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OPINIÓN

3 de noviembre de 2021

El amperímetro no se mueve

Claves. La campaña electoral no logra salir del sopor. Es demasiado trascendente lo que ocurre en el día a día y los candidatos no logran atraer la atención. En Santa Fe, algunos ni siquiera quieren debatir

La decadencia sustentable que rige el pasado, el presente y delimitará el futuro de los argentinos parece no tener posibilidad de corte. No solo por el desastre de los gobiernos, sino por la permanencia en el tiempo de un coro mediático que parece fundirse en aquella frase bolchevique: “Cuanto peor, mejor”.

  Como los extremos siempre se tocan, hoy son los comunicadores de la más rancia derecha los que parecen propugnar un frente de tormenta que, no se dan cuenta, dará por tierra con el país, no sólo con el gobierno. Argentina es un país difícil, lleno de laberintos, de nuevos ricos que acumulan dólares gracias a las inestabilidades periódicas. (Tema para otra columna).

  El país está en manos de un gobierno malísimo, que ha tocado el piso en cuanto a la capacidad de compra del salario. Es una profundización de lo malo del gobierno de Cambiemos. En determinados reservorios de EEUU siempre si dijo que “nada mejor para hacer un ajuste que un gobierno peronista”. Y eso, por si hiciera falta, queda demostrado con Alberto Fernández, el hombre ausente.

Para la tribunaLos jueguitos para la tribuna que el presidente y su entorno plantean en discursos de ida y vuelta con el FMI no pueden engañar a nadie. En el organismo de crédito saben que si el gobierno vuelve a perder las elecciones dentro de 14 días hay muchas chances de que Fernández no termine su mandato. No tendría con qué. Pero lo más peligroso es lo que pudiera pasar con los sectores sociales que han caído en la pobreza y la marginalidad.

  Un dato de la marcha en la que el gobernador de la provincia de Santa Fe, Omar Perotti, fue expulsado pasó desapercibido. Los que echaron a Perotti fueron representantes de la clase media baja y de familiares de víctimas de la inseguridad de los barrios rosarinos. Penoso que los rosarinos de clase media y media alta sigan indiferentes que la muerte se esté llevando a conciudadanos. No concurrieron a la movilización.

  Esa gente que sufre la inseguridad en su metro cuadrado sí se rebeló contra quien debería cuidarla. Esa gente se cayó de la escalera de la clase media, como se caerán también los indiferentes. Lo mejor a lo que puede aspirarse desde aquí hasta enero de 2022 es que Argentina no estalle. Debe decirse: el único milagro argentino es que con semejante desigualdad social, caída del salario y desempleo el país no haya estallado. Con un presidente que duerme la siesta eterna.

  La sociedad debe empezar a replantearse hacia donde conduce un país totalmente porteño céntrico. ¿No habrá llegado la hora de cambiar? Los dos presidentes anteriores (De la Rúa y Macri) hicieron sus carreras políticas en ciudad de Buenos Aires, y ambos terminaron mal. Fernández es un prototipo del que gusta tomar café en Puerto Madero. Y se esta llevando puesto al país como un mantel. Es un tema que los argentinos deberían empezar a debatir.

  El interior debe volver a hacerse fuerte con sus gobernadores, aunque a Perotti le vaya muy mal en Santa Fe. Si a Perotti le hubiese ido bien en estos dos años de mandato, a esta altura estarían repiqueteando las campanas por un destino nacional. Pero, por ahora, no mueve el amperímetro, como ninguno de sus colegas. Ni siquiera el saltarín y poco leal Juan Schiaretti.

La fuerza del interior

Hoy, en el gabinete nacional todos los ministros —salvo dos— son porteños o bonaerenses. Algo similar pasaba con el equipo de Macri. El interior ha perdido hasta la fuerza que le daba una tercera posición con los partidos federales. Con la confederación de gobernadores del interior. Es posible que ahora se den cuenta muchos del por qué de la grieta, un fabuloso negocio que cobran por ventanilla los kirchneristas y los macristas.

  En el PRO sienten hormigueos. Se terminó la época en que manejaban a piacere las relaciones con el radicalismo. Se terminó. La UCR está aprovechando su capital: tener una capilla en cada pueblo. Horacio Rodríguez Larreta intenta salir al interior y se nota que no lo hizo nunca: no conoce ni los nombres de los periodistas que lo entrevistan. Algo que a Macri no se le pasaba. Tiene tiempo “Horacio”.

  La UCR empieza a creer en un nombre propio con llegada federal: Facundo Manes. Empático y con ganas de ganarles la Presidencia a los macristas, Manes empieza a copiar destellos de lo que fue la campaña de Raúl Alfonsín en 1983. Una ley no escrita de la política dice que primero hay que fidelizar el voto propio.

  Se abre un tiempo nuevo en la interna opositora que, incluso, toca a Santa Fe. No por nada, ayer el intendente Pablo Javkin avalo con un “me gusta” el discurso de Manes, repleto de giros alfonsinistas. Pero en Santa Fe hay otra historia, menos naïve, lamentablemente.

  Perotti habrá tomado la temperatura de la ciudad. Rosario no es un pueblo, no es una colonia. Necesita a un gobernador que se instale aquí, que responda a sus necesidades. Para evitar que todo sea peor. Al fin, Rosario necesita una sola cosa: paz y orden.

Fuente:La Capital

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