OPINIÓN
3 de noviembre de 2025
Es mentira que votás y nunca cambia nada

Es mentira que votás y nunca cambia nada
En gran parte de Occidente, las democracias liberales enfrentan una crítica: un desencanto generalizado, una "insatisfacción democrática", como la llamó alguna vez Cristina Kirchner. Es esa sensación de que vamos a las urnas, depositamos nuestro voto y, al final, nada cambia. Es una narrativa tentadora, especialmente en tiempos de frustración.
Pero yo desafío esa idea con hechos concretos, no con promesas. Tomemos el ejemplo fresco de la Argentina post-elecciones del domingo pasado. No hablamos de votar fantasías milagrosas –como que todos seamos millonarios de la noche a la mañana o que el Estado nos mantenga de por vida sin esfuerzo–. Eso no es política; es oración. Hablamos de decisiones terrenales, con efectos palpables que ya se ven en menos de una semana.
Empecemos por lo económico, donde el voto generó una estabilización inmediata. Los bonos soberanos suben, el riesgo país baja, las acciones en la Bolsa mejoran y el dólar se calma.
Ayer mismo discutíamos: "¿Y los pesos? ¿Cuándo vuelve el crédito accesible?". Pues bien, los bancos ya retocan tasas. Un ejemplo: los créditos UVA, que combinan ajuste por inflación (que cae) con una tasa fija que se había disparado. Un banco de primera línea bajó ayer del 10,5% al 7,5% anual. Es una reducción significativa, que alivia a familias y empresas. Ojalá continúe; es un cambio concreto, impulsado por la señal de confianza que envió el electorado.
En lo político, los efectos son aún más reveladores. Hoy, Cristina Kirchner envió una carta a Axel Kicillof, desatando una interna abierta en el kirchnerismo. Si hubiesen ganado el domingo, esto probablemente no ocurriría: seguirían en la comodidad del statu quo.
Ahora, el principal partido de oposición –el peronismo– se ve forzado a explicar cómo gobernaría sin inflación crónica y sin declarar deudas "impagables" como mantra eterno. Es sano para la Argentina: obliga a un debate real sobre políticas viables, en el gobierno o en la oposición. Beneficia a todos, porque clarifica ideas y evita promesas vacías.
Otro hito: la foto de Javier Milei con 20 gobernadores, muchos de los cuales lo tenían acorralado hace una semana. Esos mismos que impulsaban leyes para sacrificar el equilibrio fiscal ahora dialogan, sentados a la mesa, para reformar cuestiones legales pendientes. ¿Por qué el giro? Algunos temen que Milei les plante candidatos en las próximas provinciales. Del envalentonamiento a la negociación: el voto los puso en jaque.
Y Milei mismo, el gran interrogante. Muchos lo veían como un irascible incapaz de aprender, un "loco" ajeno a la realidad. Ayer lo vimos como un "lord inglés": modales impecables, magnánimo con quienes intentaron destruirlo. Admitió que la derrota del 7 de septiembre fue "lo mejor que nos pudo pasar" para aprender. Impresionante.
El Gobierno, fortalecido, anuncia aumentos en salud y prestaciones por discapacidad al día siguiente de la elección –no repartiendo subsidios o pollos preelectorales, sino políticas sustantivas–. Lo hace desde la fuerza, no la debilidad.
En poquitos días, una semana, cambios profundos. A algunos les gustarán, a otros no. La próxima vez que pienses "para qué votar, la democracia no cambia nada", recordá: estos cambios los hicimos nosotros, con nuestro sufragio. La democracia funciona cuando exigimos lo posible, no lo utópico. Y en Argentina, acaba de demostrarlo.
Fuente: Cadena 3
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