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PASTOR SILVESTRI

24 de septiembre de 2020

Quién era José María Silvestri, el pastor rosarino que murió de coronavirus

Tenía 73 años y en 1984 creó en la ciudad la Iglesia Evangélica Misionera Argentina, que se esparció por todo el país.

El pastor José María Silvestri murió este miércoles a los 73 años de coronavirus y era el líder de la Iglesia Evangélica Misionera Argentina, cuyo templo principal está ubicado en Oroño casi esquina 27 de Febrero. “Creo que la iglesia evangélica tiene una respuesta a las necesidades de la gente, una respuesta hasta inmediata. El hecho de presentar una propuesta de fe superadora creo que movilizó a mucha gente, y esa propuesta produjo no sólo cambios en lo personal sino especialmente en las familias que son afectadas por este mensaje, con estas palabras de estímulo y de aliento a adherirse a Dios”, reflexionó Silvestri en una entrevista a La Capital en marzo de 2015 (leer acá).

Silvestri cursó la primaria en la escuela República de Perú y la secundaria en horario nocturno en el colegio Belgrano, ya que comenzó a trabajar desde adolescente en un comercio del centro de Rosario. A los 19 años se casó con Mabel, con quien tuvo cuatro hijos. En los inicios realizaron tareas solidarias en el Ejército de Salvación y luego, cuando él cumplió 28 años, ambos se convirtieron en pastores y formaron en 1984 la Iglesia Evangélica Misionera Argentina, que cuenta actualmente con dos templos en Rosario: uno el de Oroño, y otro en San Martín al 900, donde hace años funcionaba el cine Capitol. La congregación también tiene un área social y de salud (la Mutual La Roca), medios de comunicación (Radio Amiga y Canal Luz Satelital) y un Complejo Educativo Cristiano (Lema), que cuenta con nivel primario, secundario y terciario.

Además, posee templos en Mendoza, San Juan, Salta, Tucumán, Buenos Aires, Misiones y Córdoba. “Tenemos presencia en más de 200 pueblos y ciudades de la Argentina como una expresión de esta iglesia que surge en Rosario y que al difundir esta propuesta ha tomado esta expansión”, resumió el pastor en una extensa entrevista a La Capital en marzo de 2015.

Fuera adonde fuera, Silvestri nunca se despegaba de su Biblia de lomo color bordó. En la entrevista que en 2015 concedió a este diario el pastor rememoró su propia “experiencia personal”, el día en que su vida “hizo un clic” impactado por el mensaje evangélico. “Nací en una familia que no tenía una adhesión a la religión. Mi ingreso a la iglesia evangélica ocurrió a los 12 años de manera individual. Yo era un pibe de barrio Tablada, vivía en Ayolas al 400, y entonces un día que volvíamos con unos amigos de la cancha de Newell’s nos bajamos del colectivo en Deán Funes y San Martín. A una cuadra de allí pasamos caminando por el frente de una iglesia y alguien nos invitó a pasar y nos dijo «van a escuchar cosas lindas, canciones», y la verdad que fue mi primer contacto con la fe, me movilizaron las palabras que escuché y desde allí arrancó toda esta historia hasta el día de hoy”, dijo.

Silvestri también solía explicar por qué las iglesias evangélicas pentecostales tienen fundamentalmente inserción en los sectores populares: “Hay una expresión del Evangelio de Jesucristo en donde dice que «difícilmente los ricos entrarán en el reino de los cielos». Es decir, los ricos tienen dificultades. Porque cuando a través de tu capacidad personal, económica, laboral y física tenés más o menos cubierta y controlada tu vida estás centrado en vos mismo y a veces no se te abre tan fácilmente la idea de trascender. Los sectores más vulnerables evidentemente tienen una búsqueda tal vez desde una necesidad más fácilmente visible. Por ejemplo, yo nunca encontré gente que resista el Evangelio en la sala de terapia intensiva. Yo visito una sala de terapia intensiva en un hospital o en un sanatorio, y voy cama por cama y cualquiera de los pacientes te pide ayuda, una oración, una palabra, algo... Esta práctica religiosa tiene una afectación más profunda en esta determinada franja de la sociedad porque sin faltar el respeto a las personas acomodadas económicamente, muchos de ellos por tener cubierta su buena prepaga, sus vacaciones, su familia, su casa, lo que sea, por ahí no se dan cuenta de lo frágiles que son”.

Y ante las críticas que a veces se escuchan de que las iglesias evangélicas pentecostales le “lavan la cabeza a la gente”, él respondía: “Hay gente que a veces dice que les lavamos la cabeza a las personas, que las manipulamos, pero en realidad cualquier hecho de manipulación o lavado de cerebro tiene un vuelo corto. En cambio, la transformación de la vida y la experiencia personal tienen una larga cadena de vida productiva. No nos sentimos hostigados para nada cuando escuchamos esas críticas. Vivimos en un país hermoso en este aspecto. Amo profundamente mi país, mi suelo, mi barrio, porque somos un país hecho en base al esfuerzo de la gente. La gente que vino desde lejos a vivir a este país, vino movida por un hecho de fe, hizo cosas que sin fe no se podrían haber hecho. Esto es Argentina, y tenemos que mantener esta fe. Lamentablemente también tengo que decir esto, algunos creen que han dado un paso adelante destruyendo todo eso. A veces se dice, qué bien, estás progresando, diste un paso adelante, pero cuidado, que si das un paso más te caés al precipicio. El tema central es hacia dónde doy el paso”.

Fuente:La Capital

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