SALUD
29 de julio de 2025
Pantallas en la infancia: ¿cómo afectan al desarrollo de los niños y qué recomiendan los pediatras?

Desde los primeros años de vida hasta la adolescencia, el tiempo frente a los dispositivos digitales puede afectar el desarrollo emocional, cognitivo y social si no se usa con responsabilidad.
Celulares, tablets, televisores, computadoras: hoy las pantallas están presentes en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana, y los más chicos no están exentos. ¿Cómo influye esta exposición constante en su desarrollo? ¿Qué límites deben establecerse? ¿Qué rol tienen las familias?
El pediatra Andrés Schenquer dialogó con CyD Litoral sobre los desafíos de la crianza en la era digital y brindó recomendaciones claras para reducir los efectos negativos del uso de dispositivos electrónicos desde la infancia hasta la adolescencia.
Pantallas: una realidad difícil de evitar
La pregunta "¿pantallas sí o pantallas no?" ya no tiene una respuesta sencilla. Schenquer explicó que vivimos en un entorno completamente digitalizado, donde todo está mediado por un dispositivo: desde el entretenimiento hasta la educación.
“Hoy la pantalla es una herramienta que uno tiene en la mano, hasta más importante que la llave de su propia casa. Estamos todo el tiempo pendientes de ella para manejarnos en el día a día”, señaló.

El pediatra advirtió que los más chicos ya se encuentran expuestos desde edades muy tempranas. “Un 56% de los menores de 2 años está expuesto a una pantalla. Es un porcentaje elevadísimo”, destacó.
Aunque la televisión encendida de fondo ya no es tan frecuente, el problema principal radica en el uso del celular o la tablet como “chupete digital”, una herramienta para calmar o entretener a los niños cuando los adultos necesitan tiempo para otras tareas.
La Sociedad Argentina de Pediatría recomienda que los niños de 0 a 18 meses no estén expuestos a pantallas. Sin embargo, Schenquer admitió que en la práctica es difícil de sostener.
Por eso, insiste en la importancia de contar con herramientas que ayuden a reducir el impacto negativo, como priorizar el juego simbólico: “Ese en el que el chico, con dos cajitas, empieza a inventar e imaginar el mundo. En cambio, frente a una pantalla, todo ya está hecho, no hay espacio para crear”.
Este tipo de juego no solo fomenta la creatividad, sino que también desarrolla habilidades cognitivas y emocionales que se ven limitadas por el consumo pasivo de imágenes. “A largo plazo, se refleja en chicos más ansiosos, inquietos, con dificultades para concentrarse en el aula y que necesitan estímulos constantes”, explicó.

Adolescencia hiperconectada
La exposición a pantallas también tiene efectos importantes en la adolescencia y la preadolescencia, etapas donde las relaciones personales y la construcción de identidad son claves. “Antes uno se juntaba en la plaza con los amigos del colegio. Hoy, todo es un encuentro digital”, explicó el pediatra.
Este cambio impacta directamente en las habilidades sociales, ya que se reduce el contacto cara a cara, el ida y vuelta emocional y el desarrollo del lenguaje corporal.
Uno de los principales problemas detectados en esta etapa es la baja tolerancia a la frustración, causada por el “efecto recompensa” que generan las redes sociales. “La dopamina, una sustancia que produce el cerebro, se activa con cada ‘me gusta’. Eso genera una adicción: los chicos publican algo, dejan el celular y enseguida lo vuelven a mirar para ver si alguien lo likeó”, detalló.
Esta estimulación constante genera ansiedad y eleva los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que afecta directamente el descanso y rendimiento escolar.
“Los chicos se acuestan tarde, conectados al celular o a redes sociales, y al día siguiente están cansados, desconectados y con bajo rendimiento. Además, pierden hábitos saludables como el deporte, el juego en equipo y el encuentro grupal en espacios físicos”, explicó.
Cómo acompañar desde casa
La pregunta que se hacen muchos padres es: ¿qué hacer ante esta realidad?. Para Schenquer, no hay una única respuesta, pero sí una clave: el sentido común. “Más allá de las recomendaciones y herramientas, lo importante es preguntarse qué queremos para nuestros hijos”, indicó.
En ese sentido, sugiere establecer límites claros desde el primer momento en que se entrega un celular o una tablet, tanto en tiempo como en contenido. “Debemos observar qué hacen, qué consumen, cómo reaccionan, cuántas imágenes pasan por minuto. No se trata solo de temporizadores, sino de estar presentes, compartir y acompañar”, explicó.
En niños pequeños, el uso de temporizadores puede ayudar, pero el verdadero límite debe venir de los adultos. En preadolescentes y adolescentes, herramientas como el control parental pueden ser útiles, pero también deben ir acompañadas de una conversación sincera sobre el uso responsable de la tecnología.
Finalmente, Schenquer subraya que, si bien los dispositivos digitales pueden brindar seguridad o facilitar la vida diaria, no deben reemplazar el vínculo, el juego, la creatividad ni la comunicación real.
“Los chicos de hoy tienen una capacidad de procesamiento impresionante, pero están perdiendo el juego simbólico y con él, la capacidad de frustrarse, de imaginar, de crear. Eso tiene un impacto directo en su desarrollo”, concluyó.
Fuente: El Litoral

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