POLITICA
24 de octubre de 2023
Elecciones 2023: pisos y techos de Javier Milei hacia la batalla final del 19N

Las características que lo convirtieron en un candidato atractivo pueden a la vez transformarse en un límite de crecimiento electoral. La búsqueda del voto antiperonista y antikirchnerista.

El ingreso consolidado de Javier Milei al infartante balotaje del 19 de noviembre encendió las calculadoras para detectar cuáles son las zonas políticas y sociales desde donde puede crecer y en cuáles tiene el acceso vedado. Allí aparece la búsqueda de los famosos pisos y techos electorales.
El primer bloqueo que afronta el candidato libertario es, paradójicamente, la razón que lo llevó a convertirse en un fenómeno electoral. Su expresión rabiosa, su lenguaje agresivo y sus propuestas disruptivas fueron un vehículo eficiente para canalizar el hartazgo, la frustración y bronca de una porción significativa de la sociedad. Pero a la vez, activó un pánico indescriptible en otra franja de la población, que buscó en los postulantes de otras fuerzas, y puntualmente en Sergio Massa, la herramienta para frenar el ascenso del León. No hay motivo alguno para esa perspectiva cambie en una segunda vuelta, más bien lo contrario.
Este elemento se agravó especialmente en la anárquica campaña de La Libertad Avanza, en la que múltiples referentes se lanzaron sin organización alguna a levantar iniciativas que solo sirvieron para alimentar el pavor.
Para dimensionar la magnitud de esta arista, hay que pensar que solamente en la última semana proselitista una candidata a diputada propuso que los padres puedan renunciar a la paternidad “si la mujer les pinchó el forro”, otro postulante a legislador consideró válida la idea de privatizar el mar porque es la propiedad privada la que garantizó que “las gallinas no se extingan” y el gurú ideológico de Milei, en el mismísimo cierre de campaña, llamó a romper relaciones con el Vaticano, hoy comandado nada menos que por un argentino.
Un análisis similar se puede efectuar sobre sus descalificaciones a diferentes fuerzas políticas, a las que englobó bajo el término de “casta”. Fue una operación discursiva muy redituable, pero ahora, que debe salir a buscar votos ajenos para ganar un balotaje, la cuesta le resulta empinada.
No dejó insulto sin proferir hacia el radicalismo, uno de sus punching ball preferidos. Ni que hablar de los socialistas, a quienes calificó de “excremento” semanas antes de las elecciones.
Hay, además de todo lo expresado, un techo que Javier Milei compró sin mayor beneficio aparente. La reivindicación apenas solapada de la última dictadura, a la cual no se dedicó solo su candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel, sino él mismo en episodios tan visibles como el debate, provoca horror en un amplio segmento social que valora y defiende el consenso democrático, sea de la adscripción política que fuere.
Por lo antedicho, parecería que el líder libertario padece demasiadas vallas para desplegar una performance que lo lleve del 30% de la elección general a triunfar en una segunda vuelta.
Sin embargo, cuenta con un piso enorme y potente que excede largamente a su base electoral. Se trata del antikirchnerismo en particular y el antiperonismo en general, tal vez la identidad política más fuerte de la Argentina.
Es gente que detesta profundamente a lo que denominan, de manera despectiva, populismo. Que está convencida de que los males del país comenzaron hace 80 años, con la irrupción de Juan Domingo Perón y los “cabecitas negras” en la política nacional. Que lo considera estructuralmente corrupto. Que desprecia sus rituales, sus actos, sus movilizaciones, su inconmovible conurbano bonaerense. Que, en síntesis, se define por oposición a la fiesta del monstruo, según el feroz cuento escrito por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
A la búsqueda de ese voto se encaminó Milei de manera abierta en su discurso del domingo por la noche, en la que calificó al kirchnerismo como “organización criminal”.
Patricia Bullrich no lo hubiera dicho mejor. La victoria de Sergio Massa en la primera vuelta y la chance de que sea electo presidente activó esa fibra, sin dudas. Quien evalúe que es un electorado de volumen reducido cometerá un grave error.
Corre el riesgo, eso sí, de pelear contra un fantasma.
Fuente:Aire de Santa Fe

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