1 de febrero de 2022
Contigiani: "Nuestra agenda es la del desarrollismo del siglo XXI"
Recién incorporado al Ministerio de Agricultura nacional, el funcionario se refirió a la importancia de los territorios rurales como eje de desarrollo. Los ejes de gestión.
Con el inicio del nuevo año, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, sacudió el tablero al reestructurar el gabinete ministerial, sumando cuadros técnicos de larga trayectoria en distintos espacios políticos, gremiales y territoriales. Una movida que causó recelo en algunos dirigentes agroindustriales pero que fue recibida por otros como un gesto de apertura de cara al sector económico que tiene relación más tensa con el gobierno nacional. Luis Contigiani, histórico militante de Federación Agraria, ex secretario de Agricultura y ministro de Producción de Santa Fe, que en diciembre completó su mandato como diputado nacional, es uno de los nuevos funcionarios. Desde la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Economías Regionales, buscará “saltar la grieta” con una agenda de promoción de las pymes agroalimentarias, desarrollo territorial, incorporación de valor agregado y reducción de la distancia entre el productor y el consumidor. En ese punto, aseguró que la “industrialización de la ruralidad” es el programa del “desarrollismo del siglo XXI” y anticipó algunos ejes de gestión: elaboración de planes estratégicos regionales en diálogo con gobernadores y entidades del sector, y la puesta en marcha de instrumentos tributarios y financieros para promover proyectos de integración productiva, asociativismo, agregación de valor y emprendedorismo con impacto regional. Cooperativas, productores activos, pymes agroindustriales y jóvenes emprendedores son los “sujetos” de esta estrategia.
- Los cambios en el gabinete de Agricultura parecen ir más allá de una decisión operativa. ¿Qué significan políticamente?
- Conozco mucho a Julián y él practica el diálogo en serio. Hoy todas las entidades del sector saben que tienen un interlocutor permanente, línea directa, mesas de trabajo. Se puede coincidir o no, pero la escucha está asegurada. A algunos, en lugar de tomarlo como un valor positivo, esto los incomoda. Porque es más fácil subirse a la grieta. Lo que nos plantea el ministro es dialogar, dialogar y dialogar. Hacernos cargo de los problemas de la Argentina productiva.
- ¿Esta idea de apertura también tiene que ver con lo territorial, además de lo sectorial?
- Hay una vocación de diálogo y hay una apertura en la frontera de las regiones. Se incorporan cuadros que tratan de representar la diversidad de la Argentina agroalimentaria. Se busca salir de ciertas fronteras porteñas o bonaerenses y mirar al país federal. Tener interlocutores federales. Ese es un valor estratégico a la hora de las políticas públicas. De ahí el valor de la convocatoria de muchos cuadros técnicos que tienen una historia en los complejos productivos.
- ¿Qué lugar ocupa la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Economías regionales en el programa del Ministerio de Agricultura?
- Es la histórica Secretaría de Economías Regionales. El ministro es un gran impulsor del desarrollo. Quien me conoce a mí sabe que nado en esas aguas. Creemos que, en el tema agroalimentario, Argentina está atrapada hace tiempo, con diferentes matices y coyunturas, en una ecuación del fracaso. Una ecuación que se definió en los 90, cuando se aplicó un programa neoliberal para la ruralidad, con asistencialismo para los que quedaban afuera. Ese modelo se llevó puesta la ruralidad en Argentina, y al sujeto que produce, a los territorios y a las regiones. No se puede negar que, con la revolución tecnológica y científica, Argentina multiplicó su producción. En los sectores competitivos de la producción primaria, el salto en productividad fue enorme. La contracara de ese modelo es una desestructuración social de la que también hay que hacerse cargo. Migraciones a grandes centros urbanos, enclaves de riqueza, falta de desarrollo y agregado de valor, primarización del aparato productivo. Tenemos oportunidades que nos da el mundo, tenemos el impacto positivo de la revolución tecnológica y lo que planteamos es una agenda del desarrollismo del siglo XXI. Industrializar a fondo el complejo agroalimentario. Industrializar los territorios, agregar valor, avanzar en la integración vertical y horizontal, con una visión de pymes asociadas, de transición verde, impulsando la bioenergía y la biotecnología. Esta visión del desarrollo es la que compartimos con el ministro. La política todavía tiene la deuda de dar esta discusión. Tenemos que generar las bases para industrializar la producción argentina. Es necesario pasar de una matriz muy pegada a los primeros eslabones de la cadena, a una que agregue valor.
