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OPINIÓN

28 de diciembre de 2020

Lo mejor de 2020 es que se termina

Claves. Nadie sabe cómo será lo que vendrá en materia de pandemia y economía, justo en un año que será íntegramente electoral. Rosario, bajo balaceras e inseguridad

“Las emociones valen más que los hechos” a la hora de apoyar a un gobierno, dice Barack Obama en su extraordinario libro de memorias. Malas noticias por acá, donde las emociones son más negativas que positivas. Hay que leer lo que dice la fiscal regional María Iribarren: “Hay en Rosario hasta 20 balaceras por día”.

  El silencio oficial, de la Casa Gris, también se compadece con el silencio de la oposición. Nadie dice nada. Aunque no haya otro tema en la ciudad, al margen de la diezmada situación económica que se observa en las calles. Rosario debe volver a ser lo que fue antes de esta pandemia de vainas servidas. Antes del 2013, antes de ahora.

El gobernador debería instalarse en la ciudad, creen algunos. Rosario es la urbe más importante y la está pasando mal. Lo dijo el intendente Pablo Javkin hace pocos días, cuando la enfermiza violencia se llevó la vida de una criatura de 8 meses. Por estas horas, la víctima fue un bebé de un año. ¿Qué más hay que esperar?

  Resulta ciertamente poco atractivo que una columna de análisis político tenga que avanzar sobre estos temas, pero, diría Charly García: “Lo que ves,es lo que hay”. Sería bueno que los que quieren ser candidatos en las elecciones de 2021 (una legión) se interioricen de lo que pasa, estudien sobre seguridad urbana. Cada campaña repiten como loros las mismas cosas. Pero la inseguridad y la violencia están cada vez peor.

El único tema

No hay otro tema que les interese a los rosarinos, en particular, y a los santafesinos, en general. La economía no depende de Omar Perotti, la seguridad sí. Ante el fracaso, ya deberían haber pedido más presencia de agentes federales.

  Lo bueno de 2020 es que se termina. La pandemia, que había logrado hacer viajar hacia arriba a los gobernantes en la encuestas, al fin hizo que esos mismos gobernantes estén en caída libre. Tal vez podría aplicarse esa cita de Andrés Calamaro a la política y/o la realidad argentina: “Todo lo que termina, termina mal. Y si no termina, se contamina”.

  Lo peor de todo es que no puede darse por finalizado el tiempo de la peste. Y se han relajado tanto las acciones de la sociedad y los controles del Estado que nadie en su sano juicio podría pronosticar que lo peor ya pasó.

  Lo que cambia es que el 2021 es un año de elecciones, y eso condiciona todo. Desde los gobiernos, cada medida se hará pensando en las urnas, en sacar un rédito electoral. El Frente de Todos atraviesa un tremendo período de turbulencias internas.

  Cristina Kirchner le hace sentir a Alberto Fernández el rigor del liderazgo, pero el presidente dio algunas señales de reacción en un almuerzo con algunos de sus fieles en el restaurante más peronista del país: El Mangrullo. “Al final terminaron cantando Resistiré, como aquella vez sucedió con jueces santafesinos. ¿Se acuerda?”, le dijo a La Capital un diputado nacional que balconea la pulseada.

  Imagine el lector lo que sucederá en el peronismo sin primarias obligatorias. La Cámpora tiene la saludable idea de mantener a rajatabla la ley que limita los mandatos de los intendentes de la provincia de Buenos Aires, algo que resiste la vieja política. Debe decirse: al margen de que genere simpatía o rechazo, La Cámpora es la única estructura que tiene un proyecto y una concepción de poder colectivo. Lo demás son individualidades, figuritas.

  Ni siquiera los gobernadores han actuado como en otras épocas, creando anticuerpos en una liga para actuar con cierta autonomía del poder central. No es casual que todos los últimos presidentes vengan de hacer política en la ciudad de Buenos Aires. No hay proyecto de poder nacional por afuera del Amba.

  Hasta ahora —aunque Perotti no lo quiera— hay Paso en Santa Fe. Aunque todo dependerá del in crescendo de la pandemia. El olor a pólvora que emana de la relación entre Perotti y los senadores (al margen del cuarteto perottista) se trasladará a la cancha. Los senadores tienen sus territorios alambrados y, tal vez, en vez de cantar Resistiré entonen No Pasarán.

  Tampoco hay que creerles a los políticos más que lo que dicta el sentido común. Las peleas nunca son definitivas y, en el caso del Frente de Todos, si el gobernador hace un par de movimientos es probable que en vez de Resistiré y No Pasarán terminen entonando “todos unidos triunfaremos”. Sucede que el personaje que encona a los senadores (el ministro Marcelo Sain) es el hombre más poderoso del gobierno de Santa Fe, el superministro y algo más. ¿Por que?

  En la oposición están pasando cosas. Hábilmente, algunos radicales mantienen reuniones en secreto con dirigentes nacionales para ampliar los espacios. No sólo se lo dijeron a Miguel Lifschitz, sino que lo invitaron a compartir un asado con Martín Lousteau.

  “Por qué no podríamos ir a las elecciones con un candidato único a senador nacional”, se escuchó en una taberna del centro rosarino. “Si Juntos por el Cambio acepta eso, nadie de los nuestros lo podría rechazar, si es que tienen vocación de poder. Ahora, si quieren ser los más progres del barrio, que se queden en la testimonialidad”, dijo una fuente del Frente.

  Van a pasar cosas.

Fuente:La Capital

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