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OPINIÓN

30 de julio de 2018

El kirchnerismo busca discurso y candidato

En medio de la grave crisis económica y las dudas de los votantes al gobierno nacional, las miradas vuelven sobre la oposición. Perfil de un santafesino en campaña, anterior a la grieta.

Durante el primer año de gestión de Mauricio Macri, la oposición kirchnerista se empeñó en crear unas consignas que la realidad tornaba humorísticas.

 

Aquello de “resistiendo con aguante”, o “Macri basura, vos sos la dictadura”, tan bien resumido simbólicamente en la negativa de la presidente saliente a entregarle el bastón de mando al presidente fue visto por los demás (dos tercios de la población) como lo que era: una reacción sectaria, antidemocrática.

 

Luego, en medio de 2016, parecía que la oposición podría ser hegemonizada por otras opciones, pero ganó la grieta, también alentada por la Casa Rosada para las elecciones de medio término.

 

La derrota de Cristina Kirchner, en octubre de 2017, obligó a la principal fracción de la oposición a buscar una nueva estrategia discursiva, además de procurar otros nombres. Como ella fue vencida por una figura tan poco sustancial como Esteban Bullrich, no quedaron más excusas. Hoy, se acepta en parte del kirchnerismo que no puede volver a ser candidata, al menos por ahora.

 

El último ensayo nacionalista titulado “la Patria está en peligro” también se desintegró velozmente, no porque la situación económica carezca del dramatismo de esa frase, sino porque los que realmente están en peligro son el empleo, el salario y el acceso a bienes elementales para las capas medias y bajas. El kirchnerismo, sin dudas peronista, repele los discursos clasistas y prefiere decir cosas como “la Patria es el otro”. No es casualidad que también la Mesa de Enlace -que pusiera en jaque al gobierno de CCK- identificara al campo como “la Patria”.

 

Textuales

 

Ha sido el macrismo el encargado de darle a la oposición K un dispositivo propagandístico mucho más eficiente, que gana terreno desde que se instaló el derrumbe del peso y la celebración de los despidos por los funcionarios encargados de enviar los telegramas (véase Hernán Lombardi).

 

Consiste en lo obvio: mostrar unos breves videos del presidente de cuando era candidato y hablaba de asuntos como devaluación, inflación, desarrollo industrial o promoción del trabajo. Están disponibles en Internet, tienen el sello de los medios de comunicación más importantes que lo entrevistaron, provienen de otro contexto y realmente funcionan. El choque entre aquellas opiniones y la realidad actual es violento, demoledor.

 

Los críticos del gobierno nacional tienen ahora otra arma discursiva letal: las comillas. Las usan para señalar frases completas de los funcionarios o los diputados de Cambiemos. Y no agregan más.

 

Los memes son a la propaganda política lo que los volantes anónimos, arrojados debajo de la puerta, entregados de mano en mano en medio de una multitud que daba alguna protección, eran a la militancia hace unas cuantas décadas atrás. Ahora se distribuyen viralmente: siempre hay alguien dispuesto a reproducir rápido lo que sea, con la sola condición de que refuerce su posición o -como hoy ocurre con algunos ex votantes de Cambiemos- su cambio de posición. (No todos pueden ser Tomás Abraham para mostrar su decepción en extensas entrevistas).

 

Conclusión: no hacía falta convocar a la patria, bastaba con confrontar al macrismo con sus propias promesas. El problema es que esa crítica no construye un discurso político nuevo.

 

Silencio

 

Por estos días, dentro del kirchnerismo fue un santafesino el encargado de cruzar a Miguel Ángel Pichetto quien había procurado devolverle a Cristina algún protagonismo, sacarla de su penitente, inteligente, silencio.

 

Por ese espacio, habló Agustín Rossi, precandidato a presidente y jefe de la bancada de diputados del Frente para la Victoria, es decir, el lugar de poder más importante que conservan los dirigentes K.

 

El “hermano de Alejandro” (ésa es la acusación más dura que le ha podido propinar Lilita Carrió) recorre la provincia de Buenos Aires desde hace tiempo y esta semana comenzó con las ciudades cordobesas que nadie visita en vacaciones, las de la zona núcleo.

 

El famoso traje

 

Rossi logró un acuerdo con Omar Perotti en el que ambos no se han molestado en sus aspiraciones (el rafaelino otra vez intentará ser gobernador) y el jefe de la bancada K se probará el famoso traje de candidato.

 

Rossi tiene una historia anterior al kirchnerismo. Es uno de los pocos peronistas que se opuso al menemismo cuando eso significaba casi el destierro y ha pasado por la función pública sin procesos penales que lo obliguen a dar explicaciones cada vez que enfrente un micrófono.

 

No abundan en el kirchnerismo dirigentes con ambas cualidades. En todo caso, se le podrá reprochar su coherencia.

 

Ahora que los medios le brindan generosos espacios, a Rossi lo persiguen -sobre todo en redes- aquellas fotografías junto al represor de la dictadura militar, César Milani, elegido por Cristina Kirchner jefe del ejército durante su gobierno.

 

Amigos del Face

 

Rossi se ha quitado el bigote y habrá que ver de cuánto más se despoja. “Soltar”, dicen ahora los jóvenes para describir un cambio, aun un cambio doloroso pero capaz de permitir alguna una evolución.

 

El discurso de Rossi está por ahora volcado a sus compañeros de militancia. Los necesita. Con ellos mantiene un contacto constante desde que terminó el gobierno anterior, nuevas tecnologías mediante, “para saltar el cerco informativo”, una expresión muy cotizada en el mundo K.

 

Tiene más de 208 mil seguidores en Face y casi los mismos “me gusta”, pero su desafío es hablar más allá de ese sector, algo que aunque le cuesta lo intenta. Hace unas semanas les pidió a sus seguidores “indultar” a los votantes de Cambiemos. ¿Puede esta sociedad soportar una palabra desagradable a ambos lados de la grieta?

 

Rossi fue el primero en llevar adelante alguna autocrítica sobre las causas de la derrota de 2015. Con los límites que le impondrá su coherencia, construirá su discurso según a quiénes elija hablarles. Antes, debe dar garantías de no ser un candidato tapón, puesto al solo efecto de que espere Cristina su momento. Y sobre todo, debe poder significar algo nuevo.

 

FUENTE: EL LITORAL

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