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22 de noviembre de 2024

Economía del choreo: con esta cantidad de ladrones nunca vamos a salir de pobres

Argentina, vaya a saber por qué milagro, no es un país tan violento. Al menos si se lo mide por la cantidad de homicidios por habitante. Hace unos días, Latinometrics listó las 50 ciudades más grandes del continente americano según su tasa de homicidios.

Buenos Aires y Córdoba son la cuarta y quinta ciudades más seguras. Sólo tres ciudades canadienses son más seguras. Rosario está en mal lugar: 36. Aún así es menos violenta que Chicago. Pero los datos son de 2022. Cuando salgan los datos de 2024 va a mejorar muchísimo en el ránking, donde las peores ciudades son mejicanas, brasileñas, colombianas y centroamericanas.

Nuestra inseguridad está en otro lado. Nadie mide el choreo minorista, el brutal impacto que tiene el rateo muchas veces violento que nos demuele psicológica y, también, económicamente. Cualquier mañana, como la de hoy, el mensajero de las radios de Cadena 3 estalla. En barrio Los Granados una ola de robos de medidores de gas. En Pozo del Molle desparecieron 8 transformadores eléctricos. En Alta Córdoba, Nueva Córdoba los robarruedas no dan descanso. En barrio General Paz no quedan picaportes en las puertas.

Nadie tiene números. ¿Pero qué porción de los habitantes de Argentina son choros? ¿5, 10, 15%? Tienen que ser muchísimos. Si un vecino se baja del coche en plena mañana a abrir su portón y en ese interín pasa alguien y le lleva el auto, debe ser porque en todo momento, en cada cuadra, hay un delincuente. O más o menos. Es monumental la cantidad de gente que vive de la economía del choreo. Su impacto es brutal.

Primero, porque la seguridad en sí es un bien, del que carecemos. Nos destruye la cabeza.

Segundo, pensemos en grandes números obvios. El hierro que tenemos invertido al cuete en millones de rejas son las cientos de miles de toneladas de hierro que no tenemos en puentes y en viviendas.

Pero, tercero, vamos a lo micro. La vecina a la que le robaron el medidor dos veces en una semana gastó 138 mil pesos en eso, más el costo de la reja. Con eso podría haber comprado, qué se yo, una silla. Y el choro de medidores debería estar fabricando esa silla en lugar de robar medidores. El robo es así una fábrica de pobreza. Porque la sociedad, en lugar de tener un medidor y una silla y cada vez algo más, termina teniendo sólo el mismo medidor de siempre, que va y vuelve todo el tiempo de la misma vereda al mismo reducidor. Somos una sociedad con menos sillas por culpa del choreo.

Este es un tema clave. Nuestro progresismo de cabotaje nos instaló el chip según el cual es la pobreza la que produce delincuentes, de paso reforzando el prejucio de que si sos humilde es más probable que seas un choro. Pero tal vez sea exctamente –o al menos también- al revés: es la delincuencia la que produce pobreza. Como muestra el caso del medidor, al fin y al cabo tenemos menos sillas por culpa de que nos chorearon el medidor. Por eso es clave que empecemos a hacer algo efectivo, consistente y sistemático con esto. Alguien debe haber que sepa. Acá o en otros países. Hay que contratarlo. Es vital no sólo para salir de este infierno psicológico. Si no también para salir de la pobreza. No vamos a salir de la pobreza si el 10, 15% de los argentinos, en lugar de fabricar sillas, se dedican a afanarles medidores a los que trabajan todo el día para comprar todo el tiempo sólo el mismo medidor de siempre.

Fuente:Cadena3

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