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SOCIEDAD

8 de septiembre de 2025

El dilema de la inteligencia artificial en la escuela: ¿cómo se usa en las aulas?

Entre el riesgo del atajo y la ilusión de aprendizaje, docentes y especialistas analizan el impacto de ChatGPT y otras herramientas en la escuela secundaria y la universidad. Mientras la mayoría del personal docente reconoce no sentirse capacitada para usarlas, la falta de lineamientos oficiales deja a los profesores librados a su creatividad y a la intuición.

Mucho se habla del uso de la Inteligencia Artificial en la educación. Estas herramientas ya forman parte de la vida cotidiana. Pero, ¿cómo se usan en las aulas? ¿Qué distancia hay entre el ideal de incorporarlas como recurso pedagógico y lo que realmente ocurre?

Profesoras y profesores de nivel medio repiten la misma preocupación: sus alumnos evitan hacer la tarea, aprender o estudiar, delegando esas funciones en ChatGPT, la IA más utilizada.

El uso de la inteligencia artificial en las aulas, la mirada de un especialista

“Si apuntamos a un aprendizaje mediado por inteligencia artificial, ese sería nuestro ideal, que pueda facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero está el riesgo de que lo entorpezca”, apunta Ignacio Evangelista, coordinador de la Tecnicatura Universitaria en Inteligencia Artificial de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), profesor de Física en el Instituto Politécnico Superior y en facultades de la UNR.

“El aprendizaje no deja de ser un proceso humano que tiene que ver, a grandes rasgos, con lograr que alguna información o procedimiento pase de la memoria de trabajo a la memoria a largo plazo”, explica.

Y describe lo que sucede hoy en las aulas: “Si uno recurre rápidamente a la inteligencia artificial para resolver un problema y no hace el esfuerzo de entender el material, eso es un conocimiento superficial que no va a trascender”.

La ilusión de aprender

El fenómeno no le resulta ajeno. “Ese es el gran riesgo que vemos todos los docentes. Damos una tarea clásica, como hace cinco años, y rápidamente el alumno busca atajos”.

Sabe que es humano buscarlos. “Pero en la adolescencia, si pensamos en el nivel secundario, donde se supone que estamos construyendo saberes para la vida, es un peligro. La inteligencia artificial nos da muchos atajos y a veces esos atajos nos llevan a resultados erróneos”.

Aunque tiene enorme potencial como herramienta pedagógica, la Inteligencia Artificial también puede ser un

Las inteligencias artificiales “alucinan”, es decir, generan información falsa. Aunque mejoran con rapidez, más rápido de lo que cualquier institución puede acompañar. “Hoy las versiones alucinan menos, con lo cual disminuye el riesgo de equivocarse, pero tomar atajos sigue perjudicando el proceso de aprendizaje”.

Lo que se alimenta, advierte, es la ilusión de aprendizaje. “Cuando leés un ejercicio de física ya resuelto, tenés la sensación de entenderlo. Pero después no sos capaz de resolver otro por tu cuenta. Lo mismo pasa con videos, clases grabadas o tutoriales: generan la ilusión de que aprendiste, aunque en realidad no interiorizaste el conocimiento”.

Sin lineamientos ni capacitación

Aun así, Evangelista tiene claro que “esta tecnología es disruptiva y llegó para quedarse, por lo que debe incorporarse”.

En el mejor de los casos, dice, el estudiante lee el material y reflexiona sobre la respuesta de la IA. En el peor, simplemente copia y pega lo que entrega el chatbot. “Y tampoco hay herramientas 100% fiables para detectar contenido generado por inteligencia artificial”.

A eso se suma la falta de lineamientos claros sobre cómo incorporarla en el aula. “Esta tecnología se difunde de abajo hacia arriba. Los docentes generan y producen contenidos rápidamente, pero a niveles superiores no hay lineamientos sobre cómo usarla responsablemente”.

Un informe de Educ.ar, realizado en todo el país (con un 7% de respuestas de Santa Fe), mostró que un 25% del personal docente encuestado no utiliza herramientas de IA en su trabajo. “La mayoría expresa no contar con el conocimiento necesario o sentirse poco capacitada para incorporarlas. Respuestas como ‘no sé cómo usarla’, ‘me falta capacitación’ o ‘la desconozco’ surgieron con frecuencia”, señala el estudio, finalizado en marzo de este año.

Un 25% del personal docente encuestado no utiliza herramientas de IA en su trabajo.

El mismo relevamiento recogió dudas y rechazos por razones pedagógicas o ideológicas: “Creo que quita la actividad reflexiva que deben hacer los alumnos”; “Prefiero que desarrollen pensamiento crítico y resolución de problemas sin depender de herramientas automatizadas. Además, el aprendizaje se basa en la interacción humana, que no puede ser reemplazada por la IA”.

Entre las ventajas y las desigualdades

Para Evangelista, el camino debe ser “apuntar a un aprendizaje mediado por inteligencia artificial”, destacando ventajas como la disponibilidad 24/7 o el acceso inmediato a gran cantidad de información. Sin embargo, reconoce que aún no está claro cómo capitalizarlas.

Algunas plataformas ya ofrecen un “modo aprendizaje”, que guía al estudiante con preguntas en lugar de dar respuestas directas. “El problema es que siempre es muy tentador el atajo. Y muchas veces la respuesta es ‘no quiero dedicarle tiempo a esto’”.

También hay desigualdades que atraviesan el sistema educativo. “No todos tienen acceso a internet, y la versión plus de cualquier IA funciona mucho mejor que la gratuita. Entonces, el alumno que puede pagarla tiene una ventaja. No parece justo”.

Propuestas para otro uso posible

El docente universitario propone dosificar la incorporación: “Usarla al inicio de un tema es riesgoso porque genera la ilusión de aprender. Es mejor hacerlo más tarde, cuando ya se adquirieron los conocimientos básicos”.

El desafío, sostiene, es “diseñar actividades que requieran de la IA para ser resueltas y después evaluar no solo el resultado final, sino también el proceso de interacción con la herramienta”.

Ese proceso, dice, será parte de la alfabetización en inteligencia artificial: aprender a dar instrucciones (prompts) precisas, refinar las respuestas y compartir la interacción completa. “Es un mundo ideal, pero es hacia donde deberíamos ir”.

El dilema abierto

Entre las dificultades detecta otra: los estudiantes escriben y leen cada vez menos. “Son chatbots que requieren entrada de texto y lectura de sus respuestas. Y eso se ve limitado porque los estudiantes tipean poco y leen poco”.

Por eso destaca el valor de los chatbots conversacionales. “Conozco casos en que a nivel universitario ayudaron mucho. Pero ahí es importante que los docentes diseñemos la instrucción base, para que la IA se comporte como tutor o como estudiante que aprende, y que el alumno humano ponga en práctica los contenidos al explicárselos a otro”.

Al final, el dilema no es tecnológico, sino pedagógico. El riesgo del atajo está siempre presente, pero también la oportunidad de convertir la IA en un puente para aprender de otra manera. El desafío, concluye Evangelista, es que no reemplace al esfuerzo ni a la reflexión, sino que los potencie.

Fuente: Aire Digital

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