OPINIÓN
12 de junio de 2025
Los pibes para la liberación y el quilombo que no se armó

Los pibes para la liberación y el quilombo que no se armó
La confirmación de la sentencia contra Cristina Fernández de Kirchner por parte de la Corte Suprema, que ratificó su condena a seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para cargos públicos, era el escenario perfecto para una tormenta política.
Los cánticos de "Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar" y la consigna de "los pibes para la liberación" resonaban como una advertencia de conflagración.
Sin embargo, lo que vimos hasta ahora no fue un estallido, sino un par de "rompeportones" que apenas hicieron ruido.
La reacción, tanto en Buenos Aires como en el interior del país, estuvo lejos de la catástrofe anunciada, y el silencio de muchos actores clave del peronismo revela una grieta profunda en el movimiento.
En la capital, las imágenes de las calles cercanas a la casa de Cristina y la sede del Partido Justicialista mostraban una multitud compacta, pero acotada. Nadie puede negar que Cristina Fernández de Kirchner conserva una base fiel, un núcleo duro que la sigue con devoción. Sin embargo, no se vio la marea humana que el kirchnerismo supo convocar en otros momentos de su historia.
Las protestas se concentraron en un espacio reducido, y los cortes de ruta, que aparecieron en las pantallas de televisión, fueron minúsculos y rápidamente desactivados por las fuerzas de seguridad sin mayores incidentes.
Pero es en el interior del país donde la ausencia de reacción se hace más evidente. En provincias como Córdoba, donde las encuestas muestran un rechazo a Cristina que oscila entre el 60% y el 80%, las manifestaciones fueron casi inexistentes.
En el Patio Olmos, un grupo reducido se reunió y marchó unas pocas cuadras hasta la sede del PJ, que, para colmo, estaba cerrada. En otras regiones, el panorama fue similar: el "partido del Estado", que durante años alimentó a La Cámpora y otras agrupaciones kirchneristas, no logró movilizar masas.
Los gobernadores peronistas, que podrían haber sido la voz de la resistencia, optaron mayoritariamente por el silencio o por apoyos tibios, limitados a tuits que parecen más un trámite que una convicción.
Axel Kicillof, el "hijo político" de Cristina, estuvo presente, pero su respaldo tuvo el tono de quien apoya a un pariente lejano, no a la líder indiscutida del movimiento. Otros gobernadores, como Ricardo Quintela (La Rioja), Sergio Ziliotto (La Pampa), Gustavo Melella (Tierra del Fuego), Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Raúl Jalil (Catamarca), emitieron comunicados de solidaridad, pero sin convocar a actos ni protestas.
Más llamativo aún es el caso de figuras como Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Gildo Insfrán (Formosa), Gustavo Sáenz (Salta), Claudio Vidal (Santa Cruz) o Martín Llaryora (Córdoba), quienes guardaron un silencio absoluto. En muchos casos, estos mandatarios parecen más preocupados por las limitaciones del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) en el sector minero que por la suerte judicial de Cristina.
La CGT, que había amenazado con un paro general, no pasó de movilizar a algunas cúpulas sindicales y delegados de gremios estatales.
En las universidades, la toma de un par de facultades por grupos estudiantiles refleja una acción localizada, pero no una movilización masiva.
Curiosamente, el apoyo más visible vino de sectores inesperados: los partidos de izquierda, con figuras como Myriam Bregman y Nicolás del Caño, mostraron una presencia más contundente que muchos referentes del propio kirchnerismo.
En contraste, los senadores y diputados de Unión por la Patria brillaron por su ausencia o su tibieza. Juan Grabois fue el único que se animó a mencionar la palabra "abstencionismo" como estrategia electoral, un guiño a épocas de resistencia radical que, sin embargo, pasó casi desapercibido.
El kirchnerismo parece haber administrado la comunicación de la sentencia para evitar una escalada, pero la falta de una respuesta contundente revela una realidad incómoda: el movimiento está fragmentado, y Cristina, aunque sigue siendo una figura central, no logra unificar al peronismo como en sus mejores años. La convocatoria de hoy al Congreso y el plazo que vence el próximo miércoles, cuando Fernández de Kirchner debería presentarse para su detención (aunque es probable que, por su edad, obtenga arresto domiciliario), serán pruebas clave para medir si "los pibes para la liberación" pueden transformar la pólvora mojada en algo más.
Por ahora, el interior del país permanece en silencio, y los gobernadores peronistas, más preocupados por sus propios proyectos que por la defensa de Cristina, envían un mensaje claro: el kirchnerismo, como lo conocimos, está en un punto de inflexión. La pregunta no es solo si Cristina seguirá siendo la líder del movimiento, sino si el peronismo puede reinventarse sin ella en el centro de la escena.
Fuente: Cadena 3

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