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RESEÑA

3 de mayo de 2021

Vidal tiene su propio libro pero no aporta las claves del fracaso en la gestión

En Mi Camino, la ex gobernadora asegura que vivió "en una cárcel" y que el "sistema" le puso trabas para llevar con éxito su administración

Hay una tapa kitsch. Con María Eugenia Vidal posando como Michelle Obama, pero este es el libro de Vidal. ¿Un “homenaje” o un plagio descarado? Nunca lo vamos a saber.

  Hay un fondo celeste que resalta el photoshop de la mujer, y 237 páginas, la mayoría de las cuales están imbuidas en el sopor. No hay nada menos estimulante que las memories de un político que no quiere revelar nada trascendente. Si se dice que no hay nada más mentiroso que un político en campaña, imagine el lector a un político contratando un ghostwritter para que le haga un libro de campaña sin picante.

  El libro es aburridísimo, no contiene ninguna revelación. Es peor que el de Mauricio Macri.

  Vidal no puede desprenderse en todo el trabajo de ese personaje que le bautizaron las redes sociales y algunos analistas políticos cínicos: Heidi. Con una mensurada estrategia naïve ella dice desde el vamos: “Mi mayor miedo era dejar de ser yo”. Y, en verdad, durante los años en el poder, esa muchacha, desde la imagen, dejó de ser ella. Coucheada en exceso, hasta tuvo una imitadora que conoció la gloria por imitarla a la perfección sus mohines y sus giros estudiados.

  Vidal tenía todo para romper la hegemonía peronista en la provincia de Buenos Aires desde el mismo momento en que le ganó a la Morsa, uno que era y parecía malo. Debe decirse también: sin triunfo de la licenciada en ciencias Políticas no había triunfo del ex gerente de Sevel.

  Lo más interesante del libro —al menos para este reseñista— es el tramo en que narra cómo la esperó el inefable Daniel Scioli unos días antes de asumir y la llevó a recorrer la Residencia del gobernador, instándola a comprar un helicóptero nuevo. Cuenta Vidal que el actual embajador en Brasil le mostraba los placares y le presentaba a los mozos. Había hasta un piano en la Residencia. “Era como que Scioli vivía una realidad paralela”, escribe.

  Para Vidal, gobernar Buenos Aires era también un desafío que transportaba la necesidad de dejar de lado el ego, “la trampa de la política”. Le dedica párrafos interminables a su campaña proselitista, que quedó allá lejos y hace tiempo. En su rol de pretendida nueva líder de los tiempos de cambio, habla de todo lo demás como “el sistema”. Narra que la Triple Fuga fue el mensaje brutal, Como si le dijeran: “Acá estamos, esto es la provincia, ¿vos creés que con ganar y decir que sos honesta vas a poder cambiarla?”.

  Con ese “sistema” y con supuestas amenazas para ella y su familia decidió irse a vivir a la Base Aérea de El Palomar. Dice que vivía “en una cárcel”. ¿Cómo puede estar bien desde lo psicológico una gobernadora que dice vivir “en una cárcel?”. Lo justifica en la cuestión de la seguridad por sus cambios en la policía y en la política contra el narcotráfico.

  La actual pareja de Quique Sacco se golpea el pecho y hace su balance: “Tres mil quinientos barras no entraron nunca más a una cancha de fútbol, hubo más de cien jefes de barras detenidos, trece mil malos policías apartados y 400 presos, Hubo más droga decomisada en esos cuatro años que en los ocho anteriores”. Si algo hay que agradecerle a Vidal es que en muchas cosas puso en evidencia que Scioli fue el peor gobernador de la historia de la provincia de Buenos Aires.

 Scioli demuestra que pagando a los encuestadores se puede tener la mejor imagen durante ocho años aunque la gestión sea malísima.

  “Dicen los psicólogos y psiquiatras que entre los mayores traumas están la muerte de alguien querido, los divorcios, las mudanzas y los cambios de trabajo. A excepción de la muerte, todo lo demás me pasó ese primer año de la Gobernación”, se confiesa.

En el nombre de los padres

  Cuenta que cuando perdió, Elisa Carrió le dijo: “Dios te dio un descanso”, que Horacio Rodríguez Larreta es su padre en la gestión y Macri su padre en la política. No despelleja a nadie. Quiere volver a la política, y Heidi no pelea, regala flores.

  ¿Autocrítica? Demasiado soft. Dice que se equivocó en no levantar la voz, en no haber dicho que las cosas estaban mal. Cree que no haberse diferenciado de Macri fue su mayor error. Pero lo reivindica.

 Así como Macri ganó la Nación por el triunfo de Vidal en el principal distrito, Macri se la llevó puesta como un mantel cuatro años después. Ahí viene el jugo más intenso del libro: “Ambos tenemos miradas distintas sobre lo que pasó, e incluso sobre el futuro, pero lo que preservó nuestra relación fue el vínculo personal”.

  Pese a las opiniones en contra adentro de su espacio, ella dice que no la desvela el poder pero que es un camino que valió la pena. “A pesar de todo, logré seguir siendo fiel a mí misma”, concluye la ex gobernadora, que quiere volver a los primeros planos de la política.

  En verdad, nunca nadie se va de la política pudiendo volver. Luche y vuelve. Con todos los mohínes y la canasta de flores con la que la graficaron durante cuatro años los dibujantes de los diarios. Así y todo, puede ser la futura jefa de Gobierno.

Fuente:La Capital

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