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AGROPECUARIAS

2 de abril de 2018

La prioridad del gigante asiático ya no es la seguridad alimentaria

El gobierno chino la considera garantizada por su producción de alimentos y los granos de Sudamérica. Ahora, la meta es el alza sistemática de los ingresos de su población.

China es el mayor productor y consumidor de alimentos del mundo. Produjo 680 millones de toneladas de granos e importó 120 millones para la alimentación animal (en primer lugar soja por 90 millones de toneladas) en 2017. Significa que toda modificación en la seguridad alimentaria china afecta las tendencias del mercado mundial. China es el centro y eje de la demanda global: allí se forjan las pautas del comercio agroalimentario en el siglo XXI. Lo fundamental que ocurre en la República Popular es que en 3 años desaparece la pobreza extrema, en su totalidad de carácter rural. Restan 30 millones de pobres, después de que fueron 810 millones en 1980. En los últimos 5 años, 68 millones de campesinos pobres han dejado de serlo, y serían 10 millones que abandonarían esa condición en 2018. El resultado es que la diferencia en los ingresos de China ha comenzado a reducirse, con un alza del PBI per cápita rural que crece por encima del urbano (a un ritmo del 8,5% anual en las regiones agrícolas versus un 7,4% en las ciudades). Recíprocamente, el consumo doméstico de agroalimentos aumenta sostenidamente, porque la población rural destina una parte mayor de sus ingresos a la alimentación que la urbana. A partir de 2007, ha cambiado drásticamente la política agrícola china. La prioridad no es ahora la seguridad alimentaria –a la que consideran garantizada por la producción interna más las importaciones de soja y maíz del Hemisferio Americano-; y ha sido sustituida por la búsqueda del alza sistemática de los ingresos reales (dentro de esta tendencia hay que colocar el proceso en marcha de reducción de la pobreza). Por eso se eliminaron todo tipo de impuestos agrícolas en 2004/2006 (una novedad absoluta en los 5.000 años de historia china). Además, se implantó un sistema intensivo de subsidios para el uso de insumos agrícolas (fertilizantes, combustibles, maquinaria agrícola, semillas de última generación etc); y se estableció un mecanismo de aseguramiento que cubre todos los riesgos de la producción agroalimentaria. A ese efecto, se creó un “Fondo Agrícola” de 300.000 millones de dólares por 5 años, que ha sido renovado con posterioridad. También se inauguró un sistema de seguridad social que cubre a los 1.340 millones de habitantes, y en primer lugar al 40% que todavía mantiene una condición rural. Los cambios institucionales –nuevo “Régimen Agrícola” de 2011- canalizan esta tendencia a aumentar los ingresos reales del campesinado por encima del promedio nacional, esencialmente urbano. Esto sucede, cuando se acelera la migración interna del campo a las ciudades (la población urbana asciende ya a 58,6% del total y treparía a 65% en 2025). Más de 40% de la producción agroalimentaria en China se realiza ahora a través de grandes unidades productivas con la tecnología más avanzada y usualmente de capital trasnacional. El corto y largo plazo tienden a coincidir en el agro chino. El primero lleva hacia el aumento de la productividad y de los ingresos reales de un número cada vez más reducido de campesinos; y el segundo empuja a China a utilizar de una manera más adecuada y eficente sus limitados recursos agrícolas, ante todo tierra y agua. Esta es la tendencia de fondo del agro de la República Popular, que conviene seguir de cerca desde la Región Centro por el peso decisivo que el gigante asiático tiene en la demanda global de alimentos. FUENTE: CLARIN RURAL

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