas sociales que prometió y en más de un caso los agravó hasta llevar al país al borde de su quiebra económica y social. Las urnas nos esperan. Fuente: El Litoral por Rogelio Alaniz [email protected]

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