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OPINIÓN

22 de enero de 2018

Peronistas y sindicatos se alejan de Macri

Peronistas y sindicatos se alejan de Macri

Peronismo y sindicatos se retroalimentan desde que Perón los concibió como hermanos mellizos. Los sindicatos influyen en los políticos peronistas, no importa si estos son kirchneristas, massistas o promotores de una nueva renovación. Todavía no se comprobó, en cambio, que los políticos del justicialismo inspiren las decisiones de los sindicatos, pero estos no son ajenos a los humores de los que tienen poder político dentro de ese partido. Mauricio Macri tropezó en los últimos días con uno de esos momentos en los que peronismo y sindicalismo parecen una misma constelación. ¿Fue consecuencia, como dicen algunos, de la caída del Gobierno en las encuestas? Puede ser, aunque las mediciones (48 por ciento de imagen positiva de la gestión) no muestran una administración débil. ¿O fue el resultado de las investigaciones judiciales que ponen en jaque a varios dirigentes gremiales por flagrantes delitos de corrupción? Es más probable. Para muchos dirigentes gremiales, no para todos, la peor amenaza es la cercanía de los jueces. Hay más sindicalistas que los que han caído entre rejas con fastuosas propiedades y con un tren de vida que no condice con la representación que exhiben.

El cuadro se agravó cuando apareció una grabación del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, con un mensaje, ofensivo y chabacano, enviado a una empleada doméstica de la casa que fue de su padre.

Triaca pidió disculpas. Cualquiera que lo conoce al ministro sabe que no es un hombre que usa esos métodos. Fue raro: era su voz, pero no era él. Aseguran que reaccionó de esa manera porque estaba siendo extorsionado, y es cierto que se conocieron capturas de pantalla del teléfono de la empleada que mostraban mensajes con indicaciones sobre reuniones políticas de Triaca. Son poco convincentes, sin embargo, las explicaciones que se escucharon sobre la designación de la empleada como interventora del SOMU, el sindicato de portuarios que lideraba el ahora preso Omar "Caballo" Suárez, en San Fernando. Los abogados de Suárez habrían instigado a la empleada, quien, de todos modos, el viernes firmó el acuerdo sobre su despido con la familia Triaca. La intervención durará hasta que el juez Rodolfo Canicoba Corral vuelva de sus vacaciones y homologue las elecciones del SOMU que se realizaron el 21 de diciembre. Se usó el voto electrónico por primera vez en la historia sindical, y ganó una lista muy alejada de Suárez. Suárez es uno de peores sindicalistas argentinos, pero el juez que le tocó es el de peor fama en los tribunales federales. La marea de la corrupción moja todas las playas.

 

Otros dos dirigentes sindicales bonaerenses de la Uocra, el gremio de la construcción, fueron descubiertos con dinero indebido y con armas. Uno de ellos también tenía drogas. Y, además, está Marcelo Balcedo, preso en Uruguay, que es una infinita caja de millonarias sorpresas. La Justicia inició, al mismo tiempo, una investigación sobre la familia Moyano por presunto lavado de dinero. La manejos de esa poderosa familia sindical son muy extraños. Moyano padre desvió dinero del sindicato de Camioneros a OCA, la principal empresa de correo privado del país, con el argumento de que tiene 7.000 empleados que están afiliados a su gremio. Dijo que OCA no podía pagar esos salarios. Al mismo tiempo, OCA es un sponsor millonario del club Independiente, que ahora lideran Moyano padre y su hijo Pablo. El dinero circula entre el sindicato, OCA y el club Independiente como si todo fuera propiedad de los mismos dueños.

En ese contexto, la debilidad de Triaca fue una noticia inoportuna, sobre todo porque es el único macrista que tiene un diálogo personal e histórico con los dirigentes sindicales. No hay otro para cumplir con ese rol. Esto explica que Moyano, Luís Barrionuevo y el kirchnerismo hayan aparecido juntos en Mar del Plata para ponerse en pie de guerra contra el Gobierno. Es una mezcla asombrosa. ¿Moyano y Barrionuevo aliados al kirchnerismo? Sí, pero ya se habían juntado para oponerse a la reforma previsional. En Mar del Plata no estuvieron los Gordos, los gremios con más afiliados, ni los independientes, corriente en la que militan algunos sindicatos de empleados públicos y el gremio nacional de la construcción. Tampoco fueron los cruciales gremios del transporte. Los únicos importantes que asistieron a esa puesta en escena a orillas del mar fueron el gremio de los camioneros (Moyano), el de los bancarios (del filokirchnerista Sergio Palazzo) y Barrionuevo. Barrionuevo tiene una CGT que es, virtualmente, sólo Barrionuevo. Todos (hasta los ausentes de Mar del Plata) se comprometieron a rechazar el 15 por ciento de aumento salarial, promovido por el Gobierno, en las próximas paritarias. La administración sólo quiere fijar un eje sensato para la discusión salarial; no hará de ese porcentaje una batalla definitiva. Sabe que la perderá.

