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CAMPO

8 de abril de 2019

La mala palabra: cuando los agroquímicos se transforman en “agrotóxicos” y las pulverizaciones aéreas son “fumigaciones”

El debate entre ambientalistas y el presidente Mauricio Macri, reabrió una grieta que sigue sin encontrar final. ¿Cómo es el modo correcto de referirse a los insumos agrícolas y a las prácticas de manejo en relación a la aplicación de plaguicidas?

Frente a la problemática que se vivió en los últimos días entre ambientalistas y el presidente de la Nación, Mauricio Macri por las aplicaciones de fitosanitarios, Infocampo acerca información en relación a los modos correctos de denominación de cada práctica y producto. 

Es que el debate generó ciertas confusiones en los conceptos y en las explicaciones en relación a cada manejo. Por eso, los invitamos a repasar una información exclusivamente académica, divulgada por el INTA y la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA).

 

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¿Agroquímicos o agrotóxicos?

Daniela Verzeñassi, coordinadora de la Asociación por Entre Ríos sin Agrotóxicos Basta es Basta, remarcó que el presidente “dijo una barbaridad atrás de otra” cuando el mismo aseguró que “el fallo es irresponsable porque pone en riesgo más del 20% de la capacidad productiva agroindustrial de la provincia” y que es un “fallo absurdo que no se basa en ningún rigor científico, poniendo en peligro el trabajo de muchos entrerrianos”.

Es muy común dentro de la jerga de los ambientalistas escuchar palabras como “agrotóxicos” o frases como “fumigación aérea, fumigación en escuelas rurales con agrotóxicos” y similares. Sin embargo, estas palabras son incorrectas según los profesionales del rubro, quienes aseguran que existe una denominación subjetiva y que no hace referencia a un concepto académico ni científico.

Tal es así que hace un par de años el INTA prohibió el uso de la palabra “agrotóxico” en sus materiales institucionales y lo difundió en la sociedad a través de una orden interna firmada por el ingeniero agrónomo Hernán J. Trebino, que citamos a continuación:

“Estimados Directores: En las comunicaciones de los profesionales, así como en los materiales impresos, virtuales, o en cualquier otro tipo de comunicación institucional correspondiente al INTA o a alguna de sus unidades, Programas, Proyectos, o instrumentos de intervención, cualquiera sea su categoría, deberá practicarse una abstención irrestricta del empleo del término “agrotóxico”. Se debe emplear “productos fitosanitarios” o “agroquímicos” en vez de “agrotóxicos” o cualquier otra referencia que implique un posicionamiento sobre estos productos que no se corresponde con decisión institucional alguna”.

Pulverizaciones aéreas

En cuanto a las definiciones y conceptos del proceso de pulverización aérea, existe en la sociedad una confusión al denominar esta herramienta como “fumigación aérea”.

El material detallado a continuación, elaborado por profesionales y docentes de la materia “Protección Vegetal” de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, lo explica en detalle:

 

Técnicas de aplicación de un plaguicida

Las técnicas de aplicación se clasifican según el estado físico del volumen a aplicar:

Liquido: pulverización
Solido: espolvoreo, distribución de cebos
Gaseoso: fumigación

Dentro de la aplicación de productos en estado líquido, la pulverización es la forma más ampliamente utilizada en cultivos extensivos. La misma consiste en un proceso mecánico de fragmentación de un líquido empleado en forma de gotas.

Consiste a la vez en la dosificación y distribución de un plaguicida, empleando como vehículo un líquido, que generalmente es agua.

La pulverización se realiza mediante pulverizadoras, que son equipos constituidos por un depósito con agitadores, que mantienen en intima unión el producto y el agua. Por una bomba, obliga al caldo de aspersión a salir a través de las boquillas, dividiendo en gotas de diámetro variable y dispersándolas sobre el terreno o cultivos. Un tipo de pulverización altamente difundido para algunos establecimientos, son las pulverizaciones aéreas.

Pulverizaciones aéreas

Es una herramienta importante para la realización de tratamientos en cultivos extensivos, cereales, oleaginosas y plantaciones forestales. Permite el tratamiento de grandes áreas en un tiempo reducido y en el momento más oportuno para el control de la plaga. Evita la compactación del suelo y el daño al cultivo.

Asimismo, son eficaces cuando el cultivo se encuentra muy desarrollado, el cual no permite el ingreso de equipos terrestres y además, cuando las condiciones del terreno impiden el acceso de equipos aspersores con ruedas.

Por esta vía, se pueden aplican fungicidas, insecticidas, herbicidas, defoliantes, desecantes y también fertilizantes.

En cuanto al equipo, la barra aspersora debe estar ubicada detrás y por debajo del borde de fuga alar, aprovechando la corriente de aire descendente en ese sector. La formación de la gota, puede realizarse por energía hidráulica, utilizando pastillas tipo abanico o cono o, mediante energía centrifuga, a través de cabezales rotativos de malla (micronair) o de discos.

Limitaciones de la aplicación aérea:

• No puede utilizarse en parcelas pequeñas (menores de 30 ha) ni en terrenos inclinados (ya que dificultan la operatoria)

• Con condiciones meteorológicas desfavorables (viento, temperatura elevada, humedad relativa, lluvia, etc.)

• Con grandes distancias entre lotes y pista

Otro de los factores que afectan la distribución de la aplicación aérea es el vuelo. El mismo debe ser recto y niveladoAdemás, la altura de vuelo debe ser mantenida en forma constante durante todo el tratamiento, ya que juega un papel muy importante en la eficiencia de la aplicación:

A baja altura (menor a 2m) se forma una turbulencia por el choque del chorro de aspersión con el cultivo, originando deposiciones irregulares alejadas y por o tanto, desuniformidad en la aplicación.

A elevada altura (mayor a 6m) las gotas permanecen mucho tiempo en el aire antes de dirigirse al blanco, y aumenta el riesgo de la deriva (exoderiva y termoderiva)

Altura óptima (entre 3 a 5m) desde el ala al blanco de aplicación, dependiendo de los cultivos a tratar. Recomiendan tres a cuatro metros para boquillas comunes y cinco metros para los aspersores rotativos.

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