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OPINIÓN

4 de julio de 2022

¿Por qué revisamos el teléfono de nuestra pareja?

Nos escribe Francisco (29 años, Ushuaia): "Luciano, ¿cómo estás? Te quiero preguntar qué pensás de la privacidad entre parejas, sobre todo de revisar teléfonos. ¿Tiene que haber privacidad en una relación? Si mi pareja revisa mi teléfono, ¿es correcto? Yo alguna vez revisé el suyo, pero la verdad es que no me sentí nada bien. No es que encontré algo, pero lo hice y después no se lo dije. Más bien me sentí mal por mí mismo. ¿Es un impulso?".

Querido Francisco, muchas gracias por tu mensaje. Sobre todo por cómo presentás la cuestión y no ponés la carga en algo que habría hecho tu pareja. Te hacés cargo de lo que vos hiciste y eso es lo primero.

En primer lugar, creo que revisar las cosas del otro siempre es complicado, porque uno tiende más a querer confirmar algo que presiente, que a buscar saber. La pregunta es cómo se llega hasta esa instancia. Porque si llegamos a esa vía indirecta, es porque algo en el circuito de comunicación de la relación no anda bien. Esto no quiere decir que la pareja esté en crisis, sí que la palabra vacila y estamos dispuestos a actuar alguna fantasía.

Entonces, mejor reconocer nuestros temores. ¿Es un impulso? Sí, pero ¿por qué en ese momento y de esa manera? Me preguntás si en una pareja tiene que haber privacidad y te voy a responder lo siguiente: sí, claro que sí, pero con una distinción: por un lado, está la vida privada de cada uno y luego, por otro lado, la intimidad del vínculo. Creo que muchas veces alguna inquietud en la intimidad de la relación lleva a querer invadir la privacidad del otro. Ahora bien, ¿cuál puede ser el motivo que impacta en la intimidad para que vayamos a buscar algo en la privacidad ajena?

De este modo, lo que intento decir es que una pareja no son dos personas transparentes entre sí. Querer saber todo acerca del otro es una pretensión que, en nombre de la honestidad, a veces justifica reacciones de control. Además, el motivo más frecuente para permitirse este tipo de actos está en los celos. Sin embargo, podemos ser celosos de muchas maneras. Tengo la impresión de que una distinción importante en varones es la siguiente: no siempre los celos nacen de la suposición de que el otro está transgrediendo algún pacto de la pareja, sino de la inseguridad. Tenemos miedo de que el otro no nos prefiera y así, entonces, el control se basa más bien en querer averiguar alguna cuestión que nos muestre que no somos el objeto privilegiado de su deseo. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que nuestra pareja tiene más deseos? ¿Por qué nos puede pasar que nos queremos convertir en el objeto absoluto de su interés y cualquier otra actividad nos hace sentir desplazados? Por esto no le podemos pedir explicaciones al otro, se trata de un conflicto con nuestro propio deseo. ¡Cuántas cosas quizás nos limitamos a nosotros mismos con tal de asegurar que el otro haga lo mismo! Una pareja que asegura su continuidad en limitaciones, tarde o temprano se encuentra con la desconfianza, la sospecha y, como dije antes, el control.

Francisco, me preguntás si es correcto que tu pareja revise tu teléfono. Yo no pienso en términos de correcto o incorrecto, porque el psicoanálisis es un intento de tratar de entender la causa de las motivaciones y no está para juzgar conductas. Sí puedo decirte que me parece interesante que no hayas planteado que, si tu pareja revisó tu teléfono, entonces eso te daría permiso para hacer lo mismo o bien, según un argumento bastante común: imaginate que tu pareja hubiese encontrado alguna conversación o chat comprometedor, ¿qué se suele hacer en estas ocasiones? Acusar al otro de haber realizado algo incorrecto y tratar de desviar el hecho principal. Este tipo de maniobras no son más que un rodeo y descuidan lo principal: pensar cuál es la situación actual de la pareja.

Por otro lado, me parece súper interesante que digas que te sentiste mal, pero por vos, porque esta es una forma de preguntarte cómo pudiste hacer lo que hiciste; es decir, de volver sobre tu acto y no ceder a la interpelación respecto de qué dice sobre vos. Lo más importante de los actos es que nos convierten en quienes somos. Como siempre digo, no somos celosos por sufrir de celos, sino que la celotipia empieza a partir de las acciones que hacemos cuando sentimos celos.

En tu mensaje me resulta interesante que, para hablar luego de vos, proponés –con un condicional– una situación hipotética en que el otro haría lo mismo. Es como si al pensarte como víctima de algo te permitieses confesar tu culpabilidad. ¡Qué extraña artimaña! Aunque tengo que decirte es que una treta bastante común. No pocas veces reprochamos a los demás que hacen lo que nosotros mismos hacemos. Se trata de estar advertidos y atentos, porque la proyección es un mecanismo psíquico frecuente en las cuestiones del amor. Asimismo, decís que no se lo dijiste. ¿Pensás que tendrías que decírselo?

En este punto no puedo decirte algo que "deberías" hacer. Mejor te pregunto: ¿es que se lo dirías con el fin de que algo cambie o solo para no sentirte culpable? Pienso que lo primero es lo que verdaderamente importa. Porque también decís que "no encontraste nada", pero ¿qué sería encontrar algo? De alguna forma tengo la impresión de que ya estaba en vos la intención de detener ese acto, o sancionarlo como inconducente. ¡Qué suerte! ¡Qué dramático si hubieras pensado que no revisaste lo suficiente!

Para concluir y no dejarte solo en este momento, te voy a decir que yo también revisé el teléfono de mi pareja alguna vez. Todavía lo hago, sutilmente, cuando miro por encima de su hombro a ver de quién es el mensaje que le llegó. Después me siento terriblemente ridículo y recuerdo unas palabras de Roland Barthes que hoy comparto con vos: "Como celoso, sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho el estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería: sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser ordinario". Por mi parte, en mi libro "Adiós al matrimonio" ya escribí que lo más terrible de los celos es que buscan apresar un deseo en algo tan trivial y escurridizo como un hecho material. Esto es lo único imperdonable.

Fuente:El Litoral

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