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REGION

20 de noviembre de 2017

Los santafesinos cumplen 110 años tomando agua de la canilla

La planta potabilizadora de barrio Candioti comenzó a funcionar en octubre de 1907 y le cambió la vida a los 30.000 vecinos que vivían en la ciudad. En la actualidad, la red alcanza al 98% de la población, según cifras de Aguas Santafesinas.

Hay que retroceder más de un siglo para imaginar cómo era vivir en Santa Fe sin abrir la canilla, en casas sin inodoros y bidets, con aljibes —en el mejor de los casos—, aguateros y tinajas para guardar el agua limpia, y con el “set” jarra de agua, bacinilla y palangana en el cuarto. Todo este mundo cambió cuando comenzó a funcionar la planta potabilizadora de barrio Candioti en octubre de 1907, que cumple 110 años. Las instalaciones se proyectaron para 30.000 habitantes y se estimó un consumo de 200 litros diarios por persona (en la actualidad, cada santafesino puede usar más de 400 litros en verano), cuentan Adriana Collado y Luis Müller, dos arquitectos y docentes de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en el libro “Agua y saneamiento en Rosario y Santa Fe”. El proyecto original —de Agustín González y Juan Puig— tenía un elemento singular: preveía una toma de agua cruda en el río Colastiné, cerca de Rincón, a 11 kilómetros de la ciudad. La creciente de 1905, una de las más graves que enfrentó la ciudad, colapsó el puente de madera sobre la laguna Setúbal —que también iba a ser un acueducto hasta la toma en Rincón— y obligó a hacer una toma “provisional” sobre el riacho Santa Fe, que hoy es la toma Hernández. Collado y Müller precisan que el servicio se proyectó con un depósito de decantación de 10.000 metros cúbicos —en la planta de Candioti—, un tanque metálico regulador y de distribución de 1.000 metros cúbicos de capacidad —una estructura que todavía marca la identidad del barrio— y una red de cañerías maestras de 45.000 metros, que abastecía 420 cuadras del casco central de la ciudad. En los primeros días de octubre de 1907, cuando el agua comenzó a correr por las canillas, los periodistas del diario “Nueva Época” —que habían reclamado la planta durante años— todavía mantenían cierto escepticismo sobre la confiabilidad de la red: “Desde ayer la población goza de los beneficios de las aguas corrientes. El servicio ha sido librado con carácter definitivo, según tenemos entendido”. Los primeros años. Cuando se inauguró, la planta contaba con capacidad instalada para abastecer la demanda de unos 30.000 vecinos. El tanque rectangular era la estructura más elevada del barrio.Foto: Archivo El Litoral Un largo camino Es que desde 1880 en Santa Fe se analizaban distintos proyectos para que la ciudad contara con una red de agua potable. ‘‘La epidemia de cólera, que en Rosario ocasionó 1.100 víctimas, impulsó estos proyectos’’, recordó Collado, en una entrevista que realizó El Litoral cuando la planta cumplió 100 años. Los diarios advertían que el agua que tomaba la gente estaba contaminada con partículas de animales muertos y materia fecal, entre otras sustancias. Los proyectos no se concretaban porque las empresas privadas aseguraban que los números no cerraban, por la escala demográfica de la ciudad. Este escenario cambia en 1903, cuando el Gobierno Nacional crea la Dirección Nacional de Obras de Salubridad, que unos años más tarde se convertiría en Obras Sanitarias. “El objetivo de este organismo era viabilizar la construcción de redes de agua potable —como servicio público— en las principales ciudades del país, empezando por las capitales’’, precisó Collado. Los funcionarios de la Dirección Nacional de Obras Sanitarias tomaron los estudios de factibilidad que ya había encargado el municipio santafesino y proyectaron las obras. Los trabajos comienzan a fines de 1903, a cargo de la empresa Weill. Müller y Collado lograron establecer que en ese momento la mitad de las casas de la ciudad tenían pozos de balde (muchos contaminados por basura y materia