- ¿Cómo se avanza en ese sentido, desde las políticas públicas?
- Implica alinear una serie de eslabones públicos y privados, incluido el aspecto tributario. Hay que premiar impositivamente a las pymes industriales que invierten en el interior del interior. Argentina tiene 31 cadenas agroalimentarias. Es una gran ventaja en términos económicos y culturales. Hay que posicionarse en el segundo o tercer eslabón de cada una de ellas. Hoy vuelve a exportarse el maíz en grano en forma considerable. Tenemos que pensar en su industrialización. Lo mismo con el trigo y la conversión en proteína animal de todos nuestros granos, tanto en ganadería mayor y menor como en lechería. Si no, nos quedamos con un modelo que genera enclaves de riqueza en algunos sectores, y pobreza y desestructuración territorial en la otra punta. Y que obliga al asistencialismo para contener que no explote eso. La salida es el desarrollismo del siglo XXI. Tenemos que dejar de ser proveedores de insumos para que el resto del mundo que se queda con el negocio de la transformación.
- ¿En que instrumentos están trabajando?
- La mayor parte de los u$s 78 mil millones que se exportaron en 2021 son excedentes que están desacoplados del país, van a sus casas matrices. Tenemos que cambiar esto. Estamos entusiasmados en poder lanzar un plan agroalimentario y agroindustrial a partir de la planificación estratégica de las regiones. La idea es iniciar en cinco o seis regiones del país un proceso de planificación público privada con los actores productivos y los gobiernos provinciales. De abajo hacia arriba. El desarrollo ya tiene su dinámica en cada distrito y en cada cadena. Hay que conducir eso. Desde mi Secretaría el enfoque es llegar a fin de año con más de un centenar de proyectos concretos de agregado de valor, que impacten en los territorios. En bioeconomía, bioenergía, transición verde. Tenemos que ver el impacto en puestos de trabajo. Las horas de trabajo por hectárea y por año que genera cada cultivo, para dar un salto cualitativo. Y acompañar con financiamiento y estímulos tributarios las inversiones que van en ese sentido. Este es el plan para 2022. La visión más larga es mostrar que este es el partido que hay que jugar. Dar la batalla cultural sobre el rumbo que tiene que tomar la Argentina, donde los excedentes hoy están desacoplados de su territorio.
- Hoy el debate público sobre el sector agroindustrial está centrado más en su rol de proveedor de divisas que de trabajo.
- Faltó la capacidad de construir una alternativa a esa visión. La política tiene una mirada fiscal sobre los territorios rurales. Y en realidad hay que verlos como el lugar de la nueva industrialización. Diez mil personas producen el 80% ó 90% de trigo y soja, mientras que el 80%, 50 mil productores, dan cuenta del 20% de esa cadena. Tenemos que tener una mirada diferenciada. En la política prevalece la urgencia fiscal, que se comprende porque hay una Argentina en crisis, pero muchas veces esa mirada termina siendo funcional a la ecuación del fracaso. La cadena de la soja, con todas sus virtudes, genera una cantidad de horas promedio anual de trabajo muy escasa. Puedo discutir el tema retenciones pero también tengo que ofrecer un camino a los productores directos, a los que se están cayendo del sistema hace treinta años. ¿Cuándo el productor se enoja? Cuando no alcanza a ver la contraparte de las retenciones. Uno le puede decir que en los 90 no había retenciones pero la mayoría se fundió por la macroeconomía. Y que después de la bomba del endeudamiento que dejó Macri hay poco margen para definir el tema retenciones. Pero el gran desafío que tenemos, es ofrecer la alternativa. Que tiene que ver con los mecanismos tributarios que generamos para que el excedente del productor se vuelva a potenciar y conectar con lo local. Hay que promocionar las inversiones en los territorios rurales.
