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SOCIEDAD

20 de mayo de 2017

El desánimo es más contagioso que la gripe

Cuáles son las situaciones de las que alejarse y qué pasos seguir para combatirlo

Por Daniel Colombo*

“La miseria busca compañía” es una frase popular que alude a las personas que buscan juntarse entre ellas para compartir sus debilidades, en lugar de sus fortalezas. Si bien todos tienen días en los que pueden sentirse con desánimo, desesperanzados y con temores propios de épocas cambiantes, esta forma de expresión humana es altamente contaminante de tus emociones y, peor aún, el entorno en el que te movés.

A diferencia del mal humor, que puede ser un rasgo de personalidad o del carácter, el desánimo es propio de todos los seres humanos: nadie está exento. Ahora bien: una vez que se descartaron las cuestiones fisiológicas y psicológicas que pudiesen producirlo, es importante considerar que el desánimo permanente es síntoma de que algo no funciona bien.

El desánimo se produce por un estado individual o del entorno, donde se le entrega el podera todo lo negativo que da vueltas por ahí: desde una baldosa floja en una vereda, hasta una persona que dijo algo que resuena mal. Hay, también, causas objetivas: un diagnóstico con mal pronóstico, pérdidas de seres queridos, estafas, problemas laborales severos. La perspectiva no es la misma; aunque, puestos en el momento, todo adquiere la misma dimensión. Y no la tiene.

El desánimo se contagia

Hay varios estudios que comprobaron que esta frecuencia vibratoria de los seres humanos es altamente perjudicial, no sólo para quien la lleva consigo, sino para el entorno. Algunas de sus motivaciones se volcaron, por ejemplo, en una experiencia desarrollada por el doctor Lewadowski, publicado en la revista “American Scientific”.

Algunas formas en que se produce este efecto contagio son: las relaciones tienen mayor densidad negativa; bajan los umbrales de tolerancia; se percibe continuamente una visión negativa de las cosas; se ponen de relieve detalles menores con tal de tener excusas para la negatividad; se exageran los defectos propios y ajenos; las conversaciones se enturbian; se radicalizan las posiciones sobre cualquier tema; los intercambios amables y cordiales pasan a un segundo plano; aparece la rispidez y la aridez en los vínculos; la comunicación se transforma en flechas que pueden dañar a las personas; o los esquemas mentales y emocionales se complejizan tanto que alteran funcionesfisiológicas, como el sueño, problemas gastrointestinales, taquicardia, fatiga extrema ycambio de hábitos alimenticios, entre otros.

- Cuidá tu actitud: según como se mire, las cosas pueden ser positivas, negativas, o neutras. Lo neutral te permitirá observar en perspectiva y funciona muy bien como un rescate de esos estados, para recobrar el equilibrio.

- Evitá las personas complicadas: no las invités permanentemente a tu vida; no es necesario.

- Tomate un recreo de negatividad: da un paseo, hacé ejercicio, escuchá música agradable, meditá y bloqueá momentáneamente tu tendencia a los pensamientos negativos.

- Observá tus gestos y lenguaje de desánimo: fruncir el ceño, ladear la boca o decir palabras negativas la mayor parte del tiempo, son comportamientos que se pueden modificar y entrenar. Partiendo del ejercicio consciente, cambiá tu vocabulario y cambiará tu percepción de las cosas.

- Poné en perspectiva los problemas: observalos como si estuvieras arriba y muy distante de ellos. Descubrí qué sentís, qué ves, qué escuchás. Probablemente, te darás cuenta que no son tan graves como pensás.

- Hacé ecología de la negatividad: reconvertí climas densos y negativos, y llevalos a lo positivo, o, al menos, a lo neutral: es un excelente catalizador emocional.

- No intentés cambiar a otros: apenas se puede con uno mismo.

- Utilizá refuerzos positivos en todo momento: música agradable, palabras constructivas, escribí mensajes alentadores para tus compañeros de trabajo, colocá una planta en tu escritorio.

- No apoyés expresiones negativas: si no estás de acuerdo con el desánimo reinante, no tenés que plegarte a esa banda. Hacé algo completamente diferente.

- Restringí tu consumo de noticias negativas: te ahorrarás una buena dosis de cosas sobre las que no tenés, de momento, ningún control.

- Pensá antes de hablar: si lo que vas a decir no construye, no es verdadero ni bueno (al mejor estilo de los tres filtros de Sócrates), dejalo pasar. Lo mismo funciona cuando te quieran implicar en asuntos que no te competen. Simplemente, agradecé, y seguí con lo tuyo.

- Agradecé todo lo bueno: esta técnica no falla. Poné palabras e intenciones de agradecimiento durante todo el día.

 

FUENTE: TN

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