fecal). El resto de la gente, seguía yendo a buscar agua al río o se la compraba al aguatero. En la era del aljibe Cuando no había agua de red, se lavaba la ropa en el río y para tomar un vaso de agua había cuatro opciones: cavar un pozo de balde, construir un aljibe, pagarle al aguatero o caminar hasta el río. El aseo personal se complicaba, el menos para los criterios modernos. La gente se bañaba poco en el invierno —o se higienizaban con toallas mojadas— y cuando hacía calor se lavaban en el río. En la sociedad colonial, las familias tenían que organizarse para conseguir agua. Las más ricas enviaban a sus criados. Más adelante aparecieron otras dos opciones. Primero, bien entrado el siglo XVIII, los pozos baldes, que eran perforaciones que se hacían en los enormes patios de aquellas casas para obtener agua de las napas. A mediados del siglo XIX, aparecieron los aljibes en la ciudad, que recolectaban el agua de lluvia, pero había muy pocos. El arquitecto Luis María Calvo, hasta este año director del Museo Etnográfico, le contó a El Litoral —en una entrevista que se realizó en el centenario de la planta— que los antiguos santafesinos tuvieron que trabajar mucho para conseguir una fuente de agua dulce. El agua de la laguna Setúbal era salada —el agua venía, principalmente, del arroyo Saladillo— y para resolver este problema el Cabildo decidió cavar un zanjón —a pico y pala— para traer agua dulce del río Colastiné. Con los años, las crecidas y la erosión, el zanjón se convirtió en el riacho Santa Fe, que sigue abasteciendo de agua a la ciudad. Durante siglos, el Cabildo definió el lugar apropiado para buscar agua. Esta tarea era importante porque en el río, además, había lavanderas profesionales y esta actividad contaminaba el río. La ropa se siguió lavando así hasta las primeras décadas del siglo XX. El aguatero se convirtió en un protagonista importante de la vida urbana al promediar el siglo XIX. Una huelga de aguateros podía paralizar la ciudad como ahora lo hace un paro de transporte. Müller y Collado relatan que los rosarinos sufrieron un largo y traumático reclamo de sus aguateros durante 1877. En las últimas décadas del siglo XIX, sus carretas empiezan a recorrer la ciudad. “Incluso en 1897, la Municipalidad construye algunos tanques para centralizar el lugar en el que se proveían de agua”, precisó Collado. Con la llegada del agua de red, uno de los cambios más importantes fue la aparición del baño, como un cuarto separado. En las primeras décadas del siglo XX, los santafesinos comenzaron a soñar con baños sofisticados y llenos de artefactos. La pasión por el baño era comprensible. “Antes de 1907, en las casas no había estructura sanitaria’’, recordó Müller. El agua se conservaba en tinajas de barro. La gente usaba jarras para limpiarse y bacinillas para las deyecciones, y el sistema de letrinas sólo se utilizaba en algunos lugares puntuales de la ciudad. El aniversario se festeja en el Faro Aguas Santafesinas celebra su cumpleaños este sábado a las 18 en el Faro de la Costanera, entre las 16 y las 19. Entre las actividades previstas habrá juegos a cargo de animadores del Programa Aguas/Educa como también inflables, gracias a la colaboración de la Dirección de Deportes de la Municipalidad. Los asistentes podrán hidratarse en el stand que dispondrá la empresa y también recibir calcomanías con recomendaciones del cuidado y buen uso del agua potable, especialmente de cara a la temporada estival. El grupo “Pura Espuma” presentará su show musical y educativo, en el cual se comparan el acceso al agua de la actualidad con el pasado. A través de los divertidos personajes de “el abuelo” y sus nietos, junto a distintos personajes de época; los niños podrán conocer viejas costumbres, realidades y aprender sobre el valor del agua en sus vidas. El show orientado a toda la familia, tiene como objetivo entretener y enseñar sobre la importancia del agua como recurso, y el valor del servicio en nuestra ciudad.

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