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OPINIÓN

28 de diciembre de 2024

El primer año de Milei

Javier Milei, el presidente a quien sus opositores auguraban una corta estadía, ya lleva un año gobernando y con un alto nivel de adhesión. Para sorpresa de algunos, un sector mayoritario de la sociedad estima que su gestión es buena.

I

Javier Milei es presidente de la nación por sus singulares y controvertidas virtudes personales, pero convengamos que sus opositores hicieron todo lo posible para facilitarle el camino y transformar sus vicios en virtudes. El peronismo, por la calamitosa gestión de los Alberto Fernández y Sergio Massa, calamidad a la que le sumaron -porque ellos son muy piolas- financiarle la campaña al "loco" para dividir el voto "gorila". Los resultados de esta exhibición de picardía criolla están a la vista. Por su parte, Patricia Bullrich resultó un fiasco electoral en toda la línea, porque todas aquellas virtudes políticas que la instalaron como candidata -liderazgo, empatía con la gente, capacidad para decir las palabras justas, temple para afrontar las adversidades-, desaparecieron como por arte de magia durante la campaña electoral, y lo que hubo fue una candidata que decía torpezas, las decía mal, a destiempo y con un tono y registro en el que hasta la labor de una fonoaudióloga hubiera sido necesaria para disimular el desastre. ¿Detalles menores? Para nada. En una campaña electoral esos "detalles menores", deciden un liderazgo y un resultado.

II

La ramplonería de una candidata y el cinismo teñido de corrupción del otro, le abrieron la puerta a Milei. Millones de argentinos decidieron votar al outsider, al que parecía reunir los atributos opuestos a una clase dirigente cuyo fracaso era más que evidente. Algunas advertencias importan señalar: Milei ganó en la segunda vuelta, pero su victoria obtenida gracias al apoyo de los votantes de Bullrich, no oculta que sus opositores peronistas obtuvieron más de diez millones de votos. Fue una victoria legítima, pero no una victoria abrumadora. La diferencia más que en los números está en la sorpresa que representó que un candidato como Milei, sin experiencia política, sin estructuras partidarias, pero con habilidad retórica y sólidos respaldos económicos, llegara al poder. La siguiente sorpresa fue que el presidente a quien sus opositores le auguraban una corta estadía, ya lleva un año gobernando, mantiene un alto nivel de adhesión y un sector mayoritario de la sociedad estima que su gestión es buena y en algunos puntos muy buena, concepto que se contrasta con la calamidad de las gestiones populistas y la impotencia de la gestión de Mauricio Macri.

III

Para que estas singularidades políticas sucedan es necesario un contexto político que lo haga posible. Los malos gobiernos que lo precedieron a Milei cometieron los errores que conocemos, pero a estos errores hay que enmarcarlos en una crisis de representatividad que es, al mismo tiempo, una crisis económica y social. Los diversos gobiernos populistas que nos han agobiado en lo que va del siglo XXI intentaron exprimir al máximo los beneficios de un modelo de sustitución de importaciones con "Estado presente". Todo salió mal, más allá de breves períodos de bonanza. Y salió mal, por la sencilla razón de que el modelo de gestión económica a la que adhiere el populismo está agotado, seco, y por más que se lo exprima no se le saca una gota. Lo sorprendente del populismo kirchnerista es el empecinamiento en tropezar con la misma piedra o la predisposición a ser cegados por los espejismos de los breves períodos de riqueza fácil, como consecuencia de coyunturas de precios internacionales que duraron un suspiro. Lo sorprendente es también su tenaz afición a corromperse.

IV

Todo lo hicieron mal. Y cuando las señales de los errores eran más que evidentes, se empecinaron en continuar por la misma senda. Un país sin crecimiento económico, con índices inflacionarios escandalosos, con una casta política en el poder cuyo entretenimiento mayor fue corromperse y corromper todo lo que respirara a su alrededor (corromper incluso hasta instituciones y valores nobles). Conclusión: el gobierno que llegó al poder en el año 2003 con los superávit gemelos, concluye en 2023 al borde de la hiperinflación. Fue ese desquicio económico, político y social, esa certeza de que estábamos gobernados por una pandilla de corruptos y alienados, lo que volcó a una mayoría de votantes hacia Milei. Solo en ese contexto puede entenderse que muchos hayan supuesto que en este país de locos solo un loco puede sacarnos del manicomio.

V

Se sabe que en las economías capitalistas hay períodos de acumulación y períodos de distribución. También se sabe que cuando las experiencias de derecha se agotan, se abre espacio para las experiencias de izquierda. Y a la inversa. En la Argentina llegó la hora de la acumulación y de la derecha; una derecha que en sus giros retóricos se inclina hacia la ultraderecha. Por lo pronto, a estos procesos Milei los ha entendido y, a juzgar por los resultados, mal no le va. En este año hubo una acelerada reducción del gasto público, se le puso punto final a la embriagante emisión monetaria del populismo y, a juzgar por algunos resultados, a Federico Sturzenegger no parece irle mal en su tarea de desregular la economía. Por último, en un país que pedía a gritos controlar la inflación, los resultados que ofrece el gobierno son elocuentes: en un año se pasó del 25% al 2,5% Lo novedoso no es que lo hayan hecho, lo novedoso es que la sociedad lo acepte. Los que creyeron en una inmediata rebelión social se equivocaron en toda la línea y se tuvieron que comer los mocos. Los burócratas sindicales peronistas mansos en sus madrigueras disfrutando de sus beneficios corporativos; los líderes de los movimientos sociales sin un peso y algunos de ellos procesados. Se dijo y se repitió en los más diversos tonos que Milei no solo que no llegaba a fin de año, sino que no llegaba a Semana Santa. Ahí lo tienen: vivito y coleando. Vivito y apoyado por sectores mayoritarios de la sociedad que a pesar de sus modales deplorables, de sus descalificaciones e insultos, de sus expresiones desencajadas, creen en él, porque consideran que esos vicios personales son un mal menor comparado con el bien que está haciendo.

VI

Milei tiene más de conservador que de liberal y más de autoritario que de demócrata; su relación histórica con la política es la de un reaccionario y su religiosidad es la de un integrista; su héroe no es Juan Bautista Alberdi, es Carlos Menem; sus seguidores no son muchachos idealistas, son energúmenos que merodean cómodos en las orillas del fascismo cultural. Sus ideas están en abierta contradicción con el pacto democrático abierto en 1983. Sus certezas son la economía de mercado, el individualismo y el Estado mínimo. ¿Incluyen estas certezas la forja de una nueva economía fundada en la minería, los recursos regionales, la energía, la economía informal? No lo sé. Pero no está mal plantear el problema. De todos modos, no son estas consideraciones teóricas las que desvelan al común de la gente, cuya expectativa son más prácticas. Resultados, no tanta teoría; hechos, no palabras. Estas parecen ser las demandas populares. ¿Milei será capaz de expresarlas? Por lo menos este primer año lo ha intentado y mal no le fue. Habría que preguntarse hacia el futuro, pero ya se sabe que el futuro, y en particular el futuro político de la Argentina, es incierto por definición.

Fuente:El Litoral

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