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OPINIÓN

27 de noviembre de 2025

Chiqui eterno

Chiqui eterno

Hay declaraciones que, más allá de su forma, dejan expuesto un modo de ejercer el poder. Las palabras que pronunció Claudio “Chiqui” Tapia en los premios Alumni —premios que, conviene recordarlo, organiza la propia AFA— son una suerte de plataforma política implícita en medio de una crisis de legitimidad que ya nadie disimula. El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino habló de continuidad, de luchas “desde adentro”, de estabilidad en un contexto donde él mismo reconoce que “hay muchísimas cosas para mejorar”. Pero lo más significativo no es lo que dijo, sino desde dónde lo dijo.

Tapia recibió el galardón principal de una ceremonia organizada por la entidad que preside. Es, en términos simples, un homenaje de la AFA a la AFA. Un detalle que parecería menor, pero que ayuda a entender cómo funciona una estructura que hace tiempo dejó de tener contrapesos reales. En ese marco, Tapia lanzó su mensaje político: lleva tres presidentes nacionales y, según sus palabras, le quedan “muchos años más”. Un autodiagnóstico de eternidad que remite inevitablemente a otras figuras de poder que también se pensaron indispensables.

La comparación con Julio Grondona es inevitable. No por la dimensión de sus gestiones —diferentes en alcance y en estilo— sino por la ausencia de alternancia. Pero incluso allí hay matices: los negocios paralelos que rodeaban al grondonismo operaban bajo un manto de reserva. Hoy, en cambio, todo queda expuesto con una crudeza que ya no se puede disimular, y en un escenario político donde el Gobierno nacional parece haber activado algunos mecanismos de investigación que podrían tensar aún más la relación con la AFA.

Queda por ver si el Ejecutivo está dispuesto a avanzar contra Tapia en vísperas del Mundial, con el riesgo que implicaría enfrentarse al poder simbólico de la Selección y de sus principales figuras. El propio Messi defendiendo a Tapia sería un costo político que difícilmente alguien quiera pagar. Por eso, más allá de las señales, no está claro que la embestida vaya a fondo.

Pero lo que sí está claro es el mensaje interno: "las discusiones se dan adentro". Una advertencia directa a los clubes para que no expongan sus disidencias. La AFA funciona, en los hechos, como una estructura cerrada donde disentir públicamente equivale a desafiar un orden que no admite fisuras. No es un problema deportivo: es un problema institucional.

Los episodios recientes lo muestran con nitidez. Reglamentos que aparecen modificados después de los partidos, documentos con fechas adulteradas, sanciones basadas en normas inexistentes, arbitrajes que parecen responder más a necesidades políticas que a criterios deportivos. Un sistema donde las decisiones se toman sin votaciones reales, donde las normas se adaptan a conveniencia y donde los árbitros parecen actores de un guion preestablecido.

Nada de esto es nuevo, pero sí es más visible. Y es precisamente esa visibilidad lo que complica al actual presidente: ya no hay margen para esconder la forma en que se administra el fútbol argentino. Y en el plano económico la contradicción es todavía más evidente: la AFA exhibe números millonarios mientras sus clubes asociados viven en crisis permanente.

La pregunta de fondo es si esto puede cambiar. La historia indica que no. Se fue Grondona después de más de tres décadas, llegó Tapia y el sistema no sólo no mejoró: se volvió más opaco, más concentrado, más visible en sus abusos.

Tal vez esa sea la mayor diferencia: hoy se ve más. Y cuando el poder se vuelve demasiado visible, también se vuelve más difícil de sostener sin costos.

Fuente: Cadena 3

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