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19 de abril de 2020

La hora de un estadista

La propuesta al FMI encierra una oportunidad, aunque puertas adentro subyacen internas y prosperan conspiraciones contra la inversión en el país.

Federico Aguer 
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Argentina necesita resolver el problema de su deuda. La propuesta enviada al FMI es agresiva, y reclama una quita del 62% sobre los intereses, tres años de gracia en los pagos, más un 5% de quita sobre el capital, entre otras cosas. Para algunos, el inicio de una negociación. Para otros, el virtual anuncio de default. Lo cierto es que el ministro Guzmán anunció que "no podemos pagar más". Si la jugada sale bien y los bonistas acceden, habrá que crecer a índices inviables con el esquema fiscal actual. Para ello, se requeriría de una reforma impositiva que permita recuperar la inversión, fomentar la producción y potenciar fuertemente las exportaciones como fuente de ingreso de divisas.

Sin embargo, la remanida receta de sucesivos aumentos impositivos (que nacen como provisorios y quedan de regalo a las nuevas generaciones), no hace más que dinamitar cualquier esperanza en este sentido. La devaluación del peso y la consecuente disparada del dólar inhibe cualquier proyecto de inversión productiva en el campo.

La insistencia de la vicepresidenta en retomar la actividad parlamentaria sólo para sancionar esta norma, no hace más que desnudar la obsolescencia de un mecanismo que agravó esta tendencia. En vez de recaudar más donde ya no hay, deberían esforzarse en recuperar el dinero de la corrupción, por ejemplo.

El aislamiento social y obligatorio está dando resultados, manteniendo bajo control a la pandemia, aún a costo de acelerar el desenlace de una crisis económica de arrastre.

La oportunidad histórica está servida, en un momento que se avecina como doloroso y crítico. Pero hoy tienen con qué avanzar. Habría que remontarse a mediados del Siglo XIX para poder comparar la suma del poder público que goza la gestión de Alberto Fernández. Con el Congreso y la Justicia sin trabajar, con el aval de la oposición y de la mayoría de la prensa, es momento de trazar objetivos comunes.

Lastimosamente, el miedo es una herramienta poderosa de control social. Y ofrece una tentación difícil de resistir para aplicar herramientas totalitarias de las que podría costar caro salir.

Si no toman decisiones abarcativas y con la grandeza que la coyuntura requiere, podría retornar la violencia y la intolerancia, experiencias demasiado dolorosas que todavía resuenan en nuestro reciente colectivo social.

 

fuente: campolitoral

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