El sindicalismo pertenece a una estirpe política en la que todo es viejo. De hecho, es la única dirigencia que conserva algunos líderes que son previos a la dictadura. El discurso de Mar del Plata no tiene relación con la realidad. "Macri gobierna para que los ricos sean más ricos y los pobres sean más pobres", dijeron. El Indec desmintió esa afirmación. Los sectores bajos de la sociedad aumentaron en 2017 el consumo más que los sectores medios o altos, tal vez porque éstos debieron destinar más recursos al pago de servicios públicos o a los créditos hipotecarios. Por primera vez, el 74 por ciento del presupuesto está destinado al gasto social. Las última encuesta de Poliarquía consigna un dato significativo: la imagen de Macri creció en el conurbano bonaerense y cayó en los sectores medios. Indec y Poliarquía tienen cierta coherencia.

¿Cómo influirá la sublevación de una parte del sindicalismo en el peronismo político? El peronismo racional no ha dicho una sola palabra sobre los sindicalistas acusados de corrupción. No son una buena compañía. Menos se los escuchó a los gobernadores, por lo general más predispuestos a comprender al gobierno nacional. Ellos también saben que una cosa es el verbo parlamentario y otra cosa es la conducción ejecutiva del Estado. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, los frecuenta más de lo que se sabe para que se mantengan al margen de la disputa con los sindicatos.

No obstante, todos los sectores del peronismo se unieron para impugnar el megadecreto de necesidad y urgencia de Macri que intenta mejorar la competitividad del país. En rigor, no les falta una dosis de razón a los objetores. Será difícil para el Gobierno explicar que puede derogar leyes con un decreto de necesidad y urgencia. Se puede crear una ley, que luego deberá pasar por el Congreso, pero no derogar leyes, aunque sean viejas y, algunas, ridículas. Ridículas porque sólo producen fárrago y obstáculos a la producción nacional. La mayoría de las leyes y decretos derogados fueron sancionados durante gobiernos militares. El kirchnerismo, autor de una cantidad inigualable de decretos de necesidad y urgencia, se escandalizó a tal punto que llevó la cuestión a la Justicia.

Sin embargo, es poco probable que la oposición consiga darse el lujo político de voltearle ese decreto a Macri. Necesitará la aprobación de la comisión bicameral sobre los DNU, donde los opositores no tienen mayoría. Y requerirá también de una mayoría especial si quisiera llevar la cuestión al recinto. No la tiene.

La reforma laboral era una certeza en diciembre pasado. Ya no lo es. El peronismo parlamentario no la aprobará sin el consentimiento previo de los sindicatos, que la rechazan después de haberla aprobado. Por eso, el Gobierno decidió fraccionarla. El primer apoyo que consiguió para esa estrategia es el de Héctor Daer, delegado de los grandes gremios en el triunvirato que conduce la CGT. La rebeldía de Moyano y Barrionuevo duró sólo un día. La reforma política será sometida a un incierto debate con el peronismo en el Congreso. Incluye la reforma electoral, la ley de partidos y la ley de financiamiento de la política. Ningún funcionario macrista está en condiciones de anticipar un final para ese proyecto clave del Presidente. El peronismo ya se lo derribó el año pasado. ¿Pasará mismo este año?

En el mientras tanto, Macri debería pedirles a sus funcionarios que no cometan más errores. No fue sólo Triaca. Por ejemplo, el diputado de Cambiemos Fernando Iglesias, un intelectual valioso e implacable en el análisis del peronismo, escribió en el portal Infobae una nota haciendo suyos todos los prejuicios que existen contra el papa Francisco. Sucedió justo cuando el Gobierno, empezando por Macri y Marcos Peña, se esforzaban por mostrar una relación cordial con el Pontífice. ¿Cómo le explicarán a la Iglesia (y al Vaticano) que entre los macristas no hay enemigos del Papa?

Fuente: LA NACION

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