- ¿Estos instrumentos saldrían de las reuniones territoriales o ya están definidos?
- Primero apostamos a que salga lo más rápido posible la ley agroindustrial. Porque ahí hay muchos instrumentos importantes. Canje de bienes de capital, promoción de semilla fiscalizada a partir de la reducción del impuesto a las ganancias, reintegros a las exportaciones. En segundo lugar, el objetivo es elegir, en el marco de la planificación con las regiones, los proyectos que se pueda para apoyarlos en la generación de valor. Y en tercer lugar, la Secretaría puede potenciar el reintegro de exportación del 0,5% para las empresas que tienen el certificado Alimentos Argentinos. Hay muchísimas empresas a las que les resulta un beneficio importante. Tenemos que pensar en el marco cooperativo para contener la concentración por escala. Queremos potenciar un estímulo fiscal para las inversiones.
- ¿Se puede saldar la disputa entre abastecer el mercado interno o el externo?
- Sí. La visión que tenemos de desarrollo busca contrarrestar algunas discusiones de la coyuntura. La política pública debe ser capaz de conectar lo global y local. No vamos a resignar un milímetro la potencialidad exportadora pero tampoco podemos dejar de hacernos cargo de una Argentina en crisis.
- ¿Achicar la distancia entre el productor y el consumidor ayuda en la lucha contra la inflación?
- El problema de fondo en el precio de los alimentos argentinos tiene que ver con una economía que no funciona de acuerdo al costo de producción sino a la expectativa devaluatoria. Eso provoca que la distancia entre el que produce y consume sea tremenda. A los acuerdos de precios, que están en otra órbita, hay que sumarle una tarea para cambiar la matriz de producción de alimentos. Ir generando una base de producción de alimentos en Argentina, alternativa al modelo concentrado. El 74% de lo que se vende en Argentina se comercializa a partir de seis grandes supermercados. Hay alternativas en marcha. Vean en Rosario el modelo de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario, en alianza con las pymes. Yo trabajé mucho con ellos desde el Ministerio de Producción de Santa Fe. Hoy en góndola ese modelo muestra que los productos de alto impacto en la canasta familiar están 20, 30 ó 40% menos que en el sector concentrado. Y el año pasado hubo meses que facturaron más que los grandes supermercados en Rosario. Ese es un modelo a replicar. Habíamos armado también otras alternativas similares en la provincia, que las queremos llevar a nivel país. Queremos pensar en las 5, 6 ó 7 capitales de la Argentina, alianzas de productores, pymes alimenticias y súper, ofreciendo calidad y precios accesibles, con otro esquema. A la Secretaría de Comercio le corresponde el control y los acuerdos de precios. A nosotros ver cómo generamos un cambio en la matriz para que el productor y el consumidor estén más cerca.
- ¿En qué sujeto agropecuario y en qué representación institucional están pensando?
- Las pymes agropecuarias, agroindustriales y agroalimentarias son el sujeto a potenciar. Si somos capaces de alinear variables para que se expandan en forma asociada y de avanzar en un marco cooperativo agroindustrial moderno que de un salto en la industrialización y ayude a contener a productores activos chicos, creo que ahí está el camino y ahí está el sujeto. Pymes manejadas por chicos jóvenes, una generación de 30 a 40 años, que tiene el emprendedurismo a flor de piel. Ese es el sujeto para transformar la Argentina, en alianza con otros sectores. Es un trabajo conjunto con los gobernadores, con la Argentina federal, en lo concreto y dando la batalla cultural. Industrializar, agregar valor, integrar. Tenemos que mostrarle a los productores jóvenes pymes que podemos alinear las variables para que ellos hagan esta revolución del capitalismo nacional desarrollista.
Fuente:Agro Clave
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