La feligresía católica celebra el nombramiento como nuevo obispo para Argentina, de Juan Ignacio Liébana, un porteño que lleva más de una década trabajando en lo más profundo de Santiago del Estero, en comunidades de la Diócesis de Añatuya. De un amplio espíritu misionero, sembró una gran cercanía con las poblaciones a las que sirvió como párroco. En la actualidad estaba al frente del Santuario de Huachana y el clero lo alaba como un sacerdote querido por su pueblo, comprensivo con las necesidades espirituales y de un incalculable valor de escucha, del que hoy muchos servidores en Cristo carecen.

“Es muy cercano a nosotros, a la gente de a pie, que todos los días se levanta a trabajar, a buscar el pan. Siempre tiene una palabra de aliento. El padre Ignacio es muy servicial, solidario. Se lo va a extrañar mucho porque es uno más de nosotros; logró entendernos, lidiar con las necesidades diarias de esta zona y trabajar codo a codo cuando hizo falta. Es un gran sacerdote”, contó una de las fieles del departamento Alberdi, que lo conoció ni bien arribó a la zona para ser párroco de Santos Lugares.

Juan Ignacio Liébana cumplirá 47 años en junio proximo. Nació en Buenos Aires y se ordenó sacerdote en 2004 ni bien terminada su formación en Filosofía y Teología en el Seminario Metropolitano. Estuvo como vicario de la parroquia de San Ramón Nonato en la arquidiócesis de Buenos Aires, hasta que en 2009 se trasladó a la diócesis de Añatuya, al Santiago más profundo, donde desarrolló una amplia experiencia presbiteral.

“Recuerdo que ni bien llegó, percibimos su espíritu misionero. No estaba quieto, era muy andariego, como le decíamos aquí por la zona cuando lo veíamos andar con el mate en la mano. Visitaba a los enfermos, recorría las instituciones, entabló un vínculo muy cercano con las comunidades más humildes. Por ello es que siempre eligió el pueblo ante que la ciudad. Cuando se fue de Santos Lugares lo extrañamos mucho”, confió un catequista que trabajó con el actual obispo en la parroquia Santo Cristo de esa localidad santiagueña.

En 2013, se desempeñó como director espiritual del Seminario diocesano Santiago el Mayor de la Capital santiagueña. Y en 2016, el entonces obispo de Añatuya lo designó al frente de la extensa comunidad de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Campo Gallo. Ese espíritu comunitario y misionero lo llevó a recorrer cada rincón del vasto territorio que comprende el departamento Alberdi. Trabajó con las comunidades juveniles y misioneras. Además, estuvo muy ligado a la pastoral de santuarios.

En la Diócesis lo nombraron miembro del Colegio de Consultores, dirigió la Pastoral Misionera y fue un referente de toda Añatuya para la Pastoral vocacional. Actualmente es rector del santuario de la Virgen de Huachana, una comunidad que cada mes de julio recibe miles de fieles para la fiesta patronal, y también, una comunidad que lo va a extrañar cuando ya tenga que hacerse cargo de la Diócesis de Chascomús. La organización de las fiestas patronales de Huachana fueron una muestra cabal de su cercanía con la comunidad, del trabajo en equipo y la comprensión del presbítero como servidor, enarbolando la religiosidad y el sentir popular.

En el año 2014 plasmó en el libro “Bautizados por el monte. Experiencias de un sacerdote misionero”, sus vivencias de trabajar en el interior de la Diócesis de Añatuya. Pero también, con una mirada filosófica, plasmó su experiencia con las comunidades más humildes. En el 2015 publicó su segundo libro, titulado “Corazón adentro hacia la espesura del monte”, una clara identificación con la cultura y el vocabulario del santiagueño.

Liébana será el quinto obispo de la Diócesis de Chascomús, que tiene una superficie de 27.115 kilómetros cuadrados y una población de 404.380 habitantes. Estará al frente de una comunidad que tiene 27 parroquias; 67 iglesias y capillas; un total de 24 sacerdotes, de los cuales 21 son diocesanos; 3 diáconos permanentes; 16 religiosas; y 40 centros educativos atendidos por la Iglesia.

El padre Ignacio forjó un carácter fuerte, a través de un camino que se fue haciendo en el monte santiagueño, que fue gradual, continuo, permanente y especialmente, por saber escuchar a cada miembro de la comunidad en la que trabajó. Los que lo conocieron coinciden en su templanza y su cercanía. “Toda la Diócesis lo va extrañar, pero sabemos que el rol que tendrá ahora, acrecentará aún más ese amor que demostró por sus hermanos en Cristo. Nos alegramos y vamos a rezar por él”, puntualizó emocionado un presbítero que lo conoció en los años de párroco en Campo Gallo.

Fuente:Diario Panorama